domingo, 17 de noviembre de 2019
La esperanza de los pobres nunca se frustrará
El tercer domingo de noviembre se celebra la jornada mundial de los pobres, conmemoración instituida por el papa Francisco hace solo tres años para sensibilizar a todos los creyentes con esta realidad, que no debería dejarnos indiferentes. En su mensaje para este año, afirma:
«La esperanza de los pobres nunca se frustrará» (Sal 9,19). Las palabras del salmo se presentan con una actualidad increíble. Ellas expresan una verdad profunda que la fe logra imprimir sobre todo en el corazón de los más pobres: devolver la esperanza perdida a causa de la injusticia, el sufrimiento y la precariedad de la vida.
El salmista describe la condición del pobre y la arrogancia del que lo oprime, e invoca el juicio de Dios para que se restablezca la justicia y se supere la iniquidad.
Este salmo se compuso en un momento de gran desarrollo económico que, como suele suceder, también produjo fuertes desequilibrios sociales. La iniquidad generó un numeroso grupo de indigentes, cuya condición parecía aún más dramática cuando se comparaba con la riqueza alcanzada por unos pocos privilegiados. El autor sagrado, observando esta situación, dibuja un cuadro lleno de realismo y verdad.
Era una época en la que la gente arrogante y sin ningún sentido de Dios perseguía a los pobres para apoderarse incluso de lo poco que tenían y reducirlos a la esclavitud. Hoy no es muy diferente. La crisis económica no ha impedido a muchos grupos de personas un enriquecimiento que con frecuencia aparece aún más anómalo si vemos en las calles de nuestras ciudades el ingente número de pobres que carecen de lo necesario y que en ocasiones son además maltratados y explotados.
No hay forma de eludir la llamada apremiante que la Sagrada Escritura confía a los pobres. Dondequiera que se mire, la Palabra de Dios indica que los pobres son aquellos que no disponen de lo necesario para vivir porque dependen de los demás. Ellos son el oprimido, el humilde, el que está postrado en tierra. Aun así, ante esta multitud innumerable de indigentes, Jesús no tuvo miedo de identificarse con cada uno de ellos: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Huir de esta identificación equivale a falsificar el evangelio y atenuar la revelación. El Dios que Jesús quiso revelar es este: un Padre generoso, misericordioso, inagotable en su bondad y gracia, que ofrece esperanza sobre todo a los que están desilusionados y privados de futuro.
A todas las comunidades cristianas y a cuantos sienten la necesidad de llevar esperanza y consuelo a los pobres, pido que se comprometan para que esta Jornada Mundial pueda reforzar en muchos la voluntad de colaborar activamente para que nadie se sienta privado de cercanía y solidaridad.
Pueden leer el mensaje completo en la página web del Vaticano, en este enlace.
Recojo un canto y oraciones para la ocasión aquí:
- Oraciones por los pobres y para pedir un corazón compasivo.
Les recuerdo las entradas y mensajes de los años pasados:
- 2018: «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34,7). El salmo habla de «este pobre», es decir, no de los pobres en general sino de un pobre bien determinado. El pobre en la Biblia es siempre una persona concreta o, en todo caso, una persona, nunca una categoría que queda en el trasfondo. La relación con los pobres debe ser personal, es decir, de persona a persona, sin ponerse en un pedestal frente al otro, ni tampoco más abajo. Es necesario descubrir la pobreza en la propia vida para sentir y comprender la pobreza en la historia de los demás.
- 2017: «No amemos de palabra sino con obras» (1Jn 3,18). Estas palabras del apóstol Juan expresan un imperativo que ningún cristiano puede ignorar. El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres.
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