Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 23 de febrero de 2017

La misión compartida en la Iglesia


Este fin de semana (25 y 26 de febrero) tendrá lugar en la casa natal de santa Teresa de Jesús en Ávila el encuentro de "Carmelo en camino", del que ya he hablado en este blog (se puede ver la información detallada en este enlace).

Como preparación, les comparto esta reflexión sobre la "misión compartida" del padre Pedro Tomás Navajas:

Presentación

Seguimos haciendo camino. Vemos a nuestro grupo con el oído espabilado para escuchar por dónde nos quiere llevar el Espíritu. Él nos marca los caminos, no se los marcamos nosotros. 
Oteamos juntos el futuro, buscamos juntos, discernimos, armonizamos continuidad y novedad. Proyectamos caminos nuevos para crecer y responder a las llamadas que el Espíritu hace al Carmelo en la sociedad actual. Nos enfrentamos a una seria responsabilidad carismática ante este nuevo ecosistema. 

A pesar de nuestras desconfianzas e interpretaciones diversas, el Espíritu nos está enseñando a los laicos y religiosos del Carmelo Teresiano una manera de pensar y obrar nuevas. Es lo que se ha llamado, desde hace varios años, misión compartida, “juntos somos más”. 

La misión compartida no es una suplencia ni una colaboración, es una propuesta que nace de la participación de los laicos en la vocación y misión. 

Poco a poco nos vamos atreviendo a decir que los laicos están en el corazón mismo del Carmelo, y que, religiosos y laicos, somos un nosotros. Detectar las amenazas que esta novedad genera en la práctica y combatirlas, siempre será una postura inteligente. 

¿Cómo entender una vida en común de laicos y religiosos cuando la misión lo hace necesario? 

Los laicos del Carmelo 

Surgidos en tantos lugares distintos, son expresión del gemido del Espíritu que sopla donde quiere. Gracias al discernimiento realizado durante años, han tomado conciencia de su madurez vocacional. 

A pesar de contar con una vivencia firme de su fe, buena formación teológica y espiritual, con un acentuado sentido de pertenencia, con un fuerte sentido de misión, su vinculación carismática dentro de la familia del Carmelo es poco visible. Se necesitan estructuras para crecer.  

De ahí que busquen una mayor visibilidad, una palabra carismática propia, en la que la experiencia, la interioridad, la comunión… sean vividas de forma original y creativa.  

Los laicos no acuden a los religiosos buscando migajas de espiritualidad, sino para participar corresponsablemente en la misión en una relación de comunión. “Estamos con vosotros en la misma misión”. 

Se trata de estrenar la consagración, la comunión y la misión. 

Llamados también a vivir los consejos evangélicos: disponibles para Dios, dependientes de solo Dios que llena plenamente; necesitados del amor de Dios; totalmente abiertos a la riqueza de Dios; prestos para escuchar la voz de Dios. 

Una nueva mentalidad en los religiosos 

Hay que decirlo una y otra vez: los religiosos no son dueños del carisma. “No se puede privatizar el carisma para el propio grupo” (Papa Francisco). Solo son administradores, y no únicos, de un carisma, que tiene como horizonte misionero el mundo, que está con dolores de parto.  

Este es tiempo de comunión, de alegría al ver que la belleza del Carmelo está tocando muchos corazones. “¡Ojala que todo el pueblo de Yahvé profetizara porque Yahvé les da su espíritu!” (Núm 11,25). 

De mirar a los laicos como destinatarios de una misión hay que pasar a verlos como compañeros en la misión. Del “para ellos” al “con nosotros”. Todavía hay muchas comunidades que se mantienen al margen de esta movida. Reto: incorporarse decididamente a este proyecto de comunión. “Estos han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros” (Hch 10,47). 

No es tiempo de mirar el pasado con nostalgia, tampoco de repartirse las tareas. La llegada de los laicos es un signo del Espíritu. Es hora de recuperar la secularidad como manera peculiar en la que se hace presente el carisma en el mundo. 

Y no se trata de aplicar a los laicos el carisma tal como se ha vivido y entendido durante siglos, sino de recuperar la originalidad y belleza del carisma del Carmelo Teresiano. Esto no es ruptura con la tradición, sino recreación de la misma.
   
Encuentro de laicos y religiosos 

El carisma es un camino para vivir el Evangelio, es lugar de encuentro para los religiosos y los laicos, una experiencia de comunión y de misión. La familia carismática no tiene que ser arrastrada por el grande sino ser una experiencia de comunión entre todos. En esta eclesiología de la comunión cada uno es signo para el otro.  

La misión nace del don gratuito de una vocación: “Llamó a los que quiso para ser enviados” (Mc 3,14). Por eso, la misión no es de los religiosos sino del Espíritu de Jesús que envía a anunciar la Buena Nueva del Evangelio en clave teresiano-sanjuanista. El Carmelo, al igual que la Iglesia, existe para evangelizar. 

La misión, eso sí, es compartida, ejercida de modo diverso y complementario. “Variedad de ministerios, pero unidad de misión”. Lo que sustenta la misión es el conocimiento experiencial del carisma de Teresa y Juan. 

Hoy se percibe el protagonismo de los laicos en una misión, que es de Dios. No se puede hacer oídos sordos a esta realidad. “La acción evangelizadora de los laicos está cambiando la vida eclesial” (RM 2). 

La misión de los laicos no tiene como objetivo entrar en los conventos, ni meterse en las anécdotas de la vida de los frailes, sino salir a las periferias. La misión es compartida porque nace de la experiencia vocacional de unos y otros. No es una colaboración por simpatía o amistad. Es algo mucho más hondo. Misión compartida no es solo trabajo compartido o la participación en un voluntariado, aunque lo implique. 

La misión compartida conlleva un entretejido de afectos que favorece una mutua confianza, al estilo de los discípulos de Jesús que vivieron una aventura divina, pero también humana, donde compartieron vida y amistad. 

La misión compartida no es solo trabajo, sino también relación personal, no solo palabras sino silencio y oración, no solo acción sino también contemplación.

La misión compartida necesita nuevos proyectos que respondan a las necesidades. Estamos a falta de comunidades de referencia, que reflejen una manera nueva de entender la misión. 

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