Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 24 de agosto de 2013

La fe en santa Teresa de Jesús


El 24 de agosto de 1562 santa Teresa de Jesús fundó el convento de carmelitas descalzas de san José de Ávila. Ya hemos explicado cómo sucedió y hemos dedicado muchas entradas del blog a hablar de la vida y enseñanzas de santa Teresa. Hoy, en el contexto del año de la fe, solo quiero dedicar algunas líneas a este tema.

Dios Trinidad vive en el centro del alma, comunicándola su vida divina. Teresa nos ha dejado dos narraciones de cómo el conocimiento de esta verdad le llegó por vía mística (V 18,15 y 5M 1,10). En ambas repite el mismo esquema: la ignorancia inicial, la certeza presente, la verifica teológica y la alegría que le produjo el descubrimiento. 

La experiencia de la presencia de Dios en el más profundo centro del hombre se transformó en la piedra angular de la espiritualidad teresiana (y de su mensaje). La presencia divina que Teresa experimentó en el hondón del alma es dinámica y activa: Dios se dona al hombre. A un Dios que se dona debe responder un hombre que lo acoge.

Teresa descubrió que Dios no es una verdad que creer, sino una Persona viva con la que entrar en relación. Dios es donación, entrega; y no se da a nosotros porque somos buenos, sino porque Él es bueno: «Que Él no da sus gracias a algunos porque son más santos que los demás, sino que se las da para que se conozca su grandeza y para que nosotros le alabemos en sus criaturas» (1M 1,3). 

Para santa Teresa, la fe, si es verdadera, exige el encuentro en la oración con el Dios amador del hombre. Al mismo tiempo, la oración autentica no es un movimiento hacia uno mismo, sino un camino hacia la Persona que nos habita; no es una fuga de algo, sino la búsqueda de Alguien; no aislamiento, sino encuentro, relación viva entre Dios y el hombre.

Una fe meramente intelectual podría limitarse a creer que Dios existe y que lo que Él ha revelado es verdad; pero esto no basta: la fe debe ser cordial (palabra que proviene del corazón) y consiste en fiarse de un Dios que nos ama «hasta el extremo» (cf. Jn 13,1), hasta entregar a su propio Hijo «por nosotros» (cf. Gal 2,20).

Tomar conciencia de estas cosas facilita la perseverancia en el camino iniciado, a pesar de las dificultades y tentaciones del camino.

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