Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 21 de julio de 2017

El libro del Éxodo


En la primera lectura de las misas de diario, las tres semanas pasadas leímos el ciclo de los patriarcas. El lunes de esta semana comenzamos a leer el libro del Éxodo, que presentamos brevemente en esta entrada.

El libro del Éxodo cuenta que Dios reveló su nombre a Moisés y se sirvió de él para liberar a Israel de la esclavitud de Egipto, venciendo sobre los enemigos que se oponían a su plan de salvación. 

Además explica que Dios condujo a su pueblo por el desierto durante cuarenta años, cuidando de él, alimentándolo, educándolo para que aprendiera a vivir en libertad, tratándolo como un pastor a su rebaño o, mejor aún, como un padre a su hijo. 

Especialmente se detiene en la alianza del Sinaí y en sus cláusulas: los diez mandamientos con sus distintas aplicaciones prácticas recogidas en el «código de la alianza». 

El libro también recoge los recuerdos del camino por el desierto: el acoso de los enemigos, los momentos de hambre y sed, la añoranza de las seguridades de Egipto, las dificultades que surgen en el ejercicio de la libertad, las dudas y tentaciones, los motines y rebeliones contra Moisés, la búsqueda de una organización social y religiosa para mantener unido al pueblo. 

La historia se desarrolla en tres escenarios: 

- Egipto (donde Dios manifiesta su poder derrotando a sus enemigos y sacando a su pueblo de la esclavitud «con mano fuerte»).

- El desierto (lugar de soledad, que favorece el encuentro con Dios, pero también lugar de prueba y tentación, donde se manifiesta el pecado de Israel y la misericordia de Dios).

- El monte Sinaí (donde Dios invita a Israel a sellar una alianza de mutua pertenencia, por la que él se compromete a ser «el Dios de Israel» e Israel se compromete a ser «el pueblo de Dios». El pueblo acepta y la alianza se sanciona con un ritual, que se renovará muchas veces en el futuro, especialmente en la celebración anual de la Pascua).

En la redacción final se habla de los tiempos de Moisés, pero se ve claramente que recoge tradiciones y costumbres posteriores, de las que se quieren explicar los orígenes: «Este mes será para vosotros el principal, será para vosotros el primer mes del año. […] Este día será memorable para vosotros, en él celebraréis fiesta al Señor. Ley perpetua para todas las generaciones. […] Cuando vuestros hijos os pregunten qué significa este rito, les responderéis: es el sacrificio de la Pascua del Señor. El pasó en Egipto, junto a las casas de los israelitas, hiriendo a los egipcios y protegiendo nuestras casas» (Éx 12,2ss).

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