Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 7 de julio de 2016

La Virgen del Carmen y algunos santos carmelitas


Cada año, al llegar el mes de julio, el prior general de los frailes carmelitas de la antigua observancia (o.carm.) envía una carta a toda la Orden en la que reflexiona sobre la presencia de la Virgen María en nuestra vida. La de este año habla de algunas enseñanzas sobre la Virgen de santa María Magdalena de Pazzi, el beato Bautista Mantuano y el beato Tito Brandsma.

Otros años también las he publicado en el blog. En los siguientes enlaces pueden leer la de 2013: "La Virgen del Carmen y los que sufren", la de 2014: "La Virgen del Carmen y la belleza", la de 2015: "Carta sobre la fiesta de la Virgen del Carmen" (en la que habla de santa Teresa de Jesús, el año de la vida consagrada, san Simón Stock y monseñor Romero).

Queridos hermanos y hermanas en el Carmelo: Como todos los años, nos disponemos a celebrar las fiestas en honor de la Virgen del Carmen, nuestra Madre y Hermana como nos gusta llamarla a los carmelitas, siguiendo una vieja tradición que se remonta hasta la Edad Media. 

Este año quisiera proponeros para vuestra reflexión la experiencia y la doctrina de tres grandes carmelitas de diferentes períodos de nuestra historia que, por motivos diversos, recordamos en este año: santa María Magdalena de Pazzi, el beato Bautista Mantuano y el beato Tito Brandsma. 

Los tres -cada uno con un lenguaje diverso, con un trasfondo mariológico distinto, con una sensibilidad con diferentes acentos- han subrayado esa dimensión fundamental del carisma carmelitano: la devoción filial, honda, muchas veces poética a la Virgen María bajo la advocación del Carmelo. 

Ellos han enriquecido esa piedad y -lo que es más importante- la han vivido en diferentes momentos históricos con autenticidad y como un acicate de santidad. Ojala que también nosotros sepamos hacer nuestra propia lectura de esa piedad mariana para que ésta sea un revulsivo en nuestra vocación carmelita al servicio de la iglesia y del mundo.

El pasado 20 de marzo se cumplían 500 años de la muerte del Beato Bautista Mantuano, también conocido como “Spagnoli” por la nacionalidad de su padre. Bautista entró en la Orden en la congregación mantuana que estaba en su esplendor por aquellos años. Además de ser un excelente religioso y una figura prominente de la historia de nuestra Orden (llegó a ser Vicario General de dicha congregación reformada y, al final de su vida General de toda la Orden), así como una figura importante de la Iglesia de su época, “el mantuano” fue un gran literato que ha pasado a la historia como “el Virgilio cristiano”.

A lo largo de su obra poética y de su vida religiosa, Bautista Mantuano fue siempre un cantor de María. A ella dedicó los sublimes versos poéticos que encontramos en su obra La Partenice mariana

El beato fue un enamorado del título Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo que los carmelitas venimos usando desde tiempos inmemoriales. Es un título hermosísimo que, bien interpretado, nos muestra una dimensión muy importante de la mariología y de la devoción mariana: María es nuestra Madre y también nuestra Hermana, que nos acompaña en el camino de la vida hacia el Padre. Ella acompañó a su Hijo Jesús, muchas veces desde un segundo plano, con gran humildad, pero también con la fidelidad que la condujo incluso a los pies de la cruz y a permanecer junto a la iglesia naciente que esperaba la venida del Espíritu.

Que María nos ayude a ser compañeros de camino de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Que ella, Nuestra Madre y Hermana, nos ayude a permanecer fieles en la sequela Christi,como verdaderos discípulos perseverantes y fieles. Y que, al final de nuestro caminar, podamos proclamar con gozo como el Beato Spagnoli, que se dirigía a la Virgen de este modo: “Tus senderos se cruzan ahora con los míos…”

A lo largo de este año se han multiplicado los actos y las celebraciones con motivo del 450º aniversario del nacimiento de Santa María Magdalena de Pazzi, la gran santa carmelita de Florencia que alcanzó las más altas cumbres de la mística. Nuestra carmelita, en el marco de su intensa vivencia mística, desarrolló una honda piedad mariana de profundas connotaciones espirituales y teologales. 

En varias ocasiones, la mística carmelita, utiliza la imagen de la “puerta” para referirse a María y a su papel en la historia de salvación. Maria es “aquella puerta por la que Dios ha entrado en la tierra y por la que nosotros entramos en la patria celeste” (Pobatione 2, 202) ¡Qué hermosa imagen para este año jubilar en el que el Papa Francisco nos invita a atravesar la puerta y a acercarnos al Dios de la misericordia!

En otras ocasiones se refiere a su monasterio como el habitáculo de María, la casa de María, proclamando así que el Carmelo, cada Carmelo, debe ser un humilde hogar en el que María nos acompaña y nos inspira. María Magdalena, con palabras encendidas, poéticas y audaces, se recrea en la belleza de María y nos invita a todos a entrar con gozo en ese habitáculo, a atravesar con plena confianza esa puerta que es María y a entrar en ese ámbito de la misericordia divina:

¡Cuán bella y pura eres María! Con tu mirada tú haces que el Verbo alegre a los ángeles, conforte a los pecadores y anime a los peregrinos (…). Desde el cielo, con tu mirada haces que, por así decir, Dios no sea Dios y que vaya mitigando su ira de modo que las criaturas aquí abajo se pregunten si Dios es tan potente y justo, viendo tanta misericordia que siempre que alguien se vuelve hacia él, lo espera de tal modo que, aún siendo un Dios justo y sustancia purísima, no se muestra tal sino que muestra más su misericordia. En la belleza de tus ojos, se goza todo el universo y se inclina el trono de la Santísima Trinidad…

Que María nos ayude a descubrir ese Dios misericordioso que nos espera amorosamente. Que Ella nos ayude también a ser sembradores y trasmisores de esa misericordia, especialmente hacia aquellos que más lo necesitan. Que los carmelitas sepamos irradiar esa misericordia de la que tanto necesita nuestro mundo, muchas veces frío y áspero.

Como quizás sepáis, se halla en curso el proceso de un presunto milagro atribuido a la intercesión del beato Tito Brandsma en la diócesis de Palm Beach en los Estados Unidos. 

El beato Tito supo vivir con pasión ese aspecto fundamental de nuestro carisma. En muchas ocasiones predicó y enseñó el verdadero sentido de esa piedad mariana que nos lleva a lo más hondo del Evangelio. 

En esta línea se expresó en cierta ocasión en 1932, cuando, antes de anunciar los actos conmemorativos del XV Centenario del Concilio de Éfeso, publicó una carta abierta dirigida a los hermanos protestantes en la que intentaba explicar el sentido que damos los católicos a estas celebraciones y mostraba su deseo (sinceramente ecuménico) de no herir ninguna sensibilidad. 

El beato Tito insistía en que una recta y sana devoción mariana no puede sino llevarnos al corazón de la vida cristiana y al misterio mismo de Cristo. Con ello, el carmelita holandés se anticipaba a lo que varias décadas más tarde afirmaría la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, cuando, tras recomendar encarecidamente el culto y la piedad a la Virgen Santísima, avisa:

Asimismo [el Sacrosanto Concilio] exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la divina palabra que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración (…), ilustren rectamente los dones y privilegios de la Bienaventurada Virgen, que siempre están referidos a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad, y, con diligencia, aparten todo aquello que sea de palabra, sea de obra, pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otros acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia (LG 67).

Una idea de hondas resonancias patrísticas, muy querida por el beato Tito, era que todos nosotros, como María, debemos ser de algún modo “portadores de Dios” (theotokos). De forma análoga, ciertamente, también los creyentes debemos esforzarnos para que Jesús y la Buena noticia del Evangelio lleguen a todos. Con nuestro testimonio de vida, con nuestra oración, con nuestras palabras… estamos llamados a ser portadores de Dios, desde la humildad y desde la autenticidad de vida. El beato Tito lo vivió de forma radical y heroica, hasta los momentos dramáticos que precedieron a su muerte en Dachau.

Que nosotros, carmelitas del siglo XXI, asumamos con entusiasmo, generosidad y creatividad ese reto: como María… ¡ser portadores de Dios!

Inspirados por estas figuras señeras de nuestra historia, dispongámonos a celebrar la fiesta de la Virgen del Carmen. Que Ella os acompañe y os guíe. ¡Muchas felicidades!

Con afecto fraterno: Fernando Millán Romeral O.Carm. Prior General. Pueden leerla entera aquí.

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