Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 27 de septiembre de 2016

Santa Teresita y «La leyenda del santo bebedor»


Joseph Roth (1894-1939) fue uno de los mejores escritores del s. XX. Nació en los confines del imperio austrohúngaro en el seno de una familia judía, aunque no conoció a su padre, que abandonó el hogar antes de su nacimiento. Estudió literatura y filosofía en Viena, combatió en la I Guerra Mundial, fue novelista y corresponsal de varios periódicos en Viena, Berlín, Ámsterdam y París. Murió con 44 años entre delirios y alucinaciones provocados por el alcoholismo. Poco antes de fallecer escribió un relato lúcido, sincero, autobiográfico y premonitorio, que tituló «La leyenda del santo bebedor».

El librito cuenta la historia de Andreas Kartak, un emigrante indocumentado exiliado en París, una persona que perdió sus raíces y no pudo integrarse en su nuevo destino. Se considera a sí mismo un hombre honesto y trabajador, «chapado a la antigua», que no puede comprender cómo es posible que el fútbol, el cine y el dinero hayan llegado a ser más importantes que el honor. Las circunstancias de la vida y sus propias debilidades morales le han convertido en un mendigo alcoholizado que duerme bajo los puentes del Sena.

Cierto día un desconocido le ofrece doscientos francos para que pueda rehacer su vida. Solo le pone como condición que se las devuelva a santa Teresita cuando esté en grado de hacerlo. 

Los quince capitulillos del escrito cuentan distintas escenas en las que Andreas es el afortunado receptor de pequeños «milagros» que lo sacan una y otra vez de la indigencia: un trabajo inesperado, el encuentro con un antiguo compañero de la infancia convertido en astro del fútbol, hallazgos fortuitos de dinero, etc. 

En cada ocasión quiere satisfacer su deuda y se dirige a la iglesia para hacerlo, pero siempre termina gastándolo junto a antiguas amantes o a compañeros de infortunio sin escrúpulos que abusan de su generosidad o le roban.

En cierta ocasión, mientras espera en un bar la hora de la misa en la que piensa satisfacer finalmente su deuda, se encuentra con Teresa, una muchacha muy joven vestida de azul  –«un azul como solo podía serlo el cielo, aunque solo algunos días, únicamente los días bendecidos»–. 

A causa de los delirios del alcohol, él la confunde con santa Teresita, y le dice: «No creí que una santa tan pequeña y a la vez tan grande, una acreedora tan pequeña y tan grande me dispensara el honor de venir a buscarme, después de que durante tanto tiempo no hubiera acudido a ella».

Entonces cayó desmayado y los camareros le llevaron a la sacristía de la Iglesia, «pero, lamentablemente, ya no era capaz de hablar. Tan solo hizo un gesto como si quisiese introducir la mano en el bolsillo interior de la chaqueta, donde guardaba el dinero que debía a su pequeña acreedora, y murmuró: “¡Señorita Teresa…!” Así exhaló el último suspiro y murió. Denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte». De esta manera termina el libro. Ermanno Olmi llevó la historia al cine en 1988. También ha sido representada muchas veces en el teatro con diversas adaptaciones.

He leído en internet varios comentarios. Todos subrayan el paralelismo entre la vida del autor y la del protagonista. También coinciden en que la vida del mendigo «es un continuo acercarse y perderse en el camino hacia la iglesia, para cumplir su imposible compromiso». Algunos ven en la obra una advertencia de las ignominiosas consecuencias de las adicciones, otros una alabanza al vino que transforma el mundo y lo hace habitable para los que lo consumen. Hay quienes ven un alegato en favor o en contra del nihilismo contemporáneo o una metáfora del sinsentido de la existencia de los individuos y de la Europa de su época (con el nazismo amenazante) y de la nuestra. 

Pero no he visto ninguno que haga referencias a la doctrina de santa Teresita para interpretar el texto de otra manera. Incluso hay quienes hablan de la deuda del santo bebedor «con una santa», sin especificar con cuál, posiblemente porque no la conocen a ella ni su mensaje, lo que impide la correcta interpretación del texto. Es como los críticos de arte que explican las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina sin hacer referencia a las historias bíblicas que las sustentan.

A la luz de las enseñanzas de santa Teresita, podemos comprender que la narración de Roth quiere mostrar que incluso un gran pecador, un fracasado, alguien cuya vida aparentemente no tiene ningún valor, puede aspirar a la salvación, a condición de que reconozca la propia incapacidad de salvarse y no pierda el deseo de ser salvado. 

De hecho, al final de sus días el indigente es llevado a la iglesia, donde muere en paz, a pesar de que nunca consiguió saldar su «deuda», que nadie le reclama. «Denos Dios a todos nosotros, bebedores [podríamos cambiar la palabra por “pecadores”], tan liviana y hermosa muerte». Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario