Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 20 de abril de 2019

Dolorosa de Pedro de Mena


Se está celebrando en Málaga una magna exposición sobre Pedro de Mena. Entre las 62 esculturas expuestas está presente la Dolorosa de la imagen, perteneciente a las carmelitas descalzas de  Santa María del Corpus Chisti, de Alcalá de Henares. Es una talla de madera policromada, de 85 cm de altura.

Los artistas de la época seguían las disposiciones del concilio de Trento, que dejó explicitado cómo deberían ser representadas las imágenes:
-  Fieles a los textos bíblicos y al dogma.
-  Que inspirasen devoción.
-  Que fueran fácilmente identificadas.
-  Artísticamente realizadas.

Pedro de Mena (Granada 1628 - Málaga 1688) fue uno de los artífices de obras magistrales en su ciudad natal, así como en otras localidades donde vivió o para las que trabajó y ejerció una notable influencia.

Siguiendo las directrices conciliares, consiguió realizar obras maestras de un gran sentido estético, artístico y unción religiosa. Contribuyó a ello su preparación humanista y de escultor, que conllevaba un buen conocimiento de la Biblia, de los diferentes álbumes de grabados de variados países, que circulaban entre sus colegas como Alonso Cano, de quien fue discípulo. Sin olvidar el dominio de las técnicas artísticas, dibujo y manejo de la gubia y de las diferentes maderas, metales, cristal y demás complementos ornamentales.

Entre las obras de su madurez y peculiares del autor están las tallas de bustos del Ecce Homo y de la Dolorosa, dispersas por la geografía nacional, como la imagen de estudio. 

Está tallada con sumo esmero y detalle, como lo atestigua su rostro, las vestiduras y la disposición de los brazos, que se adelantan sobre el pecho y, cruza las manos en una sugerente actitud dramática, reveladora del martirio cruento de su Hijo.

La expresión de su rostro es de contenido, sereno y profundo dolor, fruto de su fe vivenciada, que se traduce en una fuerza interior que la mantiene erguida y, en un sí constante al designio divino.

La actitud nos desvela su participación activa en el proyecto salvador de su Hijo, como mediadora e intercesora.

Apreciamos que el fino y ovalado rostro de María tiene los ojos de cristal casi entornados, con restos de haber tenido pestañas naturales, y enrojecidos, al igual que las mejillas y la fina boca, más las lágrimas perdidas; la boca pequeña y entreabierta, todo refuerza la idea de sufrimiento contenido.

Contribuye a ello la postura girada hacia su derecha, más la disposición de los brazos adelantados sobre el pecho y las estilizadas manos cruzadas, anudadas, pero no crispadas.

Viste una túnica de color jacinto, muy al uso de Andalucía; de amplias mangas que dejan ver la camisa debajo. El cuello, ligeramente relevado y, las dobleces naturales de las mismas, son ejemplos elocuentes del dominio del artista que la talló y policromó. Debajo se aprecia una fina camisa, que nos descubre en sus ajustadas mangas y puños, los ojales perfilados por fino cordoncillo y los botones que las cierran.

Un amplio pañuelo de color crema cubre su cabeza y cae sobre hombros y pecho, que finaliza en forma de uve, con un notable plegado naturalista, que como flecha señala las manos como indicándonos la gran carga emotiva y simbólica de las mismas.

De color azul es el amplio manto de múltiples y naturales plegados, que toca su cabeza y cae suavemente por los hombros para terciar por delante y finalizar en el brazo izquierdo.

Las calidades textiles de los tejidos, por medio del tratamiento finísimo de las maderas, llegan hasta lo increíble, como apreciamos en el cuello, y el hecho de que la imagen esté hueca y realizada por varias piezas, son características propias del escultor Pedro de Mena.

Texto escrito po Mª Evangelina Muñoz Santos, consagrada estudiosa del arte y la historia de Alcalá.

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