Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 25 de enero de 2017

Domingo: día primero


Ya hemos dedicado varias entradas a hablar de la celebración cristiana del domingo y de sus raíces bíblicas. En concreto:

Celebración cristiana del domingo

El sábado judío, memoria de la creación

El sábado judío, memoria de la liberación

El sábado judío, promesa de vida eterna

Estudiemos ahora los nombres que la primera comunidad dio al domingo, para comprender su verdadero significado: día primero, día octavo y día del señor.

El «día primero». Al principio, los cristianos conservaron la denominación hebrea del domingo (Cf. Hch 20,7; 1Cor 16,2). En la Escritura, «día primero» hace referencia a la obra de Dios, iniciada con la creación de la luz (cf. Gén 1,3). 

Es importante recordar que un «día primero» de la semana dieron inicio los sacrificios y ofrendas en la tienda del encuentro, cumpliendo las normas dadas por Dios a Moisés (Cf. Núm 7,12). 

Los rabinos pusieron en relación los dos acontecimientos (inicio de la creación e inicio del culto judío), para hablar de la nobleza y singularidad de este día.

Pero los cristianos no pueden hacer referencia a la creación ignorando a Cristo, ya que «Dios ha creado todo por él y para él» (Col 1,16). Por lo tanto, él es su sentido, su clave de interpretación, tal como confiesa la Iglesia en el catecismo: «La creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de Dios, el comienzo de la historia de la salvación, que culmina en Cristo. Inversamente, el misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el misterio de la creación». 

De hecho, todas las obras de Dios corresponden a un proyecto eterno que se va realizando en el tiempo, del que la creación es solo el inicio. El proyecto salvador de Dios precede a la creación del mundo material. Por eso, los himnos cristológicos de san Pablo (Ef 1,3-14; Col 1,12-20) dicen que Cristo es la primicia de la creación, la idea por la cual es concebido el universo, su verdadero sentido. 

Al principio de todo, en el día primero, él ya estaba en el corazón del Padre como modelo y prototipo. En su resurrección, el Padre ha llevado a plenitud toda la historia, realizando su proyecto eterno. De manera que la creación del universo y la resurrección de Cristo están íntimamente relacionadas. 

Un himno del breviario español lo expresa con singular belleza: «Cristo, alegría del mundo […]. En el día primero / tu resurrección alegraba / el corazón del Padre. En el día primero / vio que todas las cosas eran buenas / porque participaban de tu gloria».

Profundicemos en este argumento, viendo las estrechas relaciones existentes entre el inicio del libro del Génesis (Gén 1-2) y el final del evangelio de Juan (Jn 19-20). 

En la vieja creación (Gén 1), el hombre fue creado el día sexto (viernes) como obra culminante del proyecto de Dios. También en viernes, Jesús fue presentado ante el pueblo como el hombre verdadero, aquel que refleja la imagen de Dios según su proyecto original, sin la contaminación del pecado: «Aquí tenéis al hombre» (Jn 19,5). Este mismo día murió Jesús, después de exclamar: «Todo está cumplido» (Jn 19,30). Efectivamente, toda la obra de la creación antigua, que había quedado concluida un viernes, llegó a su plenitud y a su final el Viernes Santo en el Calvario, cuando Cristo, en nombre de la creación entera, ofreció el verdadero sacrificio de su obediencia al Padre. 

Todo murió con Cristo y todo renació de su costado, de donde «brotó sangre y agua» (Jn 19,34). Agua y sangre hacen referencia a un parto: del costado de Cristo –nuevo Adán– que reposaba en la cruz, surgió la Iglesia –nueva Eva–, verdadera madre de los que viven, renovándose la obra de Dios, que al principio modeló a Eva del costado de Adán mientras este dormía (cf. Gén 2,22). 

De hecho, para hablar del corazón de Jesús traspasado en la cruz, san Juan usa el mismo término que el Génesis al hablar de la creación de Eva: «costado», aunque normalmente se traduzca por «costilla», que no es la palabra usada en la Escritura. El día séptimo, Dios descansó de su obra y Cristo reposó en el sepulcro. El día primero Dios hizo la luz, y Jesús surgió de la tumba como luz nueva que venció las tinieblas del pecado y de la muerte e inició la nueva creación. 


Con estas reflexiones, el día primero de la semana adquirió pleno sentido en el cristianismo primitivo. Los primeros cristianos relacionaron la primera creación y la resurrección, que la lleva a plenitud, tal como testimonia san Justino: «Celebramos esta reunión general el día del sol por ser el día primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y el día, también, en que Jesucristo nuestro Salvador resucitó de entre los muertos».

No hay comentarios:

Publicar un comentario