Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 16 de octubre de 2015

Luis y Celia, padres de santa Teresita


Luis Martin nació en Burdeos en 1823 donde su padre era militar, pero creció en Alençon. Aprendió relojería-joyería en Rennes, Estrasburgo y París. Quiso consagrarse a Dios en el monasterio del Gran San Bernardo, pero no le admitieron porque no sabía latín.

Abrió una relojería en Alençon. De los muchos relojes que fabricó se conservan varios, que son verdaderas obras de arte, muy valorados por su belleza.

Dividía su tiempo entre el trabajo, las lecturas espirituales, las reuniones de formación en un grupo católico, la ayuda a los necesitados en las Conferencias de San Vicente de Paúl y la pesca, que era su pasatiempo.

Su madre le habló de Celia con la que aprendía a hacer encajes. Se casaron en 1858. La familia vivió siempre en Alençon.

Al principio, Luis y Celia decidieron vivir la continencia en el matrimonio. El confesor les habló de la bondad del amor matrimonial, que forma parte del proyecto de Dios, por lo que cambiaron de opinión. Tuvieron nueve hijos, de los que murieron cuatro siendo pequeños (dos niños y dos niñas) y sobrevivieron cinco niñas que, con el tiempo, se hicieron todas religiosas. La más famosa es santa Teresita.

Celia Guérin  nació en 1831 en Gandelain, donde su padre, antiguo soldado, era gendarme. Estudió en un internado de monjas en Alençon. Quiso consagrarse a Dios en las Hermanas de la Caridad, que no la admitieron por tener una salud frágil.

Aprendió a hacer encaje de Alençon, que es muy fino y muy difícil de realizar. Lo hacía tan bien que pudo abrir un taller en el que enseñaba a aprendices y tenía varias obreras a su cargo. Ella unía las piezas de las trabajadoras y se reservaba los encargos más difíciles.

Sus trabajos eran tan finos que se hicieron famosos, llegando a ganar la medalla de plata en la Exposición de 1858. Siempre consideró a sus trabajadoras como miembros de su familia, por lo que la apreciaban y le confiaban sus penas y problemas, para los que siempre encontraba una manera de ayudar.

Al casarse, su marido cerró la relojería para ayudar a su mujer con la empresa familiar y con el cuidado de la casa y la educación de los hijos que iban naciendo.

Los esposos oraban juntos y participaban activamente en la vida eclesial de su ciudad, especialmente en las actividades que se organizaban para ayudar a los más necesitados, aunque también en los encuentros de formación religiosa y en los actos de piedad.

Vivieron ejemplarmente su vocación matrimonial, como esposos llenos de ternura y delicadeza, padres entregados a la educación humana y religiosa de sus hijas, trabajadores honestos, generosos en ayudar a los pobres y a la Iglesia en sus necesidades. Cultivaron en familia la vida de fe y piedad, practicando juntos la oración y la lectura de libros espirituales. 

Durante dos años sufrió mucho a causa de un cáncer de pecho. Escribió en una carta: "Si Dios quiere curarme, estaré  muy contenta porque, en el fondo deseo vivir; me cuesta dejar a mi marido y a mis hijas. Pero, por otra parte pienso: si no me curo será porque, quizá, será más útil que me vaya". Falleció en 1877.

Luis se trasladó con sus cinco hijas a Lisieux, donde vivía el hermano de Celia con su familia. Su cuñado Isidoro era farmacéutico y acogió a sus sobrinas como si fueran sus hijas.

Después de la entrada de Teresita en el Carmelo, se le manifestó una enfermedad neurológica, por lo que tuvo que ser internado en el psiquiátrico de Caen. Sus hijas Leonia y Celina lo cuidaron con afecto hasta su muerte en 1894.

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