Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 16 de octubre de 2025

Historia de Roma, la «Ciudad Eterna»


Roma es como un palimpsesto sagrado, donde cada piedra narra miles de años de presencia humana ininterrumpida, desde los antiguos poblados neolíticos en torno al Tíber hasta convertirse en el corazón del cristianismo. Más que una ciudad, es el testimonio vivo de la historia de Occidente.

LA CUNA DEL IMPERIO Y LA SEMILLA DE LA FE

La Roma legendaria, nacida del mito del amamantamiento de Rómulo y Remo, creció desde el Palatino hasta unificar las Siete Colinas. De monarquía pasó a república, y de república a un vasto Imperio que se extendió por tres continentes. Fue el «Caput Mundi», cabeza del mundo entonces conocido, con una red de calzadas, acueductos y leyes que maravillaron a su tiempo y aún hoy asombran. En su apogeo, sus foros, templos y anfiteatros daban testimonio de un poder terrenal sin parangón.

En el seno de aquella gloria pagana echó raíces la fe. Las catacumbas guardan el secreto de los primeros cristianos y de los mártires que regaron la ciudad con su sangre hasta el Edicto de Milán (313 d.C.). Entonces Constantino inició la construcción de las grandes basílicas, y la capital imperial comenzó a transformarse en el germen de la Roma cristiana.

Con la caída del Imperio de Occidente (476 d.C.), el poder imperial se desvaneció, y sobre sus ruinas nació el «Patrimonio de San Pedro», que con el tiempo daría origen a los Estados Pontificios. Desde entonces, la Iglesia comenzó a conducir un destino nuevo para la ciudad.

SOMBRAS, RESURGIR Y ESPERANZA

Roma sufrió las invasiones bárbaras —visigodos y vándalos, entre otros— y los saqueos, que redujeron sus infraestructuras y su población a la mínima expresión. 

El siglo XIV, marcado por la peste negra y el doloroso exilio de Aviñón, la sumió en el abandono y la desolación. Fue un tiempo de prueba, en el que las ruinas eran cicatrices más que monumentos.

Pero, como Cristo que emerge del sepulcro, Roma resurgió en el Renacimiento y el Barroco. Bajo el impulso de los papas, se convirtió en un faro de arte, cultura y espiritualidad. Genios como Miguel Ángel, Rafael y Bernini esculpieron su rostro eterno, llenándola de iglesias, plazas y fuentes que son verdaderas oraciones de mármol y travertino.

En la era contemporánea, tras la unificación de Italia (1870), la Ciudad Eterna se convirtió en capital del nuevo Estado italiano. La soberanía del papa quedó reducida al territorio del Vaticano tras los pactos de Letrán (1929), que sellaron una nueva etapa en su historia.

EL LEGADO PARA EL PEREGRINO

Hoy, peregrino, Roma te recibe como un milagro de supervivencia y una promesa de fe. No es solo el Coliseo y el Foro, sino el centro neurálgico del gobierno de la Iglesia universal, la sede del sucesor de Pedro y el hogar de numerosas universidades católicas y Órdenes religiosas.

La grandeza de sus antiguas villas, hoy transformadas en parques, como Villa Borghese, te recuerda que incluso en medio de la urbe la creación encuentra su espacio y su armonía.

Roma es un símbolo de que el espíritu es más fuerte que la materia. A pesar de los siglos de sombras y caídas, la Sede de Pedro permanece. Su legado es la capacidad de inspirar y de señalar que, aunque las obras humanas pasan, la fe nos guía hacia la ciudad eterna del cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario