Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 29 de mayo de 2012

Ecumenismo. Bautismo ortodoxo

El domingo participé en un bautismo en la Iglesia Ortodoxa Rumana. Se trataba de la hija de un señor que trabaja para mi convento y acudimos el prior y yo. El pope ortodoxo fue muy acojedor y puso un par de personas a nuestra disposición para que nos fueran traduciendo sus palabras. 

martes, 22 de mayo de 2012

Sobre la falta de vocaciones

Ayer prediqué una jornada de retiro a una comunidad de religiosas. Son pocas y muy ancianas; pertenecen a una congregación francesa que ha trabajado en las misiones al servicio de los más necesitados durante casi doscientos años. Últimamente han ido cerrando casi todas las casas y se han agrupado en dos o tres. La de Roma es la casa general. 

lunes, 21 de mayo de 2012

La humildad de Jesucristo

Ayer domingo prediqué el retiro mensual a los estudiantes del colegio internacional de los carmelitas descalzos en Roma. En la foto pueden ver la comunidad en la capilla. Durante la misa concelebraron los seis formadores y tuvimos servicio de diácono, acólitos, cantores con armonio y guitarra... 

viernes, 18 de mayo de 2012

Ecumenismo

Ayer participé en un encuentro de oración en el templo luterano alemán de Roma. Presidían 23 representantes de diversas denominaciones cristianas (incluído el obispo católico responsable de la zona, por supuesto). Una plegaria la dirigía un pastor luterano y otra un obispo griego ortodoxo, otra un metodista y otra un anglicano. 

miércoles, 16 de mayo de 2012

¿Qué es la espiritualidad cristiana?

Para los griegos, «espíritu» se opone a «materia», a «cuerpo». En la Biblia no es así; la ruah es la fuerza, el principio de acción que hay en Dios. No se opone a «cuerpo», sino a «carne», a la realidad terrestre del hombre, caracterizada por la debilidad y por su carácter perecedero: «El egipcio es un hombre y no un Dios y sus caballos son carne y no espíritu» (Is 31,3). La sanción del diluvio está preparada por la constatación de que los hombres quieren vivir solo de su propio principio terrestre: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, puesto que él es pura carne» (Gen 6,3).