jueves, 8 de diciembre de 2016
Inmaculada: devoción y compromiso
Hoy se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, nuestra madre y nuestra hermana.
He hablado de la historia, la liturgia y la espiritualidad de esta fiesta en varias ocasiones. Aquí les propongo una preciosa reflexión del sacerdote, periodista y poeta José Luis Martín Descalzo (1930-1991):
Vamos al centro del jardín de la vida de María. Una vida que se parece muy poco a la mayoría de los seres humanos.
Porque, ustedes ya lo saben, en nuestras vidas no es infrecuente una infancia limpia y una juventud luminosa, pero ¿a quien no se le ha ajado el alma al llegar a la madurez?
Sucede como cuando contemplamos el nacimiento de un arroyo, que nace tan limpio entre las peñas, con el agua tan fresca y tan sin contaminar. Pero, luego, creciendo, se va llenando de ramas, de lodos, de los residuos que quienes se sientan en sus orillas van echando a sus aguas. Entonces descubrimos que lo que nació tan limpio se va convirtiendo mas que en un rio en un lodazal.
Con el alma de María no ocurrió así: su vida de mujer siguió tan limpia como su vida de niña. El mal del mundo no logró ensuciar nunca sus orillas.
Cuando todo en el aire empieza a oler a Navidad coloca la Iglesia esta festividad de la Inmaculada como una invitación y un prólogo a la ternura.
Hay quienes piensan que hemos abusado de la ternura y del cariño hablando de la Virgen. Hay quienes dicen que a la devoción mariana, lo mismo que a las purgas de los niños, le hemos echado mucho azúcar para no ver, por ejemplo, la tremenda pobreza en que vivió de hecho María, la oscura fe en que se realizo toda su vida.
Y en parte tienen razón quienes esto dicen. En parte solo, porque la ternura es y puede ser el comienzo de la devoción mariana. Pero es cierto que la ternura es solo el comienzo de la devoción mariana, que nuestro amor a la Virgen quedaría muy incompleto si se limitara a eso.
La autentica y completa devoción a María es la que no se limita a querer a la Madre, sino que lucha porque también sean felices sus hijos.
Yo pienso que si hoy María y José vivieran en España estarían posiblemente parados. Y yo no entiendo muy bien cómo podrán celebrar la fiesta de la Inmaculada quienes no hayan luchado para que haya un parado menos. Porque solo una nación en la que todos se quieran y se ayuden puede presumir de tener por patrona a María.
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