Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 14 de marzo de 2021

Domingo IV de Cuaresma, de Laetare


El cuarto domingo de Cuaresma es llamado de «Laetare», por la antífona de entrada de la misa: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella». De hecho, «Laetare» significa 'alégrense' en latín. Está profundamente relacionado con el domingo de «Gaudete» (tercero de Adviento). «Gaudete» también significa 'alégrense' en latín.

Antiguamente, en estas dos fechas se usaban ornamentos de color rosado en el culto cristiano (hoy es opcional), los templos se adornaban con flores y se entonan cantos festivos acompañados de instrumentos. El resto del tiempo de Adviento y de Cuaresma se usan ornamentos morados y las flores e instrumentos musicales se usan con moderación (antiguamente no se usaban en absoluto).

En los siglos IV y V, la Cuaresma duraba 40 días, en los que no se comía carne ni huevos. Para hacer una pausa en los rigores cuaresmales, durante la semana de Laetare se generalizaron algunas peculiares costumbres, que evolucionaron con el paso del tiempo. Algunas aún perduran en varios sitios.

Como no había refrigeradores en las casas, a mitad de la Cuaresma se hacía una pausa y con los huevos que habían puesto las gallinas en ese tiempo, se hacían bizcochos y otros dulces, así como pasteles rellenos de carne, para dar salida a algunos alimentos que corrían el riesgo de estropearse si se dejaban más tiempo. Los huevos de los siguientes 20 días se reservaban para las «monas de Pascua» (tortas con huevos duros en el centro).

En algunos lugares, como en Tabuenca (Zaragoza), llaman «domingo de pasteles» al domingo de Laetare. Llaman pasteles a unos bollos rellenos de carne picada, que se comen en la ermita del pueblo (no en las casas). En Villapalacios (Albacete) celebran el «Pelitreo» o «domingo que media la Cuaresma», comiendo en el campo roscos adornados con anises de colores y huevos duros.

Durante la Cuaresma tampoco se celebraban bodas, bautizos ni otro tipo de fiestas, como mercados de animales. Como al llegar la primavera nacen los corderos, cabritos y terneros, no se podía aplazar la compra-venta de los mismos, por lo que se generalizó una feria de animales a mitad de la Cuaresma. Aunque esta costumbre casi ha desaparecido, en algunos lugares se conserva (aunque muy evolucionada). Por ejemplo, en Gante (ciudad de Bélgica donde nació el emperador Carlos I de España y V de Alemania), la llamada «feria de media Cuaresma» es un atractivo turístico famoso.

En Stavelot (también en Bélgica), esta semana se tiene el «carnaval de los blancs moussis» (de los monjes blancos), conocido como «laetare» sin más. Personajes vestidos de monjes van castigando a los pecadores y regalando galletas a los demás. Solo Napoleón y Hitler consiguieron parar esa fiesta, que es un símbolo del folclore valón.

A la «Quadragésima» original de 6 semanas, se añadió una más en el siglo VI, que tomó el nombre de «Quincuagésima». Más tarde se añadió otra, llamada de «Sexagésima» y una más a principios del s. VII, la de «Septuagésima». La Cuaresma terminó siendo un período de siete semanas (desde Septuagésima hasta el domingo IV, de Laetare), a la que seguían dos semanas «de Pasión» (las antiguas quinta y sexta de Cuaresma, la previa a la Semana Santa y la Semana Santa).

Las dos semanas de Pasión tenían una identidad propia. En ellas se cubrían las cruces (hasta el Viernes Santo) y las imágenes de santos y retablos (hasta la Vigilia Pascual en la mañana del Sábado de Gloria). También se cantaban himnos propios en la liturgia de las horas y se rezaban los «oficios de tinieblas», entre otras cosas.

De esta manera, la semana de Laetare ya no era la mitad de la Cuaresma, sino el final de la misma, antes del inicio del tiempo «de Pasión». Las celebraciones populares se conservaron, aunque adaptándose progresivamente a la nueva realidad.

En la Edad Media, el Miércoles de Ceniza se preparaba un muñeco en forma de anciana con un cesto de espinacas y otras verduras, y con siete piernas flacas (una por cada semana de las que entonces tenía la Cuaresma). Cada semana se le rompía una pierna y en Laetare se celebraba «el día de la vieja», llamado con distintos nombres en cada localidad: «partir la vieja», «matar la vieja», «serralavella», «la vieja remolona», etc. 

El día de Laetare, en Sorzano (La Rioja), se sigue celebrando el «día de las viejas»; en Ullastrell (Barcelona), la fiesta de «serralavella»; en Alcubierre (Huesca), «la vieja remolona»; en Villalengua (Zaragoza), se «mata la vieja»; en Sanchonuño (Segovia), la «sierra vieja»; en Mallorca, la «jaia Corema» (= abuela Cuaresma). En estos casos y otros parecidos se procede de manera similar: los niños y jóvenes van de casa en casa entonando cantos y la gente les da frutos secos, dulces o dinero, que después utilizan para celebrar una merienda juntos.

En Carboneras (Almería), llaman a este domingo el «día de la vieja» y llevan su muñeca de madera y cartón a la playa, mientras cantan: «La vieja remolona qué triste está, pensando en la paliza que le vamos a dar; por vieja remolona perdiste la salud, se parte la Cuaresma y también te partes tú». Después de merendar, queman la vieja.

En la zona de Cataluña y Valencia se tenía la costumbre de preparar un «ninot de mitja Quaresma», que era un muñeco que representaba a la vieja Cuaresma, a Judas o a Lutero, que se quemaba en el día de Laetare. Parece ser que ese es el origen de las fallas en Valencia y de las hogueras en Alicante, que con el tiempo evolucionaron hasta las grandiosas fiestas contemporáneas.

El antropólogo y folclorista Julio Caro Baroja, en su libro «El carnaval», escribió: «En el siglo XVII, la gente de Madrid se reunía en la Plaza Mayor, a mitad de la Cuaresma, con el objeto de partir, o ver partir, o 'aserrar', a una vieja. Iban allí con escaleras, linternas, faroles y velas, y creían o fingían creer, en efecto, que era posible ver partir a una mujer anciana por la mitad, acto que indicaba que el período cuaresmal se había partido...»

También Francisco de Goya pintó un cuadro titulado «Parten la vieja», que se conserva en el museo del Louvre e ilustra la tradición en la Andalucía de su época.

La vieja que representaba la Cuaresma evolucionó en Callosa de Segura, Elche, Cocentaina, Muchamel y otros municipios de la comunidad valenciana, así como en Abarán y otros lugares de la región de Murcia, hacia la fiesta de «los muñecos de Cuaresma». El fin de semana de Laetare se siguen colocando en los balcones y puertas de las casas «peleles», muñecos de papel maché vestidos con ropas viejas, acompañados con carteles que contienen críticas sociales, referidas a acontecimientos contemporáneos (actividades de los políticos y cosas similares).

En la Edad Media, este domingo se ofrecían las primeras flores de primavera en el templo, dando gracias a Dios porque lo más duro del invierno ya había pasado. En Roma, este domingo el papa ofrecía una rosa de oro en la basílica de la «Santa Cruz de Jerusalén», una de las siete principales de la Urbe. Después, la rosa era ungida con crisma y perfumes. El domingo de Gaudete posterior el papa la regalaba a quien se había distinguido en la defensa de la Iglesia. Esta costumbre medieval ha caído en desuso, pero el papa ofrece una rosa de oro a algunos santuarios marianos de especial relevancia, al visitar el país donde se encuentran.

Durante los primeros siglos del cristianismo, este domingo iba unido al segundo escrutinio de los catecúmenos que se preparaban a recibir el bautismo en la noche de Pascua. Se practicaba sobre ellos una unción en los ojos, los oídos y la boca, para que se les abrieran los sentidos del hombre interior. El ritual actual lo ha recuperado. Donde hay adultos que recibirán los sacramentos de la iniciación en Pascua, después de la homilía, se ora por los candidatos con unas plegarias específicas para este día.

Las celebraciones litúrgicas han evolucionado a lo largo de los siglos (como todas las dimensiones de la vida humana). Conocer su historia no debe confundirse con un deseo de volver hacia atrás, pero nos ayuda a comprender el presente y a interpretar numerosos textos del pasado. Les deseo una buena celebración de este domingo de especial alegría y, sobre todo, les deseo que encuentren la verdadera alegría en su vida de cada día: la de saber que Dios tiene un proyecto de amor para cada uno de nosotros y que su amor es más fuerte que el pecado y que la muerte.

Ya he dedicado al domingo de Laetare varias entradas. Aquí recuerdo dos:

- Domingo de Laetare (y segundo escrutinio de los catecúmenos). Antiguamente, este día iba unido al segundo escrutinio de los catecúmenos que se preparaban a recibir el bautismo en la noche de Pascua. Se practicaba sobre ellos una unción en los ojos, los oídos y la boca, para que se abrieran los sentidos del hombre interior.

El domingo de Laetare y la rosa de oroEn Roma, era costumbre que el papa celebrara hoy misa estacional en la basílica de la «Santa Cruz de Jerusalén», donde se ofrecían flores a la reliquia de la Cruz. Al menos desde el s. XI, la ofrenda consistió en una rosa de oro. Se conservan varias de gran valor artístico e histórico en algunos museos. Últimamente, los papas las han ofrecido a algunos santuarios marianos con motivo de sus visitas, como Lourdes, Fátima, Guadalupe, Loreto, Częstochowa Luján y Aparecida.

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