Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 9 de septiembre de 2019

Boris Cyrulnik y la resiliencia


Boris Cyrulnik nació en el seno de una familia judía. Sus padres fueron asesinados en un campo de concentración nazi, del que él logró huir cuando tenía 6 años. Tras la guerra, pasó por varios centros de acogida.

Según la psicología tradicional, estaba destinado a ser un "patito feo", condenado a convertirse en un delincuente o en un tarado, a causa de los traumas vividos en su infancia.

Pero él nunca se resignó y demostró que siempre podemos construir nuestra vida, ya que no estamos totalmente determinados por nuestros orígenes.

No aceptó su destino ni el de otros niños heridos, y por eso se consagró a demostrar que es posible sobrevivir a las desgracias y rehacer la vida: "En psicología nos habían enseñado que las personas quedaban formadas a partir de los cinco años. Los niños mayores de esa edad que tenían problemas eran abandonados a su suerte, se les desahuciaba y, efectivamente, estaban perdidos. Ahora las cosas han cambiado: sabemos que un niño maltratado puede sobrevivir sin traumas si no se le culpabiliza y se le presta apoyo".

Él afirma que, por muy grave que sea lo que haya sufrido un niño, con ayuda de otras personas y esfuerzo, puede superar los traumas y construir una personalidad equilibrada y feliz. Es lo que se ha dado en llamar "resiliencia".

La «resiliencia» es «la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas». (Diccionario de la lengua española DRAE). No se trata solo de «sobrevivir», de «resistir» a las desgracias, sino de superarlas, usándolas como un trampolín para crecer y mejorar.

La psicología ha tomado prestada de la física la palabra «resiliencia» que, en origen, es la capacidad que tienen algunos materiales para volver a su estado original después de haber recibido fuertes presiones capaces de deformarlos. Por ejemplo, una bola de espuma o de goma, que es apretada con fuerza, pero que vuelve a su forma anterior cuando la soltamos.

Lo mismo sucede con las personas que tienen que enfrentar situaciones negativas (pobreza extrema, enfermedades graves, malos tratos, abusos, pérdida de un ser querido, catástrofes naturales, guerras, etc.). En principio, todos tenemos la capacidad de reponernos. A la mayoría les cuesta mucho tiempo y esfuerzos, una minoría no lo consigue nunca (los sujetos «no-resilientes» o «asilientes») y otra minoría se repone rápidamente e incluso sale fortalecida de la prueba (los sujetos «pro-resilientes»).

Desde el final de la segunda guerra mundial, numerosos estudios psicológicos han intentado buscar las claves de estos procesos para poder ayudar más eficazmente a las víctimas: la «logoterapia», la «programación neurolingüística» y, en los últimos años, la «psicología positiva», que pretender centrarse en las capacidades y valores de los seres humanos (para potenciarlos), más que en sus debilidades y patologías (para sanarlas), como hace la psicología tradicional. De hecho, se ha visto que muchas debilidades se curan más fácilmente cuando se potencian los valores positivos. 

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