Los carmelitas descalzos de la provincia ibérica de santa Teresa de Jesús estamos reunidos en capítulo provincial en Ávila. También lo están nuestros hermanos de la provincia de san Joaquín de Navarra en Larrea Amorebieta y nuestros hermanos de Portugal en Fátima. Además de evaluar la situación de las casas y de elegir a los animadores provinciales, tratamos otros argumentos referidos a nuestra vida y misión. Entre ellos, hoy hablaremos de "la misión compartida en el Carmelo" y estudiaremos el siguiente documento:
1. Retos contemporáneos para la Iglesia y el Carmelo
Estas palabras de santa Teresa de Jesús nos invitan a mirar hacia delante con esperanza, comprometiéndonos en la construcción de un futuro mejor, siendo protagonistas de nuestra historia, sabiendo que lo mejor está siempre por llegar, ya que caminamos hacia la Jerusalén celestial, que ya podemos pregustar, pero aún no poseemos en plenitud.
Hoy estamos convencidos de que la Iglesia solo puede renovarse conjugando una doble fidelidad: a sus orígenes (Jesús, el evangelio, las primeras comunidades) y al momento histórico concreto que nos toca vivir en cada época (con sus luces y sus sombras, sus alegrías y sus traumas). Esto sirve también para la familia carmelitana. Es lo que se ha denominado “fidelidad creativa”.
El Carmelo y la Iglesia siempre están en construcción y se identifican con la mujer vestida de sol que en cada generación tiene que dar a luz a Jesús, superando todos los obstáculos que se presentan en su camino. Esto es tarea de todos los cristianos, independientemente de su estado de vida concreto.
Desde el concilio Vaticano II, la teología y el magisterio de los papas han insistido en la “eclesiología de comunión”. A diferencia los tiempos anteriores, en los que se definía a la Iglesia como una “sociedad perfecta jerárquicamente organizada”, se optó por recuperar las imágenes bíblicas de “Pueblo de Dios” y “Cuerpo de Cristo” para referirse a la Iglesia. Así se subrayaba la igual dignidad de todos los creyentes y también que la misión de la Iglesia es responsabilidad de todos.
Lo que parecía una novedad, en realidad era la recuperación de la categoría teológica más antigua del cristianismo, que es la usada por el Nuevo Testamento y por los Santos Padres: la ley de la encarnación. El Señor ha entrado en nuestra historia concreta y nos pide a todos los creyentes que colaboremos con él en la salvación del mundo. Nosotros somos hoy “sus manos, sus labios, su cuerpo”, a través de los cuales él sigue bendiciendo, anunciando el evangelio y amando. Como santa Isabel de la Trinidad, estamos llamados a ser “como una humanidad suplementaria en la que él continúe su obra redentora”.
En ese contexto eclesial, la vida religiosa lleva años reflexionando sobre la fidelidad a sus orígenes y la inculturación en los distintos contextos socio-culturales contemporáneos. La fidelidad no puede consistir en repetir los comportamientos de los que nos precedieron, sino en imitar sus actitudes ante las distintas circunstancias que a ellos les tocó vivir, en ser audaces para responder a los retos que se nos presentan hoy, como ellos lo fueron para responder a los que se les presentaron en su momento.
También el Carmelo lleva años reflexionando sobre estos temas bajo distintos puntos de vista: el “aggiornamiento”, la “refundación”, el “recomenzar desde lo esencial”, la colaboración entre las distintas ramas de la familia, etc. En este sentido, son muchos los documentos que se han publicado en los años pasados desde diversas instancias de la Orden.
2. Carmelo en camino
Constatamos que hay un buen ambiente de respeto y colaboración en cuestiones puntuales entre las provincias o.c.d. de san Joaquín y santa Teresa, entre los frailes de la antigua observancia y los descalzos, entre las congregaciones apostólicas y los seglares. Pero estamos convencidos de que el Señor nos pide una mayor colaboración entre todos los que formamos esta gran familia, de manera que nuestra misión carismática en la Iglesia sea más eficaz.
3. Propuesta a los capítulos
4. Epílogo
Allí se reflexiona sobre “los nuevos caminos que nos interpelan” y se afirma: “El vino bueno y el vino nuevo se convierten en el símbolo de la manera de actuar y enseñar de Jesús, que no es posible contener en los odres viejos de esquemas religiosos rígidos, incapaces de abrirse a nuevas propuestas” (n. 2).
Y más adelante: “No es tarea fácil pasar de un simple administrar realidades bien conocidas a guiar hacia metas e ideales con una convicción que engendre una verdadera confianza. Esto supone no contentarse con estrategias de mero sobrevivir, sino que exige la libertad necesaria para acometer procesos, tal y como nos sigue recordando el papa Francisco” (n. 8).
Por último, en la conclusión, el documento dice: “ El vino nuevo exige la capacidad de ir más allá de los modelos heredados, para apreciar las novedades que el Espíritu suscita, acogerlas con gratitud y custodiarlas hasta que fermenten del todo más allá de la provisionalidad. También el vestido nuevo del que habla Jesús en la misma parábola evangélica, ha sido confeccionado a través de fases diversas de actualización y ha llegado el momento de llevarlo con alegría, en medio del pueblo de los creyentes” (n. 55).
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