Me escribe Sarra desde Argelia preguntándome por la postura de la Iglesia Católica ante el diálogo interreligioso, porque debe preparar un trabajo para la universidad. Como es un tema interesante, aprovecho para recoger la respuesta en una entrada del blog.
La postura oficial de la Iglesia Católica queda recogida en numerosos documentos, aunque todos hacen referencia a dos fundamentales: la declaración del Concilio Vaticano II sobre la libertad de conciencia y de religión (llamado “Dignitatis Humanae”) y la declaración del mismo Concilio sobre el diálogo interreligioso (llamado “Nostra Aetate”).
El primer documento pide a todas las sociedades civiles que respeten las libertades individuales, entre las que está la de asociación religiosa: “Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros”. (D.H. n. 2).
También pide a los individuos que ejerzan su libertad con responsabilidad, respetando la libertad de los otros y buscando el bien común: “El derecho a la libertad religiosa se ejerce en la sociedad humana y, por ello, su uso está sujeto a ciertas normas que lo regulan. En el uso de todas las libertades hay que observar el principio moral de la responsabilidad personal y social: en el ejercicio de sus derechos, cada uno de los hombres y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los otros, los propios deberes para con los demás y el bien común de todos. Con todos hay que obrar según justicia y humanidad”. (D.H. n. 7).
El segundo documento indica que la Iglesia tiene el derecho y el deber de “proponer” su doctrina a todos los hombres, pero no debe “imponer” nunca su criterio. Todas las opiniones merecen respeto, aunque no se compartan: “La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. […] Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen”. (N.A. n. 2).
Después de hablar de las relaciones concretas con el Judaísmo y con el Islam, afirma que la fraternidad universal excluye toda discriminación: “No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. […] La Iglesia reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión”. (N.A. n. 5).
El Catecismo de la Iglesia Católica habla en varias ocasiones de los derechos de los individuos y del respeto y colaboración entre los pueblos:
“La justicia social solo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre” (Catecismo, n. 1929).
“El respeto a la persona humana supone respetar este principio: «Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente» (GS 27)”. (Catecismo, n. 1931).
“Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros”. (Catecismo, n. 1933).
Por otro lado, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado el año 2004, habla detenidamente de los derechos y deberes de las personas, los grupos sociales y las naciones, además de la necesaria promoción de la salvaguardia del medio ambiente, de la paz y de la colaboración entre los pueblos.
La Iglesia Romana tiene un Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso en cuyo seno hay un comité específico para el diálogo con el Judaísmo y otro para el diálogo con el Islam, además de establecer relaciones con los demás grupos religiosos del planeta.
El primer documento pide a todas las sociedades civiles que respeten las libertades individuales, entre las que está la de asociación religiosa: “Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros”. (D.H. n. 2).
También pide a los individuos que ejerzan su libertad con responsabilidad, respetando la libertad de los otros y buscando el bien común: “El derecho a la libertad religiosa se ejerce en la sociedad humana y, por ello, su uso está sujeto a ciertas normas que lo regulan. En el uso de todas las libertades hay que observar el principio moral de la responsabilidad personal y social: en el ejercicio de sus derechos, cada uno de los hombres y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los otros, los propios deberes para con los demás y el bien común de todos. Con todos hay que obrar según justicia y humanidad”. (D.H. n. 7).
El segundo documento indica que la Iglesia tiene el derecho y el deber de “proponer” su doctrina a todos los hombres, pero no debe “imponer” nunca su criterio. Todas las opiniones merecen respeto, aunque no se compartan: “La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. […] Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen”. (N.A. n. 2).
Después de hablar de las relaciones concretas con el Judaísmo y con el Islam, afirma que la fraternidad universal excluye toda discriminación: “No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. […] La Iglesia reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión”. (N.A. n. 5).
El Catecismo de la Iglesia Católica habla en varias ocasiones de los derechos de los individuos y del respeto y colaboración entre los pueblos:
“La justicia social solo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre” (Catecismo, n. 1929).
“El respeto a la persona humana supone respetar este principio: «Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente» (GS 27)”. (Catecismo, n. 1931).
“Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros”. (Catecismo, n. 1933).
Por otro lado, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado el año 2004, habla detenidamente de los derechos y deberes de las personas, los grupos sociales y las naciones, además de la necesaria promoción de la salvaguardia del medio ambiente, de la paz y de la colaboración entre los pueblos.
La Iglesia Romana tiene un Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso en cuyo seno hay un comité específico para el diálogo con el Judaísmo y otro para el diálogo con el Islam, además de establecer relaciones con los demás grupos religiosos del planeta.
Este consejo ha publicado numerosos textos, entre los que destaca el titulado: El testimonio cristiano en un mundo multi-religioso: Recomendaciones de conducta. En él se invita a los cristianos a que: “Construyan relaciones de respeto y confianza con personas de todas las religiones. […] Cooperen con otras comunidades religiosas implicándose en la defensa interreligiosa de la justicia y el bien común. […] Apelen a sus gobiernos para que garanticen que la libertad de religión sea correcta y plenamente respetada. […] Oren por sus vecinos y por su bienestar”
Por otro lado, el papa Juan Pablo II organizó en Asís en 1986 una jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo en la que participaron representantes de las principales religiones del mundo. El papa Benedicto XVI organizó otra similar en 2011.
Por otro lado, el papa Juan Pablo II organizó en Asís en 1986 una jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo en la que participaron representantes de las principales religiones del mundo. El papa Benedicto XVI organizó otra similar en 2011.
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