Saludos desde Cádiz (España) para todos los lectores del blog. Querría compartir con ustedes lo que hemos vivido en nuestra reciente peregrinación a Roma y Tierra Santa, aunque soy consciente de que expresar con palabras lo vivido es muy difícil, por no decir imposible. Pero voy a intentarlo.
Al empezar nuestro viaje, las cuatro de Cádiz teníamos un poco de reparo, porque no conocíamos a nadie, menos al P. Eduardo. Al pisar Roma, nuestros temores se disiparon al encontrarnos en el aeropuerto con el maravilloso grupo de Panamá, que nos acogió de inmediato, al igual que después hicieron en el hotel los de El Salvador y República Dominicana.
De Roma me quedo sobre todo con la audiencia con el Papa Francisco. Fue una experiencia única, una alegría inmensa la que sentimos al verlo, al sentirlo tan cerca de nosotros y al escuchar esas palabras que tanto nos llenaron.
Llegamos a Israel... Jamás me hubiese imaginado lo que íbamos a vivir y sentir al pisar esas tierras. Un cúmulo de sentimientos que iban en aumento cada día.
En primer lugar recuerdo el cariño con que nos acogieron las hermanas carmelitas en las distintas casas que visitamos, siempre regalándonos sus palabras, su cariño y la mejor de sus sonrisas.
Stella Maris es un sitio especial para mi familia, por lo que la Virgen del Carmen significa para nosotras. Después llegaron la Basílica de la Anunciación, la de la Natividad, el lago de Tiberíades...
Pisar la tierra que nuestro Señor pisó y pasear por el lago donde Él predicó nos hacía sentir que nuestra fe crecía y crecía, que nos íbamos llenando de paz.
La renovación del bautismo en el Jordán fue otro de los momentos en que se ponía de manifiesto que Dios está presente entre nosotros. Nuestra alegría, nuestras canciones, nuestro entusiasmo al ser renovados por la misma agua con la que Él se bautizó.
¡Y qué decir del Huerto de los Olivos y de Getsemaní! Se respiraba paz por todos los sitios que visitamos.
Pero el sitio que más me emocionó fue el Santo Sepulcro. Al entrar en él sentí una mezcla de alegría por estar allí y de inmensa pena al recordar que allí estuvo su cuerpo muerto; no podía aguantar esa emoción tan fuerte. Tocar esa piedra, besar el lugar donde reposó su cuerpo, es algo que no se explicar con palabras. Solo puedo decir que es lo más fuerte que he sentido en mi vida.
Por cada capilla, por cada lugar de la basílica que visitábamos, se sentía su presencia llenando cada rincón... imposible de describir.
Recuerdo también el Vía Crucis, en el que todos compartimos el peso, aunque pequeño, de esa cruz que Jesús llevó por todos nosotros.
Hemos visitado tantos lugares, hemos aprendido tantas cosas, hemos compartido tantas experiencias hermosas… Pero, sobre todo, hemos encontrado tantos amigos que se han quedado en nuestros corazones y a los cuales me gustaría mandarles un abrazo muy grande desde España. Gracias por todas las atenciones y muestras de cariño que hemos recibido de ellos, del padre Espiri, del padre Ariadys y de Abel.
Y de ti ¡qué decir! Me faltan palabras para agradecerte haber contado con nosotras, dejarnos compartir contigo esta experiencia de fe que es lo que este viaje ha significado. Gracias por tus explicaciones, por tus reflexiones, por los momentos de oración tan intensos, por tu paciencia con nosotros cuando no hacíamos caso.
Alguien me dijo que había un antes y un después del viaje a Tierra Santa, ahora lo entiendo. Este viaje te cambia la vida, te hace verla de otra manera, hace crecer tu fe de una manera que no podías imaginar. Como tú nos dijiste, Jesús siempre camina a nuestro lado. Ahora que he vuelto estoy más segura que nunca de que Él está con nosotras y nunca nos deja solas.
Desde Cádiz envío un abrazo muy grande en nombre de las cuatro para todos nuestros compañeros de peregrinación y para todos los lectores del blog. María del Carmen Crespo.
Stella Maris es un sitio especial para mi familia, por lo que la Virgen del Carmen significa para nosotras. Después llegaron la Basílica de la Anunciación, la de la Natividad, el lago de Tiberíades...
Pisar la tierra que nuestro Señor pisó y pasear por el lago donde Él predicó nos hacía sentir que nuestra fe crecía y crecía, que nos íbamos llenando de paz.
La renovación del bautismo en el Jordán fue otro de los momentos en que se ponía de manifiesto que Dios está presente entre nosotros. Nuestra alegría, nuestras canciones, nuestro entusiasmo al ser renovados por la misma agua con la que Él se bautizó.
¡Y qué decir del Huerto de los Olivos y de Getsemaní! Se respiraba paz por todos los sitios que visitamos.
Pero el sitio que más me emocionó fue el Santo Sepulcro. Al entrar en él sentí una mezcla de alegría por estar allí y de inmensa pena al recordar que allí estuvo su cuerpo muerto; no podía aguantar esa emoción tan fuerte. Tocar esa piedra, besar el lugar donde reposó su cuerpo, es algo que no se explicar con palabras. Solo puedo decir que es lo más fuerte que he sentido en mi vida.
Por cada capilla, por cada lugar de la basílica que visitábamos, se sentía su presencia llenando cada rincón... imposible de describir.
Recuerdo también el Vía Crucis, en el que todos compartimos el peso, aunque pequeño, de esa cruz que Jesús llevó por todos nosotros.
Hemos visitado tantos lugares, hemos aprendido tantas cosas, hemos compartido tantas experiencias hermosas… Pero, sobre todo, hemos encontrado tantos amigos que se han quedado en nuestros corazones y a los cuales me gustaría mandarles un abrazo muy grande desde España. Gracias por todas las atenciones y muestras de cariño que hemos recibido de ellos, del padre Espiri, del padre Ariadys y de Abel.
Y de ti ¡qué decir! Me faltan palabras para agradecerte haber contado con nosotras, dejarnos compartir contigo esta experiencia de fe que es lo que este viaje ha significado. Gracias por tus explicaciones, por tus reflexiones, por los momentos de oración tan intensos, por tu paciencia con nosotros cuando no hacíamos caso.
Alguien me dijo que había un antes y un después del viaje a Tierra Santa, ahora lo entiendo. Este viaje te cambia la vida, te hace verla de otra manera, hace crecer tu fe de una manera que no podías imaginar. Como tú nos dijiste, Jesús siempre camina a nuestro lado. Ahora que he vuelto estoy más segura que nunca de que Él está con nosotras y nunca nos deja solas.
Desde Cádiz envío un abrazo muy grande en nombre de las cuatro para todos nuestros compañeros de peregrinación y para todos los lectores del blog. María del Carmen Crespo.
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