jueves, 12 de marzo de 2020
Reflexiones sobre el coronavirus
La Biblia dice que Dios lo hizo todo bueno (cf. Gén 1,31; 1Tim 4,4), pero las limitaciones que nos provocan las enfermedades y otros sufrimientos que enfrentamos en la vida nos desorientan y nos suscitan muchas preguntas, que no son fáciles de responder.
La vida es un regalo maravilloso, aunque está sometida a sufrimientos, enfermedades y, en el momento definitivo, también a la muerte.
Nuestra esperanza está en Cristo, que asumió voluntariamente nuestras limitaciones y nos dijo que la última palabra en nuestras vidas no la tendrán el pecado, ni el sufrimiento, ni la muerte.
Numerosos santos del pasado sufrieron con paz enfermedades y no son pocos los que murieron contagiados por la peste y otras enfermedades, al atender heroicamente a los afectados, como san Luis Gonzaga.
El coronavirus que ahora se extiende por numerosos lugares del mundo (el COVID-19) nos recuerda nuestra fragilidad y nos invita a tener sentimientos de misericordia hacia quienes lo sufren y a colaborar con las autoridades sanitarias de cada país, para frenar los contagios.
Algunos gobiernos han tenido que tomar la difícil decisión de suspender actividades multitudinarias y cerrar escuelas o instituciones similares, a pesar de las enormes pérdidas económicas y las protestas de parte de la población.
También la Iglesia ha tenido que tomar decisiones difíciles, como suspender las misas públicas y funerales en varias partes de Italia, eliminar el agua bendita de los templos y el gesto de la paz, así como solicitar a los fieles que reciban la comunión en la mano, para evitar contagios.
Me sorprende la actitud de algunos, que se dicen católicos, pero aprovechan cualquier ocasión para manifestar su desacuerdo con el papa y los obispos.
Ponen fotos de cuadros de san Carlos Borromeo dando la comunión en la boca a apestados. En el siglo XVI solo se podía comulgar en la boca, por lo que no podía hacerse de otra manera, pero san Carlos Borromeo nunca habría desobedecido una orden de la Iglesia. Además, esos cuadros lo representan en los hospitales de incurables dando el "viático", la comunión a los que estaban a punto de morir, indicando su gran caridad, que le llevaba a visitar y consolar a los enfermos, incluso arriesgando su misma vida.
Son muchas las publicaciones que he visto afirmando que nos falta fe, que comulgar en la mano es una falta de respeto y cosas por el estilo. Incluso he visto numerosas publicaciones que circulan por internet, afirmando que si recibes la comunión en gracia de Dios no te contagiarás y que durante dos mil años nadie se ha contagiado por comulgar.
Querría recordar que, durante los primeros mil doscientos años de historia de la Iglesia, todos comulgaban en la mano, y no eran peores cristianos que nosotros.
A partir del siglo XIII se generalizó la costumbre de comulgar en la boca y la comunión se hizo cada vez más rara, hasta el punto que la Iglesia tuvo que imponer el precepto de confesarse y comulgar al menos una vez al año.
Además, a Biblia afirma que la obediencia es más preciosa ante Dios que todos los sacrificios y ofrendas (1Sam 15,22).
San Juan de la Cruz enseña que "más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción que todos esos servicios que le piensas hacer" (Dichos de luz y amor, 13). Esto debería bastarnos a los católicos.
También hay vídeos en internet que recogen predicaciones de pastores que dicen que Dios librará del coronavirus a quienes les paguen el décimo de sus bienes. Me parece que esas cosas son poco honestas.
Es significativo el caso de Corea del Sur. Hasta el 17 de febrero solo contaba con 30 contagios y ningún fallecimiento. Las autoridades impusieron algunas medidas higiénicas y de contención, pero el líder de una secta llamada "Iglesia de Jesús y del templo del tabernáculo del testimonio" afirmó que el virus era un pecado, que no se cura con medicinas, sino participando en sus cultos y orando con fe. En pocos días se contagiaron varios miles de personas que habían participado en sus cultos. El pastor prohibió a sus fieles que se hicieran pruebas médicas. Algunos de ellos incluso huyeron de los hospitales donde los habían ingresado. Más tarde, salió en todas las televisiones pidiendo perdón, pero ya era tarde y los contagiados y muertos en su país son muchos.
Jesús nos invitó a dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mc 12,17 y paralelos). Por lo tanto, hemos de poner en manos de Dios nuestras vidas, pero hemos de fiarnos de los médicos, tal como recomienda la Biblia:
“Da al médico los honores que merece... El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña. Él mismo dio a los hombres la ciencia... Acude al médico, pues de él has menester...” (Eclo 38,1-15).
San Benito resume la vida de los monjes en "ora et labora" (reza y trabaja), uniendo la vida espiritual y el esfuerzo por construir una sociedad cada vez más justa.
Esta idea encontró una feliz formulación en la frase: "Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti".
El Señor nos conceda sencillez y sabiduría para conservar la paz en todas las circunstancias y para mantener siempre la comunión con su Iglesia.
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