Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 10 de mayo de 2018

El uso de internet en la evangelización. Mi experiencia personal (2)


Dentro del segundo ciclo "Fe y religiosidad en internet" organizado por la diócesis de Zaragoza, hace dos días me pidieron que hablara de "El uso de internet en la evangelización. Mi experiencia personal". Pueden escucharla en el vídeo.

Como pueden ver, no me ciño al texto que preparé, Ayer les ofrecí el primer punto de mi escrito: "Introducción: el mundo está cambiando". Hoy les ofrezco el segundo punto: "Ahora es el tiempo de la gracia".

No queremos perder nuestras raíces, pero tampoco podemos quedarnos con las formas heredadas. Hay que seguir encarnando el evangelio en el momento histórico concreto que nos ha tocado vivir. La fidelidad no puede consistir en repetir los comportamientos de los que nos precedieron, sino en imitar sus actitudes ante las circunstancias que a ellos les tocó vivir, en ser audaces para responder a los retos que se nos presentan hoy, como ellos lo fueron para responder a los que se les presentaron en su momento.

En estos tiempos concretos no deberíamos limitarnos a recordar lo que Dios hizo en el pasado. Jesús afirma que su Padre trabaja siempre y que él mismo continúa trabajando (cf. Jn 5,17). Dios continúa su obra de amor en el mundo, en la Iglesia, en nuestras comunidades y en cada uno de nosotros. Santa Teresa de Jesús dice que «no se pueden agotar sus misericordias» (Vida 19,15). Y añade: «Ahora estamos en paz calzados y descalzos. No nos estorba nadie para servir a nuestro Señor. Por eso, hermanos y hermanas mías, [… démonos] prisa a servir a su Majestad. […] Ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor» (Fundaciones 29,32).

También san Juan de la Cruz afirma: «Siempre descubrió el Señor los tesoros de su Sabiduría y Espíritu a los mortales. Pero ahora que la malicia va descubriendo más su cara, más los descubre» (Dichos 1). San Juan de la Cruz está convencido de que la gracia y el amor de Dios no son cosas del pasado, sino que él sigue actuando siempre, también en nuestros días, e incluso más que en el pasado. No merece la pena malgastar el tiempo en lamentarse por lo mal que anda el mundo y cosas por el estilo. Dios sigue actuando y manifestando su gracia, por lo que lo verdaderamente urgente es descubrir su cercanía y acoger sus visitas, dejarnos llenar de su amor.

Pienso que esta es la primera tarea que tenemos los cristianos: descubrir las manifestaciones de Dios en el hoy que nos ha tocado vivir y ayudar a nuestros hermanos a hacerlo; desarrollar un espíritu verdaderamente contemplativo, para descubrir la salvación de Dios realmente presente «aquí y ahora», sin perdernos en añoranzas del pasado ni en conjeturas sobre el futuro. Recordemos que «contemplar» (en griego theôria) viene de «horao», mirar con atención para descubrir la presencia de Dios en todas las cosas y acontecimientos.

San Pablo tiene un texto especialmente significativo para lo que estamos tratando, que dice: «Os exhorto a no echar en saco roto la gracia de Dios. En efecto, dice el Señor: “En el tiempo favorable te escucho, en el tiempo de la salvación vengo en tu ayuda”. Pues mirad: Ahora es el tiempo favorable. Ahora es el tiempo de la salvación» (2Cor, 6,1ss). 

A veces tenemos la tentación de pensar que los tiempos pasados eran mejores, cuando las circunstancias externas eran más favorables al cristianismo, había más vocaciones y la religión era más respetada; pero el apóstol dice con claridad que «ahora es el tiempo favorable. Hoy es el día de la salvación». No ayer. No mañana. 

En estas circunstancias concretas que nos ha tocado vivir, el Señor nos ofrece su gracia y nos invita a su amistad. En cada momento de la historia hay personas que la acogen y personas que la rechazan. En cada generación hay quienes la hacen fructificar y quienes la desperdician. San Pablo no podía hacernos una advertencia más dura: «Os exhorto a no echar en saco roto la gracia de Dios». Efectivamente, podemos hacer vana la gracia de Dios en nuestras vidas concretas, en nuestra realidad histórica. ¿Cuántas gracias hemos recibido y desaprovechado? ¿Cuántas visitas del Señor hemos desatendido? ¿Cuántas energías hemos perdido en inútiles lamentos?

Les recuerdo que san Juan Pablo II invitaba a todos los cristianos a trabajar en «una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión». Aquí voy a tratar solo de un campo, uno de esos «nuevos areópagos» de los que habló a menudo Benedicto XVI. El papa Francisco, por su parte, continuamente nos invita a ser una «Iglesia en salida» y nos pide abandonar el viejo criterio: «porque siempre se ha hecho así».

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