martes, 4 de agosto de 2015
Briseida recuerda su peregrinación a Tierra Santa
Padre Eduardo, volver a tener la vivencia con los lugares sagrados removió mi interior y no fueron pocas las veces que me llené de gozo. En la Gruta de la Anunciación, en Nazaret, dos lágrimas rodaron por mis mejillas, recordando el sí de María y la misión de Jesús en beneficio de la humanidad; la Iglesia de la Natividad, en Belén, fue de mucha alegría al tocar el lugar donde nació Jesús; recuerdo el casi perfecto baile en las afueras.
Las veces que bajamos y subimos las callecitas, para visitar el Santo Sepulcro, en Jerusalén, fueron de mucho recogimiento, fortaleza espiritual por la comunión con Nuestro Señor en su Pasión, Muerte y grandemente en su Resurrección. El viacrucis con los compañeros cargando la Cruz, el cenáculo, sagrario de sus apariciones, el Monte de los Olivos, la dormición de la Virgen para ser asunta al cielo, la gruta de la leche.
Volver al Monte Tabor por una buena carretera y ver la linda Iglesia con su nave central y las capillas de Moisés y Elías fue muy impactante por la transfiguración, acontecimiento sublime en la vida de Jesús. Otro momento vivido fue su invitación a la terraza y el gesto de unirnos al grupo de hermanos africanos que alababan a Dios, resultó emocionante y transformador.
Definitivamente que nuestro caminar como cristianos católicos va acorde con la voluntad de Dios: usted con el ejercicio de su sacerdocio, el don de anfitrión, organizador y director fueron clave en la realización de este peregrinaje, que a pesar de las inseguridades que se viven por las luchas civiles, fue bendecido por Dios y recordado por siempre; yo encontré en las manos de mis familiares y compañeros, incluyendo las suyas y las del Padre Jorge, a las de Nuestro Señor que protectoras y amorosas dieron seguridad a mi caminar y a tomar mis alimentos por el temblor en mis manos. Así devolví abrazos de hermana agradecida a quienes querré y recordaré mientras viva.
Fue muy emotivo el bautizo en el río Jordán, el paseo en barco por el Mar de Galilea y recordar a Jesús ejerciendo gran parte de su ministerio: pesca milagrosa, caminando por las aguas, increpando al viento y al mar; Cafarnaúm, el Monte de las Bienaventuranzas.
No poco menos fue el oasis en el Mar Muerto, que a pesar del sol sofocante, fue la parte turística y divertida con el lodo, las aguas minerales; en donde usted no dejo a nadie sin flotar. ¡Qué experiencia!
Me gustó mucho recorrer la parte sur de Judea con los grandes desiertos de Aravá, Neguev, llegar a la frontera con Egipto y su gran Mar Rojo o de las Cañas, en la angostura de Israel, a pocos kms. con la frontera de Jordania, el Monte Sinaí que nos recuerda la historia de la salvación.
Fue impactante estar en el Observatorio marino, bajo las aguas del Mar, con sus espectaculares coralinas marinas que nos llevan a un fascinante mundo de peces, arbustos y árboles de todo tamaño, forma y colores. Es la divina creación de Dios.
No puedo dejar de admirar el desarrollo y crecimiento que ha tenido Israel con sus grandes ciudades, sus carreteras internacionales de primera, ese potencial humano que ha hecho productiva partes desérticas con su ingenio de reciclar el agua y hacer grandes lagos para sus famosos regadíos.
Me queda mucho por contar, pero prefiero dejar grabados los nombres del grupo: Padre Eduardo, Padre Jorge, Rafael, Pilar, María (la italiana) Jonny, María Esperanza, María (la cubana), María Encarna, Ramona, Martha y Claudia, Sara, de la Agencia, el conductor, Lino, Gloria, Susana, Nelly, Berta, Angélica, Veridiana, Gladys, Mariela, Sara y Briseida.
Antes de terminar confieso que el cansancio del día era fácil recuperar fuerzas con cremas, algo de sueño e ilusión de lo que nos deparaba el siguiente; con las misas y aquella de Eliat a la usanza de Jesús, cantos (Buenos días María) oraciones en el bus, explicaciones autorizadas por usted y los comentarios por los peregrinos.
Mi agradecimiento a la Agencia de Viajes y a usted por el alojamiento en Monasterios, hoteles, comidas, transporte; todo muy bueno. Para usted, Padre Eduardo, que Dios lo bendiga, le dé mucha salud y lo esperamos en Panamá.
Abrazos, Briseida.
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