El padre Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (1545 - 1614) fue compañero de santa Teresa de Jesús y el primer provincial de los carmelitas descalzos. A petición del gremio de carpinteros de Roma Escribió un tratado sobre san José, que tituló “Josefina”.
El evangelio dice que san José fue "artesano" («τεχτων» en griego), sin especificar más. Algunos escritores antiguos afirmaron que fue herrero y otros que fue carpintero. Con el tiempo prevaleció la segunda opinión. Esa es la que defiende el padre Gracián, con curiosas reflexiones muy propias de su época:
Tengo para mí que para los clavos y cerraduras que hubiese menester para su propia casa, no sacaría dineros de la bolsa, sino que llegaría a la fragua del herrero más vecino, y los sabría muy bien labrar. Pero el oficio que él ejercitó, y de que tenía tienda, era de carpintero, no de herrero, porque no es de creer que la hermosísima María, y el espejo sin mancha en quien se desean los ángeles mirar, Cristo Jesús, anduviesen entre carbón y cisco.
Y como no tenían más de un aposento, que es la casa que ahora está en Loreto, donde todos tres estaban trabajando y tratando pláticas del cielo, y no es nada conversable el oficio de herrero, a causa del ruido de la fragua, martilladas, y de las chispas que continuamente saltan del yunque; y habiéndole Dios escogido con oficio que sirviese, sustentase, y acompañase en todos los caminos a María y Jesús (según el estado de su pobreza), no es nada a propósito el oficio del herrero.
Que para solo llevar fragua, yunque, almádenas, martillos y limas, había menester una acémila, y el carpintero con su sierra al hombro, la azuela en la cinta, y un cepillo, compás, y escoplo en la faltriquera, puede caminar por todo el mundo con suficientes instrumentos para ganar de comer.
Y cuando anduviesen por esos desiertos, con aferrar cuatro palos del primer árbol, haría cabaña, para aposentar al que dice por Isaías: "Que labrará cabaña para defender su pueblo del sol y del agua" (Is 24). Así que es más limpia el arte de la carpintería, más fácil de labrar la madera que el hierro, oficio más común, necesario a la vida humana, y más conforme a la inclinación de una persona noble, cuando viene a pobreza.
Tengo para mí que para los clavos y cerraduras que hubiese menester para su propia casa, no sacaría dineros de la bolsa, sino que llegaría a la fragua del herrero más vecino, y los sabría muy bien labrar. Pero el oficio que él ejercitó, y de que tenía tienda, era de carpintero, no de herrero, porque no es de creer que la hermosísima María, y el espejo sin mancha en quien se desean los ángeles mirar, Cristo Jesús, anduviesen entre carbón y cisco.
Y como no tenían más de un aposento, que es la casa que ahora está en Loreto, donde todos tres estaban trabajando y tratando pláticas del cielo, y no es nada conversable el oficio de herrero, a causa del ruido de la fragua, martilladas, y de las chispas que continuamente saltan del yunque; y habiéndole Dios escogido con oficio que sirviese, sustentase, y acompañase en todos los caminos a María y Jesús (según el estado de su pobreza), no es nada a propósito el oficio del herrero.
Que para solo llevar fragua, yunque, almádenas, martillos y limas, había menester una acémila, y el carpintero con su sierra al hombro, la azuela en la cinta, y un cepillo, compás, y escoplo en la faltriquera, puede caminar por todo el mundo con suficientes instrumentos para ganar de comer.
Y cuando anduviesen por esos desiertos, con aferrar cuatro palos del primer árbol, haría cabaña, para aposentar al que dice por Isaías: "Que labrará cabaña para defender su pueblo del sol y del agua" (Is 24). Así que es más limpia el arte de la carpintería, más fácil de labrar la madera que el hierro, oficio más común, necesario a la vida humana, y más conforme a la inclinación de una persona noble, cuando viene a pobreza.
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