Soy una misionera de 41 años, que dejé a mis queridos padres para seguir a Jesús en la familia carmelitana hace ya 24 años, aunque me parece que fue ayer. Dejé mi tierra para servir a Jesús en los hermanos y no me arrepiento, al contrario, doy gracias a Dios porque me permite colaborar con Él en la extensión del Reino.
He aprendido tanto de Jesús que sé que ninguna ciencia puede abarcar todo su misterio. Sé que es un revolucionario del amor y de la ternura. Su palabra tumba los esquemas del poder, del tener y del placer.
En toda mi vida nunca había tenido la experiencia de hacer ejercicios espirituales durante la Semana Santa. Hasta ahora que la he vivido con el P. Eduardo. He gozado de los tiempos de oración, de las reflexiones y de las celebraciones tan pausadas y participadas.
Por eso he vivido estos días de una manera especial. Siento que he podido caminar con el pueblo de Israel, conociendo mejor su Pascua para vivir más intensamente la Pascua de Jesús. Pienso que es importante para todos los cristianos tener al menos una vez en la vida una Semana Santa así.
Los primeros días profundizamos en la doctrina de santa Teresa de Jesús. ¡Qué mujer! Otra revolucionaria del amor. Mujer que supo escuchar al Espíritu de Dios y ser ella misma con valentía, sin temores, consciente de que lo que no es de Dios "pasa aprisa y vuela".
En estos momentos me siento muy interpelada por el Señor y le pregunto, ¿qué esperas de mí de ahora en adelante? Sea lo que sea, solo quiero lo que tú quieras. Que mi actuar esté impregnado de tu sabiduría y de tu querer. Quiero servir, dar lo mejor de mí, sembrar amor allí donde me encuentre: en mi comunidad, en el trabajo, en mi apostolado, en la calle, en el templo...
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