La página web de la Santa Sede se ha interesado por el campo de refugiados de los carmelitas descalzos de Bangui (República Centro Africana). En la foto de arriba pueden ver la Virgen del Carmen al fondo. Por el día es capilla, por la noche los bancos son camas y se convierte en dormitorio.
En el blog ya les había hablado aquí del P. Federico, que se encontró de repente con que llegaban a las puertas del convento huyendo de la guerra cien, quinientos, mil, tres mil... hasta diez mil personas. Los frailes las fueron acogiendo como pudieron. Ahora han bajado un poco y "solo" tienen siete mil quinientos refugiados en el convento. Cuando llegaron los primeros nacimientos de niños no sabían qué hacer, pero al final los frailes se han demostrado muy buenos "parteros". Y también enfermeros y cocineros y maestros y psicólogos y organizadores... Esto es lo que cuenta la web vaticana:
El padre Federico nos narra cómo ha ido evolucionando la vida en su campamento para desplazados. “Ahora todos nuestros huéspedes han encontrado refugio bajo tiendas de plástico, en las que puedan vivir más de una familia unidas. Para ser exactos, se han montado 79 tiendas de campaña: 21 de 80 metros cuadrados y 58 de 160 metros cuadrados. Hay también que añadir un centenar más de tiendas de campaña para una única familia. Además de las tiendas se han instalado 116 letrinas y 110 duchas.
Nuestro campo de refugiados está dividido en 12 barrios. Cada barrio tiene un responsable, asistido por dos consejeros. Un comité compuesto por un presidente, un secretario general y un supervisor, organiza y preside todas las actividades y movimientos en el campo. Un equipo de vigilancia para la noche y otro para el día son responsables de la seguridad 24 horas al día; otros dos equipos son responsables de la limpieza de los baños, duchas, del campo y de la recogida de basura.
Imagine tener un promedio de 10.000 personas que están haciendo una especie de día de campo, a lo largo de 5 meses, en su jardín: unas cuantas toneladas de basura es inevitable y del césped queda solo el recuerdo.
Además, se han tenido que crear mucho drenajes para evitar la inundación de las tiendas de campaña durante las lluvias torrenciales. Otro equipo, formada por jóvenes bastante fuertes, se encarga de descargar los víveres. Cada dos semanas, de hecho, la Cruz Roja Internacional deposita en uno de los claustros del convento, unas 16 toneladas de arroz, 6 toneladas de frijoles, 2.800 litros de aceite y 12 bolsas grandes de sal.
Por último, un consejo de 10 sabios – hombres y mujeres – juega un papel importante en el control de todas las actividades”. “Nuestro campo de refugiados – dice el p. Federico – es casi como un coche perfecto que hemos aprendido a conducir, día tras día, a pesar de que ninguno de nosotros tenía permiso de conducir para un coche de este tipo. De vez en cuando hay un retraso y se pierde gasolina; pero luego se vuelve a poner en marcha... ¡quién sabe hasta dónde y hasta cuándo!”
Tienen el artículo aquí.
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