Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 29 de enero de 2013

Poesía de Horacio Martínez Briceño

Ya dedicamos esta entrada a un poema de un simpático seminarista venezolano que hoy comparte con nosotros otros dos. En el primero nos cuenta algo de su vocación y en el segundo nos dice cómo transcurre cada jornada en el seminario. Aprovechemos la ocasión para orar al Dueño de la mies, pidiéndole que envíe obreros a su mies.

Quisiste que te conociera
y que tu amor degustara,
quisiste que te encontrara
y que en los pobres te viera.

Quisiste que te siguiera 
y mi alma se turbó, 
pero no hubo manera 
de resistirme a tu voz. 

Gracias Señor quiero darte 
porque hoy estoy aquí, 
no he salido yo a buscarte 
sino viniste por mí.

Quiero en cada adoración 
recordar siempre mi historia, 
quiero que esta vocación 
me lleve un día a tu gloria.

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Para su nueva jornada comenzar, 
se está levantando el seminarista 
da gracias a Dios, se baña, se alista 
y baja a la capilla para rezar. 

Glorifica al Señor en el Sagrario 
y con sus hermanos va a desayunar, 
luego baja a clases, mucho ha de estudiar, 
pues para formarse entró al seminario. 

Vive alegremente el copado horario, 
hace deporte y reza el rosario, 
así íntegramente corre hacia la meta. 

Corona sus días con la Misa a diario 
y para concluir con su itinerario,
antes de dormir, reza las completas.

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