viernes, 24 de julio de 2015
Judíos «ultraortodoxos» o «jaredíes»
Al visitar Jerusalén llaman la atención los grupos de judíos vestidos con levitas negras (a veces a rayas grises o marrones), grandes sombreros y largos tirabuzones, especialmente numerosos en el muro de las lamentaciones y en el barrio «Mea Shearim».
Los judíos «ortodoxos» son de práctica religiosa estricta y muy amantes de sus signos diferenciales de identidad, pero viven inmersos en la sociedad contemporánea, tienen sus trabajos, llevan a sus niños a la escuela, etc.
Los judíos «ultraortodoxos», sin embargo, han optado por una separación casi total de la sociedad, viviendo en barrios reservados para ellos, diferenciándose de los demás en los vestidos y en los comportamientos. En Israel normalmente no trabajan. Viven con gran austeridad dedicados a la lectura y memorización de la «Torá» (el Pentateuco) y a recitar oraciones. Reciben un subsidio social del estado y se benefician de las numerosas instituciones judías de caridad.
Mandan a sus hijos a escuelas religiosas propias (por supuesto, las de los niños son distintas de las de las niñas), en las que se estudia la Biblia y algunas nociones culturales elementales, pero no pierden tiempo en otras cosas consideradas innecesarias o incluso dañinas.
Usan la electricidad, el teléfono y los ordenadores, pero suelen rechazar internet y la televisión, así como las fotografías. No tienen relaciones con personas del otro sexo (aparte de las estrictamente familiares) o de otros grupos sociales (no solo no se tratan con los no judíos, tampoco con los judíos que no son de su grupo).
Muchos rechazan la creación del estado de Israel, ya que opinan que solo el Mesías puede fundarlo, aunque algunos lo aceptan como un mal menor e incluso tienen partidos políticos que los representan. Lo que no aceptan es la constitución, ya que la legislación debería limitarse a la Torá y a las enseñanzas de los rabinos. Tampoco hacen el servicio militar.
Se casan jóvenes, en bodas acordadas por los padres y tienen muchos hijos. Las esposas se dedican al cuidado de los hijos y de la casa y los hombres a la lectura de la Torá y a recitar oraciones.
Como es natural, los «ultraortodoxos» no se denominan a sí mismos con ese nombre. Prefieren ser llamados «jaredíes». En hebreo «jarada» significa «miedo», «terror», por lo que «jaredí» podría traducirse como «el que tiembla» ante Dios, o mejor ante la idea de violar alguno de los 613 «mitzvot» (mandamientos o normas de conducta).
Las relaciones con los otros judíos no son fáciles. Los «jaredíes» están convencidos de que aportan mucho a la sociedad con sus oraciones y su ejemplo, pero los demás se cansan de mantenerlos con sus impuestos y además de ser considerados malos judíos por ellos. A veces surgen enfrentamientos porque los ultraortodoxos quieren imponer sus criterios a toda la sociedad.
También entre los musulmanes y entre los cristianos hay grupos que se consideran los mejores, los guardianes de la ortodoxia y de la tradición, que rechazan cualquier cambio en las costumbres y que quieren imponer a los demás su punto de vista. Muchos de los conflictos contemporáneos surgen de ahí.
Nos puede gustar más o menos, pero estamos en el s. XXI y es absurdo querer vivir como en el s. XIX. Jesús dijo que «el reino de los cielos se parece al hombre sabio que saca del arca lo viejo y lo nuevo, según convenga» (Mt 13,52). El que tenga oídos, que escuche.
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