Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Al huir de la cárcel de Toledo


Cuando san Juan de la Cruz huyó de la cárcel de Toledo, se escondió en el convento de las carmelitas descalzas, que le prepararon unas peras hervidas en vino, porque era tanta su debilidad, que no podía ni tragar los alimentos. 

Ante su debilidad, las monjas se lamentaban por lo que había sufrido durante los nueve meses de su cautiverio, a lo que él respondió que no cambiaría lo que había vivido en esa prisión por todo el oro del mundo.

Las monjas le preguntaron qué es lo que había vivido, que él valoraba tanto. San Juan no lo dijo entonces ni tampoco durante el resto de su vida, pero recitó a las hermanas algunos de los versos que compuso durante su cautiverio. 

Entonces se oyeron por primera vez aquellas palabras que no dejan de cautivar a los amantes de la buena poesía:

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido...

Mientras el frailecillo recitaba sus versos, una monja tuvo la buena ocurrencia de copiarlas. Más tarde, cuando releían aquellos papeles, todas coincidían en que «fue un gozo escucharle cuando las recitaba». Y gozaban nuevamente volviendo a leerlas.

Tan entusiasmados estaban san Juan de la Cruz y las monjas con aquellos versos, que todos se olvidaron de la comida que le habían preparado. Así lo cuenta José Luis Martín Descalzo:

Mientras el cielo está de centinela,
al fraile con el cuerpo malherido
las monjas conmovidas le han servido 
unas peras cocidas con canela.

Lee el fraile al amparo de una vela
unas pocas canciones, que ha podido 
rescatar de la cárcel, donde ha sido 
huésped, cautivo, pájaro y gacela.

Son canciones de amor sobre el Amado  
que huyó como una cierva en la espesura
dejando a quien le busca desalmado.

Y las monjas, ardiendo de alegría, 
escuchan a este fraile desmedrado,
mientras la fruta se le queda fría.

Nadie canta este poema como Fina Navarro, pero no tengo ninguna grabación. Lo siento.

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