Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 23 de febrero de 2021

San Policarpo de Esmirna. 23 de febrero


San Policarpo fue discípulo de san Juan evangelista y maestro de san Ireneo de Lyon, que escribió: “Yo puedo mostrar el sitio en el que el bienaventurado Policarpo acostumbraba a sentarse a predicar. Todavía recuerdo la gravedad de su porte, la santidad de su persona, la majestad de su rostro y de sus movimientos, así como sus santas exhortaciones al pueblo. Todavía me parece oírle contar cómo había conversado con Juan y con muchos otros que vieron a Jesucristo, y repetir las palabras que había oído de ellos”.

Tenemos noticias de que escribió varias cartas a las Iglesias vecinas, pero solo se conserva una que mandó a los cristianos de Filipo hacia el año 130. Comienza así:

Policarpo y los presbíteros que están con él, a la Iglesia de Dios que habita como extranjera en Filipos: que la misericordia y la paz les sean dadas en plenitud por Dios todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador.

Me alegré mucho con ustedes, en nuestro Señor Jesucristo, cuando recibieron a quienes son imagen de la verdadera caridad, y acompañaron, como debían hacerlo, a aquellos que estaban encadenados por ataduras dignas de los santos, que son las diademas de quienes han sido verdaderamente elegidos por Dios nuestro Señor.

Y me alegré de que la raíz vigorosa de su fe, de la que se habla desde tiempos antiguos, permanece hasta ahora y da frutos en nuestro Señor Jesucristo, que aceptó por nuestros pecados llegar hasta la muerte; y Dios lo resucitó librándolo de los sufrimientos del infierno.

Sin verlo, ustedes creen en él, con un gozo inefable y glorioso (1Pe 1,8) al cual muchos desean llegar, y ustedes saben que han sido salvados por gracia, no por sus obras, sino por la voluntad de Dios por Jesucristo (Ef 2,5.8-9).

Por tanto, cíñanse sus cinturas y sirvan a Dios en el temor y la verdad (1Pe 1,13; cf. Sal 2,11) dejando a un lado las palabras falsas y el error de la multitud, creyendo en aquel que ha resucitado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, y le ha dado la gloria (1Pe 1,21), y un trono a su derecha.

A él está todo sometido, en el cielo y sobre la tierra (cf. Flp 2,10; 3,21); a él obedece todo lo que respira, él vendrá a juzgar a vivos y muertos (Hch 10,42), y Dios pedirá cuenta de su sangre a quienes no aceptan creer en él. Aquel que lo ha resucitado de entre los muertos, también nos resucitará a nosotros (2Cor 4,14), si hacemos su voluntad y caminamos en sus mandamientos, y si amamos lo que él amó, absteniéndonos de toda injusticia, arrogancia, amor al dinero, murmuración, falso testimonio, no devolviendo mal por mal, injuria por injuria (1Pe 3,9), golpe por golpe, maldición por maldición, acordándonos de lo que nos ha enseñado el Señor, que dice: "No juzguen, para no ser juzgados; perdonen y se les perdonará; hagan misericordia para recibir misericordia; la medida con que midan se usará también con ustedes, y bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de Dios"...

Pueden consultarla entera aquí:
https://www.primeroscristianos.com/wp-content/uploads/2017/02/carta_san_policarpo_a_filipenses.pdf

Los cristianos de Asia celebraban la Pascua el día 14 del mes de Nisán, el mismo día que los judíos (por eso se los llamaba "cuatordecimanos), mientras que los cristianos de Occidente la celebraban el domingo siguiente al 14 de Nisán. 

Por eso, hacia el año 155, san Policarpo viajó a Roma y se encontró con el papa Aniceto, para ponerse de acuerdo y celebrarla el mismo día. No lo consiguieron, pero decidieron no romper la comunión y conservar cada uno su costumbre. Más tarde, en el concilio se generalizó la fecha occidental y en el concilio de Nicea se estableció la manera de calcular la fecha de la Pascua.

San Policarpo vivió 86 años, algo extraño en aquella época, en la que muy pocos llegaban a ancianos. Sufrió martirio el 23 de febrero del año 156. Los cristianos de Esmirna escribieron una carta contando los acontecimientos relativos a su juicio y a su muerte, de la que entresaco algunas líneas:

San Policarpo fue llevado ante el procónsul, que le invitó a renegar de su fe para conservar su vida. El diálogo que mantuvieron fue este: Procónsul: - “Declara que el César es el Señor”. 
Policarpo: - “Yo solo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios”. 
Procónsul: - “¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncia a Cristo y salvarás tu vida”. 
Policarpo: - “Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y él nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a él ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo”.
Procónsul: - “Si no adoras al César y sigues adorando a Cristo, te condenaré a las llamas”. 
Policarpo: - “Me amenazas con fuego, que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno, que nunca se apaga”.

Pueden leer la carta entera aquí:

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