Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 12 de octubre de 2013

El feminismo de santa Teresa de Jesús


La globalización de la información a la que nos tiene acostumbrados internet nos permite conocer que en Arabia Saudita las mujeres tienen prohibido conducir un vehículo y que en otros países tienen vetado el acceso a la cultura e incluso que no pueden salir a la calle sin la compañía de un varón. 

Hay imágenes que nos hieren, porque nos hacen tomar conciencia de la condena que ser mujer significa en algunas regiones del planeta: por ejemplo, las mujeres afganas totalmente cubiertas por los burkas, pero aún más las escenas de niñas sometidas a mutilación genital en el norte de África y de mujeres lapidadas por adúlteras en diversos países de Oriente Medio.

Pero no todos tienen la sensibilidad necesaria para darse cuenta de la gravedad de estos comportamientos. Hay quienes los ven normales e incluso quienes los justifican como manifestaciones de una cultura determinada. 

Y no debemos olvidar que la situación del sexo femenino no ha sido muy distinta entre nosotros en otros tiempos y que todavía falta mucho para que se dé una igualdad real de derechos en la sociedad y en la Iglesia.

Si nosotros hemos llegado a comprender que estas cosas no son normales, a pesar de que sean habituales en muchos sitios, es gracias a la reflexión que muchas mujeres han realizado y a su lucha para conseguir una igualdad de oportunidades con los varones, que la sociedad les negaba.

En un mundo dominado por varones, Teresa de Jesús defendió el derecho de las mujeres a formarse y a decidir por sí mismas, creando espacios en los que podían ser autónomas y autogestionarse. 

Por medio de su palabra y de sus escritos, influyó notablemente en muchos contemporáneos suyos, que quedaron convencidos de sus razones: el teólogo Domingo Báñez, el inquisidor Francisco de Soto, su compañero de aventuras carmelitanas san Juan de la Cruz o incluso el gran humanista fray Luis de León, que fue el primer editor de sus obras.

Una vez que sus monasterios se multiplicaron por toda Europa y sus obras se tradujeron a los principales idiomas, su influencia no dejó de crecer, hasta llegar a ser declarada Doctora de la Iglesia en 1970. 

La primera mujer de la historia distinguida con este título, después de un larguísimo proceso, prolongado durante siglos, al que hasta entonces se había respondido siempre negativamente con la objeción: obstat sexus («lo impide el sexo»). 

Tras su declaración, solo tres mujeres más han recibido la misma distinción (santa Catalina de Siena, santa Teresa de Lisieux y santa Hildegarda de Bingen), lo que subraya aún más su originalidad.

Teresa de Jesús reúne en sí una actividad incansable de viajes, compras de casas, negociaciones para conseguir permisos… (que se recoge en el libro de las Fundaciones y en sus innumerables cartas) y una profunda vida interior que se desboca en un misticismo ardiente (que queda reflejado en el Castillo Interior). 

En ella se unen la introspección y el deseo de comunicación, la firme voluntad de realizar grandes empresas y la llaneza en el trato. Las enfermedades, los trabajos, las humillaciones y los desprecios no consiguieron nunca apagar su optimismo ni su buen humor.

Fray Luis de León en el prólogo de la edición príncipe de las obras de santa Teresa (año 1589) dice: «Yo no conocí, ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, pero ahora, que vive en el cielo, la conozco y veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros». 

Hoy, como entonces, quien quiera conocer el verdadero espíritu de esta mujer tiene dos caminos: la lectura de sus obras y el trato con sus hijas.

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