Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 16 de septiembre de 2019

Novena en honor de la Virgen de la Merced


Salutación inicial: Señor, Dios nuestro, que en tu providencia quisiste que la Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, compartiese nuestras alegrías y nuestros sufrimientos, por la intercesión de Nuestra Señora de la Merced, consuelo de los afligidos y libertadora de los cautivos, concede a los que sufren dificultades y contradicciones la paz del alma y la libertad de los hijos de Dios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Santa María de la Merced, madre de misericordia y refugio de los pecadores, intercede por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura bíblica: Del evangelio según san Lucas (1,33.51). María y José «estaban admirados de lo que se decía del niño. Su madre lo conservaba todo en el corazón».

Reflexión: Una «novena» son nueve días de oración y reflexión en honor de un santo o como preparación para una fiesta. Hoy comenzamos la novena en honor de la Virgen de la Merced, cuya fiesta se celebra el 24 de septiembre. En estos nueve días reflexionaremos sobre la vida de la Virgen María, para aprender de ella a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Santa Teresita del Niño Jesús dice en sus escritos que no le gustaban las vidas «imaginadas» de María. No necesitaba oír hablar de sus «privilegios» para amarla. Afirma que le gustaba más contemplarla como madre que como reina y que lo que más le admiraba es que la Virgen vivió con humildad y sencillez las virtudes cotidianas: la laboriosidad, la servicialidad, la escucha... y, sobre todo, la fe. No le interesaban las exageraciones que contaban los predicadores cuando hablaban de los privilegios de María. Por eso afirmó: 

«Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida imaginaria; y estoy segura de que su vida real fue extremadamente sencilla. Nos la presentan inaccesible, habría que presentarla imitable, hacer resaltar sus virtudes, decir que ella vivía de fe igual que nosotros, probarlo por el evangelio. Sabemos muy bien que la Santísima Virgen es la reina del cielo y de la tierra, pero es más madre que reina». 

A santa Teresita le bastaba lo que dice el evangelio: que María fue una mujer sencilla, modelo de fe y de servicio, perfecta discípula de Jesús y ejemplo de vida para los creyentes. Nosotros también queremos profundizar a lo largo de estos días en las enseñanzas del evangelio.

Pidamos a María que nos ayude a profundizar en las enseñanzas de Jesús y a ponerlas en práctica, haciendo siempre lo que él nos diga (cf. Jn 2,5).

Invocaciones:

MADRE BENDITA DE LA MECED, perfúmanos en el alma y en el cuerpo, para que seamos buen olor de Cristo en medio de nuestros hermanos. Dios te salve, María…

MADRE BENDITA DE LA MECED, conduce nuestra barquilla en el mar de la vida hasta que lleguemos a las playas luminosas de la Patria. Dios te salve, María…

MADRE BENDITA DE LA MECED, que un día gocemos de tu compañía en la eternidad y proclamemos contigo la grandeza del Señor, porque el Poderoso hizo en ti maravillas. Dios te salve, María…

(Ponemos en las manos de Jesús y de María nuestras intenciones y necesidades en esta novena)

Letanías:

Santa María, madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros.
Alegría de Israel, ruega por nosotros.
Gloria de Jerusalén, ruega por nosotros.
Honor de nuestro pueblo, ruega por nosotros.
Sierva del Señor, ruega por nosotros.
Virgen sencilla y humilde, ruega por nosotros.
Modelo de entrega a Dios, ruega por nosotros.
Peregrina de la fe, ruega por nosotros.
Madre de la esperanza, ruega por nosotros.
Madre de misericordia, ruega por nosotros.

Oración final: Padre santo, te suplicamos que nos asista con su intercesión la santísima Virgen María, madre de las Mercedes y redentora de los cautivos, para que, guiados por su ejemplo y protección, podamos crecer cada día en la amistad con Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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