Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 2 de noviembre de 2025

2 de noviembre – Conmemoración de los fieles difuntos. La muerte no es el final del camino


Hoy la Iglesia nos invita a mirar de frente el misterio de la muerte, no con miedo, sino con esperanza. Ayer celebrábamos a todos los santos, los que ya viven en la plenitud de Dios; hoy, en cambio, recordamos a todos los difuntos que aún necesitan ser purificados por el amor divino. Oramos por ellos con confianza, sabiendo que el Señor, que es misericordia infinita, no deja a ninguno fuera de su abrazo.

Jesús nos ha dicho que el Padre celestial “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven”. Estas palabras transforman nuestra mirada. Nos enseñan que la muerte no es el final, sino el paso hacia la Vida verdadera. 

En el diálogo con Marta, ante la tumba de Lázaro, Jesús pronuncia su gran promesa: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”. No habla de un futuro lejano, sino de una presencia actual: él es la Vida, y quien cree en él ya participa de ella, incluso entre lágrimas y sufrimientos.

Vivimos en una sociedad que esconde la muerte de su horizonte. Pero el evangelio nos invita a mirar más allá: a reconocer en la fragilidad el umbral de la eternidad. Cada pérdida, cada despedida, cada herida del alma puede ser ocasión para abrirnos al misterio de un amor más grande.

La fe en la resurrección nos consuela y nos compromete. Nos consuela, porque sabemos que quienes hemos amado no han desaparecido: su historia y su rostro permanecen en Dios. Nos compromete, porque ya desde ahora podemos vivir en comunión con ellos, amando como Cristo nos amó.

“Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna”. Estas palabras del Credo no son una fórmula vacía: son una declaración de esperanza. Confesamos que cada persona será resucitada con su propia identidad, purificada y glorificada. Dios no nos disuelve en el cosmos, sino que nos acoge en su intimidad sin borrar lo que somos.

Hoy, mientras encendemos una vela o depositamos una flor sobre la tumba de nuestros seres queridos, recordemos que la muerte no tiene la última palabra. Cristo ha vencido el sepulcro y nos llama, como a Lázaro, a salir de nuestras sombras y vivir.

“¿Crees esto?”, nos pregunta. Con Marta, respondemos: “Sí, Señor, creo que tú eres la resurrección y la vida”.

Les invito a escuchar una interpretación renovada del canto "La muerte no es el final", que se suele interpretar en los homenajes a los caídos.

Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza
por el hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la fe su esperanza.

En tu palabra confiamos
con la certeza que tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.

Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo
nos regalaste la vida,
como en Betania al amigo.

Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.

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