Los carmelitas celebramos a santa Teresa de Jesús como solemnidad, por lo que las oraciones y lecturas de la misa son propias. La monición y oraciones pueden consultarlas en esta entrada. A continuación recojo las lecturas.
PRIMERA LECTURA
Supliqué y me fue dad la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y a su lado en nada tuve la riqueza. No le equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella es un poco de arena, y junto a ella la plata es como el barro. La quise más que a la salud y la belleza y la prefería a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
Que Dios me conceda hablar con conocimiento y tener pensamientos dignos de sus dones, porque él es el mentor de la sabiduría y el adalid de los sabios. En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, toda prudencia y toda inteligencia práctica.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
V/. Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.
R/. Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor. R/.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
y la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre. R/.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.
Porque el Señor Dios es sol y escudo,
el Señor da la gracia y la gloria;
y no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R/.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,14-17.26-27). El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
Hermanos: Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba! (Padre)».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo.
El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
El que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aleluya. El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan (7,14-18.37-39). Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me ha enviado.
A mitad de la fiesta, Jesús subió al templo y se puso a enseñar. Los judíos preguntaban extrañados: ― «¿Cómo es este tan instruido si no ha estudiado?».
Jesús les contestó: ― «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado; el que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios podrá apreciar si mi doctrina viene Dios o si hablo en mi nombre. Quien habla en su propio nombre busca su propia gloria; en cambio, el que busca la gloria del que lo ha enviado, ese es veraz y en él no hay injusticia».
El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: ― «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”».
Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en el. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
O bien: Lectura del santo Evangelio según san Juan (4,5-15a). Señor, dame esa agua.
En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dijo: ― «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dijo: ― «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó: ― «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dijo: ― «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó: ― «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dijo: ― «Señor, dame esa agua».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
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