Hoy celebramos la memoria litúrgica del beato Juan Soreth. o carm (1394-1471). Les presento un texto suyo sobre el amor a Cristo tomado de su libro Exposición parenética sobre la Regla carmelitana.
Querido hermano: Aprende de Cristo la manera de amarle. Aprende a amarle tiernamente con todo corazón, discretamente con toda el alma, firmemente con todas las fuerzas.
Ámale tiernamente para evitar seducciones, discretamente para precaver engaños, firmemente para superar abatimientos; de lo contrario, te verías apartado del amor de Dios y atraído por la vanidad del mundo y los placeres sensuales.
En lugar de tan bajos deleites, sea Cristo Sabiduría quien te seduzca para que puedas resistir las sugestiones del espíritu del error y la mentira. Sea Cristo Verdad quien te ilumine para no dejarte desalentar por las contrariedades. Sea Cristo, Poder de Dios, quien te conforte.
Afirma san Basilio que nos sentimos unidos por lazos de afecto y obligación con las personas que nos han hecho algún favor. Y ¿quién nos ha colmado tanto como Dios de bienes y favores? «Por eso –añade el santo– siento un inefable amor de Dios, más fácil de percibir que de expresar».
Afirma san Basilio que nos sentimos unidos por lazos de afecto y obligación con las personas que nos han hecho algún favor. Y ¿quién nos ha colmado tanto como Dios de bienes y favores? «Por eso –añade el santo– siento un inefable amor de Dios, más fácil de percibir que de expresar».
Ya que el Señor ha sembrado en nosotros la semilla de las virtudes, exige también, sin duda, su fructificación. Por consiguiente, que la caridad de Cristo inflame tu celo, su sabiduría te lo ilumine, su firmeza te lo consolide. Sea tu celo ardiente, discreto, indomable, así ni adolecerá de tibieza, ni le faltará discernimiento.
Ama, pues, al Señor tu Dios con el rebosante afecto de tu corazón. Ámalo con toda la vigilante discreción de tu alma o entendimiento. Ámalo, además, con todas las fuerzas, hasta perder el miedo a la muerte por su amor.
Que nuestro Señor Jesucristo embriague de suave ternura tu afectividad, y así te ahuyente los dulces incentivos de la vida carnal, y un deleite supere a otro deleite.
Pero que al mismo tiempo sea Cristo luz elemental para tu entendimiento y norte para tu corazón, con lo que lograrás no solo prevenirte contra las trampas engañosas de los herejes y defender tu fe de sus ardides, sino también evitar cautamente un celo excesivo e indiscreto en el trato con los demás.
Dios es Sabiduría y quiere que se le ame tiernamente, sí, pero también avisadamente; de otra manera el espíritu del error podría con demasiada facilidad burlar tu celo. Si no tienes en cuenta lo que parece aconsejar el buen sentido, te pesará, pues el astuto enemigo no utiliza estratagema más hábil para desalojar el amor del corazón, que la de hacerte andar en el amor con paso incauto e irreflexivo.
Dios es Sabiduría y quiere que se le ame tiernamente, sí, pero también avisadamente; de otra manera el espíritu del error podría con demasiada facilidad burlar tu celo. Si no tienes en cuenta lo que parece aconsejar el buen sentido, te pesará, pues el astuto enemigo no utiliza estratagema más hábil para desalojar el amor del corazón, que la de hacerte andar en el amor con paso incauto e irreflexivo.
Tu amor, por otra parte, ha de ser recio y firme, sin plegarse ante las amenazas ni sucumbir bajo las dificultades. Ama con todo el corazón, quien resiste a los halagos. Ama con toda el alma, quien se mantiene inabordable a las seducciones del error. Ama con todas las fuerzas, quien no se abate por las ofensas.
Luego se dice en la Regla, como sacando una consecuencia: Y al prójimo como a vosotros mismos, sobreentiéndase, améis. Quien ama a Dios, que ame también a su prójimo, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Luego se dice en la Regla, como sacando una consecuencia: Y al prójimo como a vosotros mismos, sobreentiéndase, améis. Quien ama a Dios, que ame también a su prójimo, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
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