Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 13 de noviembre de 2017

Levantarse


Todavía resuena en mis oídos y en mi memoria la voz de mi madre para despertarme, madrugando siempre antes, diciendo mi nombre aún de noche en el invierno frío, para ir a clase o para estudiar... Siempre a regañadientes aceptaba volver al mundo de los despiertos, con lo bien que se estaba en la cama.

¡Qué momento tan significativo este del despertar, el del amanecer o del comienzo del día! Tú, ¿cómo te despiertas? ¿Cómo alzas tu vida y emprendes la aventura de una jornada nueva? No es siempre fácil, ¿verdad? 

En nuestro convento hay distintos momentos llenos de encanto, que no siempre me concedo vivir. Uno de esos momentos especiales es antes de salir el sol: Está amaneciendo, falta aún tiempo para que los hermanos vayan llegando a la capilla. No se oye nada en el patio. No tengo tampoco la suerte de ver el horizonte para contemplar la luz de la aurora. Descubro algún compañero en silencio y, en esos momentos, en torno a las 7 de la mañana... nos regalan el oído los primeros mirlos que rompen la noche, mirlos y otros pajarillos. 

Cuando aún la mayoría no se ha levantado, el simple canto de los pájaros se convierte en una invitación a cantar y volar. 

Y, hablando de aves raras que cantan, aunque no vuelen... sin deciros su nombre os cuento algo de su historia. Estuve a verla hace tres días. Vive hace muchos meses clavada en su cama. Desde la cama se hace la comida (la mesilla hace de cocina). Parece que en su casa nunca amaneciera, todo está muy triste. Ella siempre allí, pero se alegra tanto de que la visiten... 

Antes de irme, hago piruetas para poder darle un par de besos. Ella ha sacado de una caja el mantel que pintó hace tiempo con flores de colorines, con las que rompe el gris de su tristeza y amargura. En una esquina escribe la dedicatoria: Para el padre Miguel, con cariño... P. 

Hoy la recuerdo con vosotros. Esté donde esté, deseo que el Señor le pinte de colores la esperanza, y que le invite a bailar, y a dar un paseo por los campos del Señor.

Texto tomado del libro Amar no es acertar… Espiritualidad para náufragos, del padre Miguel Márquez Calle, o.c.d. Pueden adquirirlo aquí.

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