La escritura es, desde muy antiguo, un acto de resistencia y una opción. También una manera de incorporarse a la historia, sobre todo cuando la historia parece negar un lugar propio. Por eso, escribir desde la condición de mujer, género excluido de los campos de poder e incluso de acción, hace más significativo el hecho y más relevante la resistencia. Lo mismo que hacerlo desde la condición de una raza que es objeto de exclusión y rechazo.
Una larga cadena de mujeres, que llega hasta nuestros días, ha escrito y escribe. Escribir desde el margen convierte la palabra en reivindicación, hace política. El margen femenino sigue siendo una orilla desde la que la palabra adquiere una resonancia singular.
Entre los eslabones de la cadena que mantiene la palabra, Teresa de Jesús es uno profundamente luminoso.
Teresa escribe porque desea entenderse a sí misma y que la entiendan. Para mostrar la verdad de su propia vida y no negar quién es. Querrá después, también, iluminar con su palabra, pero ¿por qué cuenta historias de mujeres?
Teresa está creando un espacio diferente y funda una nueva realidad. Cuenta historias para decir en voz alta que las mujeres son algo diferente de lo que cree el pensamiento dominante –pensamiento masculino– de su tiempo y para hacerles hueco en la historia. Escribe desde unas coordenadas culturales y una conciencia femenina distinta a la actual, pero al hacerlo reivindica una igual dignidad para hombres y mujeres. Es necesario recordar e insistir sobre la dolorosa situación de la mujer en infinidad de lugares, los abusos que sufre, la opresión a la que está sometida. La desigualdad existe y, sea del tipo que sea, es intrínsecamente violenta. Necesitamos seguir sumando eslabones, escribir y crear espacios de dignidad para todos.
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