Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 8 de noviembre de 2018

Los escritos de santa Isabel de la Trinidad


El 8 de noviembre se celebra la fiesta de la carmelita descalza santa Isabel de la Trinidad (1880-1906), una de las escritoras místicas más profundas y originales de los últimos siglos. Les recuerdo el título y los contenidos de sus escritos:

Diario espiritual (1899-1900), escrito en tres cuadernos, en los que cuenta su camino de fe antes de entrar en el Carmelo. Por desgracia no lo conservamos entero, ya que la misma Isabel arrancó y quemó muchas de sus páginas. Además de resumir las pláticas y sermones que escucha, Isabel reflexiona sobre sus deseos de salvar almas y de hacerse carmelita. Lo conservó siempre consigo y se lo regaló a su hermana como recuerdo poco antes de morir.

Notas íntimas. Son textos breves, oraciones y reflexiones espirituales, once de ellas escritas de seglar y otras cuatro de carmelita. La más conocida es la famosa Elevación a la Santísima Trinidad

Poesías. (Conservamos 123). Es natural que una mujer de tanta sensibilidad artística y espiritual expresara poéticamente sus sentimientos más profundos. Recordemos que, cuando entró en el Carmelo, a la pregunta: «¿Cuál es el rasgo dominante de tu carácter?» Ella respondió: «La sensibilidad» (Nota 12). Las poesías compuestas durante su vida de seglar tratan de su admiración por la belleza de la creación, que le habla del Creador, y del sentimiento religioso que le producen las peregrinaciones a distintos santuarios. También expresan la ternura que siente hacia sus seres queridos y el gozo de celebrar algunas fiestas litúrgicas, así como su devoción por algunos santos. Las poesías escritas en el Carmelo fueron compuestas para ser cantadas durante la recreación con músicas populares. En ellas se celebran algunas fiestas y acontecimientos comunitarios. 

Cartas. (Conservamos 342). En las que escribió antes de hacerse monja usa papel de calidad, con colores variados y amplios márgenes. En las que envió siendo ya carmelita usa papel sencillo y a veces las redacta por detrás de esquelas de difuntos, invitaciones a bodas y papel de publicidad, aprovechando todo el espacio. En ellas va exponiendo los acontecimientos de su existencia, iluminándolos desde la fe. Escribió muchas: a su madre, a su hermana, a otros familiares, a sus amistades y a algunas religiosas. En muchas da consejos y se manifiesta como una verdadera maestra espiritual. 

Sus mejores «tratados» espirituales los escribe cuando ya está postrada por el dolor en la enfermería del monasterio, consciente de que pronto morirá. En la enfermería también redacta varias cartas (al menos 76, muchas de ellas dictadas, porque ya no tenía fuerza para escribir) y algunas poesías (26).

El cielo en la fe (julio de 1906) es un tratado de treinta páginas escrito a petición de su hermana Margarita. Tiene la estructura de unos ejercicios espirituales de diez días con dos meditaciones para cada jornada. No busca especulaciones doctrinales, sino que reflexiona, a partir de su experiencia personal, sobre lo que ella considera que es su vocación: «ser una alabanza de gloria». Lo escribe con la ilusión de que su hermana continúe en la tierra la misión que ella ha tenido hasta entonces, y que continuará en el cielo.

Últimos Ejercicios Espirituales (agosto de 1906). Son una preparación para el momento definitivo del encuentro con Cristo. Isabel sabe que se muere y quiere estar bien dispuesta.

La grandeza de nuestra vocación (septiembre de 1906) es la última de las muchas cartas que sor Isabel envía a su entrañable amiga Francisca Sourdon. Además, es la última que escribe de su mano y la más larga. La escribió con lapicero en 12 páginas, a lo largo de varios días, intentando responder a las preguntas que le hacía su amiga sobre la humildad y el sufrimiento. Como en todos sus escritos, reflexiona desde su experiencia vital e ilumina su texto con sus vivencias cotidianas.

Déjate amar (octubre de 1906) es una especie de testamento que sor Isabel escribió para su priora durante los últimos días de su vida. Lo escribió muy lentamente, en los pocos momentos en los que sus grandes dolores le permitían coger la pluma. Se lo entregó dentro de un sobre lacrado, en el que había escrito: «Secretos para nuestra reverenda madre» con la petición de que lo leyera ante su cadáver. Es un texto solemne, en el que sor Isabel se siente «portavoz de Dios» y transmite a la madre Germana lo que Dios le ha hecho comprender en la oración. 

Tomo este texto de mi libro: Santa Isabel de la Trinidad, vida y mensaje, editorial Monte Carmelo, Burgos, 2016. Tienen aquí la reseña de la editorial.

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