Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 15 de octubre de 2025

Inquieta y andariega. Santa Teresa de Jesús, maestra para nuestros días


En el corazón amurallado de Ávila, el 28 de marzo de 1515, nació Teresa de Cepeda y Ahumada, una niña que el tiempo conocería como Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia y maestra del espíritu. Aprendió a rezar en el regazo de su madre, a leer en una casa donde la fe y las letras eran tesoros, y soñó desde niña con el cielo, al que anhelaba ir “para siempre, siempre”, incluso a costa del martirio. Huérfana a los trece años, pidió a la Virgen que fuera su madre, y esa confianza en la protección de tan buena madre marcó toda su vida.

La juventud la desvió un tiempo con afectos humanos y sueños mundanos, pero en lo profundo seguía latiendo la sed de lo absoluto. En el internado de Santa María de Gracia maduró su vocación y, a los veinte años, tras huir de la casa paterna, ingresó en el Carmelo de La Encarnación. Allí comenzó su travesía interior, marcada por el contraste entre el amor de Dios y el amor del mundo. Una imagen de Cristo llagado y la gracia del Espíritu Santo la condujeron, entre 1554 y 1556, a su gran conversión, a una libertad nueva: la del corazón que ama sin reservas.

Convertida en Teresa de Jesús, su alma se abrió al misterio. Descubrió que Dios no es un juez lejano, sino un Amado que busca al alma con pasión, que “no se cansa de amar ni de perdonar” y que castiga nuestros pecados “con bendiciones aún mayores”. Quiso comunicarlo al mundo, pero no era tarea fácil: vivía en un siglo en que las mujeres apenas contaban, en que la Iglesia ardía en crisis y guerras, y en que el mundo parecía querer “tornar a crucificar a Cristo”. Teresa no se rindió. “No es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”, decía con fuego en la voz.

Se percató de que “el mundo está ardiendo” y se lanzó a hacer “lo poquito que podía”. En 1562 fundó en Ávila el convento de San José, pequeño, pobre y radicalmente evangélico. Allí soñó con comunidades sin clases ni privilegios, hermanas entregadas a la oración por el mundo, libres de apegos y centradas en lo esencial: la caridad, el desasimiento y la humildad. Frágil de salud pero invencible de espíritu, durante veinte años recorrió los caminos de Castilla y Andalucía, fundando diecisiete conventos de monjas y, con san Juan de la Cruz, varios de frailes.

No menos asombrosa fue su obra literaria. Comenzó a escribir a los 45 años y legó joyas inmortales como el «Libro de la vida», el «Camino de perfección» y «Las Moradas», en las que trazó el mapa del alma en su camino hacia Dios con una profundidad y una belleza que fray Luis de León consideró sin igual en la lengua castellana. Con ingenio y audacia sorteó la censura y reivindicó el derecho de las mujeres a pensar, formarse y decidir por sí mismas.

Teresa murió en Alba de Tormes en 1582, dejando tras de sí un surco luminoso. Beatificada en 1614, canonizada en 1622 y proclamada doctora de la Iglesia en 1970, sigue siendo hoy una voz profética: la de una mujer libre, apasionada por Dios, que nos enseña que el ser humano está hecho para lo infinito y que el Amado no se cansa nunca de buscarnos.

Quien lea sus obras o trate a sus hijas comprenderá que Teresa no pertenece al pasado: su palabra sigue ardiendo. Teresa de Jesús sigue viva allí donde un corazón se atreve a buscar a Dios con verdad.

2 comentarios:

  1. Muchísimas felicidades, P. Eduardo, en este día de Santa Teresa de Jesús, Reformadora del Carmelo, deseando que ella os proteja y guíe esos caminos por Roma en la fraternidad y amistad. Un abrazo.

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  2. Gracias padre Eduardo por compartir tan bella historia de Santa Teresa 🙏🏻♥️

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