Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 27 de agosto de 2019

Ciudad de México


Como todos ustedes saben, la ciudad de México es una de las más grandes del mundo, con más de veintidós millones de habitantes, más varios millones que forman una población flotante de turistas y mexicanos que acuden de distintas partes del país a visitar a sus familias, a médicos o a hacer trámites administrativos, etc.

El metro, por ejemplo, es usado cada día por más de seis millones de personas, que se desplazan afanosas de un extremo a otro de esta inmensa ciudad.

Hay tantos vehículos, que necesariamente circulan con lentitud o se paran del todo. La mayoría de la población pasa una media de cuatro horas al día subida en alguno de ellos, sean autobuses, taxis o carros privados. Dos horas para ir al trabajo y dos horas para volver. No queda mucho más tiempo para vivir.

En la ciudad de México se mezclan todas las razas, todos los olores, todos los sabores, todos los sonidos, todas las creencias, la riqueza y la pobreza, la belleza y la fealdad, el amor y la violencia. Por cierto, tiene ciento cincuenta museos y cuatro espacios distintos declarados patrimonio de la humanidad. No creo que ninguna otra ciudad del mundo alcance ese récord. 

Ninguna persona (ni los que viven allí) puede afirmar que conoce México, ya que no es una ciudad, sino una federación de municipios y barrios, cada uno con su identidad y peculiaridades. Hay zonas construidas sobre el terreno que antes ocupó un lago, otras sobre la lava de lo que fue un volcán, otras sobre inmensos depósitos de basura...

Solo hay dos lugares que todos los habitantes de la ciudad han visitado alguna vez en su vida: la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y la plaza de las tres culturas. Por lo demás cada uno se mueve en una o varias zonas concretas de la metrópoli, según sean sus intereses. O sus posibilidades, porque hay lugares exclusivos, que muy pocos pueden visitar, como los barrios Polanco o Bosque de las Lomas, donde las casas cuestan entre uno y cuatro millones de dólares.

Independientemente de dónde vivan, casi todos los "chilangos" (así llaman los del resto del país a los capitalinos) se quejan de la violencia injustificada y pocas veces castigada por la ley, de los robos, los asesinatos, las violaciones, la corrupción. No es lo único ni lo principal que ofrece la ciudad, pero sí es una de las primeras cosas de la que todos sus habitantes te hablan. También del tráfico y de la contaminación, que mata más personas que los cárteles de la droga.



Vista aérea de la ciudad inabarcable.



Catedral metropolitana, en la que todo es enorme: sus cuatro fachadas, sus cinco naves, sus dieciséis capillas, los órganos, etc.



Plaza de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, corazón de México, donde se conserva la tilma de Juan Diego con la imagen de la Virgen Morenita. Cada año es visitada por unos veinte millones de personas.



La mayoría de los mexicanos son fervorosos católicos, pero también los hay adoradores de la "santa muerte" y practicantes de otros cultos relacionados con la santería.



En el famoso estadio Azteca caben más de 100.000 espectadores.



Lujosos rascacielos en el barrio de Santa Fe.



Pobres asentamientos ilegales en el barrio de Ecatepec.



La famosa plaza de las tres culturas: india, española y mestiza, donde se encuentra la inscripción: 
EL 13 DE AGOSTO DE 1521,
HERÓICAMENTE DEFENDIDO POR CUAUHTEMOC,
CAYÓ TLATELOLCO EN PODER DE HERNÁN CORTÉS.
NO FUE TRIUNFO NI DERROTA,
FUE EL DOLOROSO NACIMIENTO DEL PUEBLO MESTIZO
QUE ES EL MÉXICO DE HOY.



El "Palacio postal" o "Quinta casa de correos" es uno de los muchos edificios de finales del siglo XIX y principios del XX, donde la abundancia de mármoles, cristaleras, bronces y dorados intentan impresionar a los visitantes (y lo consiguen).

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