Hoy, el domingo se lee el evangelista del ciclo correspondiente; el lunes, la escena de la mujer que derrama perfume a los pies de Jesús como preparación para su sepultura (Jn 12,1-11); el martes, el anuncio de las traiciones de Pedro y Judas (Jn 13,21-38) y el miércoles se insiste en la de Judas (Mt 26,14-25).
Las primeras lecturas son sendos cantos del Siervo de Yavé, tomadas de Isaías.
Además, se usan los textos que tradicionalmente se reservaban para el tiempo de Pasión, especialmente el himno "Pange lingua", de Venancio Fortunato (s. VI), con la estrofa "Crux fidelis" de estribillo, que relaciona el árbol del Paraíso y el de la cruz, haciendo un resumen de la historia de la salvación en verso:
«¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!».
El antiguo prefacio de estos días (conservado en la misa del 14 de septiembre) contrapone el árbol del Paraíso y el de la cruz, la desobediencia de Adán y la obediencia de Cristo:
«Porque has puesto la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido por Cristo, Señor nuestro».
El prefacio actual recuerda la cercanía del Triduo Santo y su significado:
«Porque se acercan ya los días santos de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa: en ellos celebramos su triunfo sobre el poder de nuestro enemigo y renovamos el misterio de nuestra redención».
Tomado de mi libro Eduardo Sanz de Miguel, "La fe celebrada. Historia, teología y espiritualidad del año litúrgico en los escritos de Benedicto XVI", Burgos 2012, pp. 246-247.
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