Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 4 de noviembre de 2024

Haber visto la muerte cara a cara tantas veces me hace relativizar todo lo demás


Quinta Esquina. Entrevista. Eduardo Sanz de Miguel
«Haber visto la muerte cara a cara tantas veces me hace relativizar todo lo demás»
Pilar Pérez Soler. Heraldo - Diario de Soria, 03.11.2024


El titular podía haber sido otro. Sobre la fragilidad humana, que nos estalla en la cara con Valencia; lo complejo que es hablar de Dios en el siglo XXI; del avinagramiento social que se respira; o la singularidad de quien lleva muriéndose desde los 20 por una enfermedad degenerativa... Hablamos con Eduardo, carmelita descalzo, porque lo peta en RRSS (más de 8.000 seguidores en FB) y es bloguero. Y por todo lo anterior.

P. Nuestra respuesta ante los desastres naturales. A primera hora estaba en su blog. ¿Cuál es la suya?

R. Lo escribí ayer mismo (miércoles 30). He vivido en Valencia, allí he estudiado y tengo unas raíces muy fuertes. Nos descubren lo frágiles que somos, pensamos que podemos con todo y nos damos cuenta de que un virus o una dana como esta nos recuerdan una vez más nuestra fragilidad. Y esto nos ayuda a comprender que tenemos que vivir el momento presente, procurar una buena relación con la familia, con las personas que amamos, con el medio ambiente, y que no podemos dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.

P. Vamos, que nos pone en nuestro sitio.

R. Efectivamente. Es duro que sean estos acontecimientos los que nos lo tengan que recordar, pero a veces somos demasiado orgullosos. Pensamos que lo sabemos todo, que lo dominamos todo y que no necesitamos de nadie. Sin embargo, desde que nacemos necesitamos de los demás.

P. ¿De verdad sirve ahora rezar?

R. Siempre sirve rezar. Pero tenemos que saber qué es rezar. Rezar es abrir nuestro corazón ante Dios y a veces lo podemos abrir con agradecimiento, otras con súplica, con llanto y otras incluso sin palabras. Pero siempre es necesario abrir el corazón.

P. Hablar de Dios en el siglo XXI es... ¿qué es?

R. (Ríe, en bajo, como hacia adentro). Hablar de Dios en el siglo XXI es complejo, porque estamos en una sociedad postcristiana y nos encontramos en una sociedad donde las preguntas, los interrogantes clásicos del ser humano (quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos, cuál es el sentido de la existencia) parece que quedan descartados. Y, sin embargo, son los interrogantes más importantes para el ser humano. Hemos de ser conscientes de que en el siglo XXI se han multiplicado las depresiones en personas que no encuentran sentido a su existencia, y los suicidios. Cada año en torno a un millón de jóvenes se suicidan en Europa. Tienen estudios superiores y un nivel de vida relativamente fácil. La Teología consiste en hablar de Dios, sí, pero en el proyecto de Dios para nuestra vida. Podemos ser felices si nuestra vida tiene un sentido; si no lo tiene, tengamos lo que tengamos no seremos nunca felices. Y hoy es más necesario que nunca hablar de Dios y recuperar la espiritualidad.

P. Vamos a bajar a la calle. Cuénteme por qué lo peta en las redes sociales, con millones de visitas.

R. Es una historia larga. Cuando era estudiante de teología en Roma, no existían las redes ni Internet. Hablo de los últimos años 80. Escribía una carta mensual a las amistades de España sobre cómo me iba la vida, pero cada vez me pedían más personas que las añadiera a esa lista. Llegó un momento en que tenía más de 1.000 personas. Tenía que hacer fotocopias, pagar los sellos... Era algo exagerado. Cuando surgió el correo electrónico, empecé con él, pero había gente que cambiaba los correos y tenía que hacer un montón de envíos. Me iban diciendo 'oye, mándame tu reflexión mensual'. Y en cierto momento me decidí a abrir un blog. Tuvo muy buena acogida; al principio eran unos cientos los que entraban cada día, después miles de todo el mundo. Era a través de una plataforma de Google, creo, y cuando tenía creo que nueve millones de visitas, la plataforma desapareció. Y tuve que empezar de cero. Y ahora sigo y sí, son muchas las personas. Ahora la mayoría de visitas vienen a través de Facebook. Lo que ocurre es que cuando llegué a 5.000 contactos no me dejaba tener más y tuve que abrir una cuenta pública.

P. ¿Pero cómo alcanza un cura más de 8.000 seguidores en Facebook?

R. A mí me ha parecido algo normal porque esto es un proceso de años y años en que he ido escribiendo y ha habido gente que se ha ido interesando por las cosas que escrito. Sé que muchas de mis publicaciones se cogen y se republican en otros medios y llegan a más gente.

P. ¿A qué lo atribuye?, ¿a que el el mensaje está de moda (me da que no)?, ¿al envoltorio que utiliza?

R. No puede ser por el envoltorio porque el envoltorio es muy sencillo. Pones una foto... (Hablo del envoltorio como canal de difusión). Vamos a ver. He tenido ocasión de predicar en muchos países. Durante algún tiempo, la mitad del año vivía en Roma y daba cursos en la universidad que tenemos los carmelitas; y la otra mitad daba cursos en distintos lugares del mundo. He dado cursos muy diversos en países muy distintos entre sí, como Polonia, Egipto, Francia y en países americanos. La mayoría de las visitas que se reciben son del exterior, de personas a las que he dado cursos.

P. Ha dicho en alguna ocasión que tenemos un problema con el lenguaje, la Iglesia, quiero decir.

R. En realidad no es únicamente un problema de la Iglesia. Doy clases en la universidad y no somos capaces de transmitir ni conocimientos ni valores a los estudiantes. Están acostumbrados a la inmediatez de las redes, les cuesta mucho leer textos complejos. Si hay un problema de comunicación entre las generaciones que ya tenemos algunos años y los milenials, es natural que la Iglesia tenga el mismo problema. Nosotros utilizamos un lenguaje que ha ido construyéndose a lo largo de los siglos y milenios, heredero del lenguaje hebreo, de la Biblia, del Antiguo Testamento, del griego, de la filosofía, del derecho romano... Es cierto que hasta hace 50 años, todo el mundo podía entender las imágenes de retablos y cuadros de las iglesias. Hoy la mayoría de la gente no sabe identificarlos, ni por qué están representados de una manera o de otra. Si no saben entender el lenguaje del arte, mucho menos el de la teología y de las oraciones.

P. ¿Qué es hoy ser un carmelita descalzo?

R. Hoy como ayer ser un carmelita descalzo es ser un apasionado del infinito. Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz no se conformaron nunca con lo que ya sabían y poseían, con lo que ya podían dominar. Siempre quisieron profundizar en el conocimiento del misterio del alma humana y de Dios, que caminan de la mano. Entonces el carmelita desde siempre es una persona que cultiva la espiritualidad en su sentido amplio: la trascendencia, la belleza, la poesía, la literatura, la teología por supuesto. Todo lo que nos lleva más allá de lo que a primera vista podemos contemplar.

P. Estuvo en Lérida hasta hace tres o cuatro años. ¿Cómo es predicar en catalán?, ¿o no comulgaba? Entiéndame.

R. Vamos a ver, los años que he estado en Lérida celebraba misas en catalán, porque casi todas son en catalán. Pocas en castellano. Como he vivido en otros países y me he acostumbrado a hablar en otros idiomas, no me costó ningún esfuerzo el catalán. Tanto a los cursos como a las misas venían personas de distintas ideas políticas, también ultranacionalistas. Sabían que no comulgaba con esas ideas. Muchas veces hacía reflexiones sobre el problema que representa el nacionalismo excluyente y la gente me lo acogía bien. Me venían una persona cercana y capaz de escuchar los razonamientos de los demás.

P. ¿En qué debería cambiar el discurso la Iglesia, si cree que ha de hacerlo?

R. El problema no es cambiar el discurso, sino encontrar el lenguaje. Y ese problema no lo tiene solo la Iglesia, sino -como decía antes- toda la sociedad. No encontramos el lenguaje adecuado para comunicarnos con las generaciones más jóvenes, para poder dialogar con los que provienen de una cultura distinta... Encontrar el lenguaje adecuado no es sencillo, pero hay que esforzarse siempre por escuchar al otro y dialogar.

P. ¿En qué se diferencia de otros frailes? No hablo de Órdenes, hablo de Eduardo.

R. Eduardo es distinto de otros religiosos porque prácticamente desde los 20 años estoy muriéndome. Tengo una enfermedad degenerativa. Tengo el HLAB27+ y he pasado muchas temporadas en hospitales, perdiendo la vista, desplazándome en silla de ruedas, porque tengo una espondiloartritis anquilopoyética, síndrome de Crohn, osteoporosis... muchas otras cosas que me han llevado siempre a las puertas de la muerte. Y de vez en cuando se me activa la enfermedad y vuelvo a estar en esa misma situación. El haber visto la muerte cara a cara tantas veces me hace relativizar todo lo demás. Ya jovencísimo, la primera vez que estaba ingresado en el hospital y no sabían lo que tenía, no podía ni andar ni ver, recordaba siempre lo que había leído en san Juan de la Cruz: "De qué le sirve al hombre dar a Dios lo que no le pide, si no se da lo que él le pide". ¿Y qué pide? Que acojas con paz lo que llega, que cambies lo que puedas cambiar, que mejores lo que puedas mejorar, pero que aceptes con paz aquello que no has buscado, pero que no puedes cambiar. Entonces, bueno... mi actitud ante la vida es peculiar porque mi vida en ese sentido también es peculiar.

P. Cuélguese tres adjetivos.

R. Mi primer adjetivo es que soy cantarín. Toda mi familia ha sido música. Les ha encantado a mis abuelos, a mi madre, a mis tíos, a mis hermanos... Han tocado instrumentos. Yo me levanto cantando y me acuesto cantando. Es algo que llevo en el corazón. (Vamos, que no está en la Coral Federico Olmeda por poco). Canté en el Orfeón Hilarión Eslava durante mi infancia y juventud, en El Burgo de Osma. Y siempre he tenido mucha relación con la coral porque cantaba en El Carmen, de El Burgo. Toda mi vida he estado rodeado de músicos y me ha encantado la música.

El segundo es el que da identidad a mi vocación: soy una persona espiritual, en el sentido de que busco la trascendencia y me importan todas las manifestaciones espirituales del ser humano: literatura, arte, poesía. Al mismo tiempo que teología estudié arqueología en Roma. Me interesan todas las ciencias humanas.

Y en tercer lugar, aunque es el principal, pienso que soy una persona contemplativa, teniendo en cuenta que para los cristianos de los primeros siglos contemplativo significa 'el que sabe mirar más allá de las apariencias'.

P. Confiese qué le resulta más difícil de perdonar.

R. Cuando uno está satisfecho con uno mismo, una persona reconciliada con su historia, con su identidad, con su vida, no da importancia a las ofensas de los demás, ni a lo que hacen o dejan de hacer. El tema de perdonar siempre nos cuesta, pero cuando te das cuenta de que lo más valioso de tu vida no depende de lo que otros digan, hagan o dejen de hacer, procuras que el mal rato que te llevas por lo que te han hecho otros pase rápido. No sabría decir una cosa concreta, porque procuro que en mi vida el rencor no anide nunca.

P. ¿Cuántas veces le han llamado al orden?

R. Muchas, muchas veces me han tenido que llamar al orden, desde jovencito. Soy un hombre de muchas iniciativas, propongo hacer cosas; muchas veces me han llamado al orden porque hago esfuerzos que no son buenos para mi salud y entonces me riñen.

P. ¿Qué es lo peor de ser creyente?

R. (Repite, afirmando). Lo peor de ser creyente. Dice Unamuno que en lo más profundo del corazón, "en el sótano del corazón", dice literalmente, "todos llevamos un ateo escondido". Lo más profundo de ser creyente es confiar en Dios siempre, también en medio de las dificultades, contradicciones, sufrimientos.

P. Yo a veces veo mal vinagre, oiga.

R. Por desgracia nos hemos acostumbrado por un lado a quejarnos. Somos una sociedad que continuamente nos quejamos de todo, de las carreteras, de la Seguridad Social, de los políticos. He tenido la ocasión de vivir en Cuba, en países latinoamericanos, en el Caribe, en Venezuela. La mitad de la población mundial no tiene agua corriente ni electricidad en sus casas y nosotros, que tenemos todas esas ventajas, no dejamos de quejarnos. Y quizá por el exceso de queja, también se nos avinagra el carácter. Hay muchas personas que parece que el mal humor puede con ellos y cuando hablan parece que estuvieran enfadados y posiblemente lo estén.

P. Al escritor. Algunos de sus libros han sido traducidos al italiano, al inglés ¡y al árabe!

R. He dado algunos cursos en Israel, en Jordania, Egipto, porque los carmelitas descalzos estamos muy presentes en el Medio Oriente. De hecho, nosotros nacimos en la Tierra Santa y, además de en Israel, tenemos presencia en el Líbano y otros lugares de la zona. Y han traducido algunos escritos míos.

P. Oiga, que digo yo, ¿y qué pasa con quien no le sirva rezar?

R. (Silencio). Rezar siempre sirve, el problema es que a veces no nos damos cuenta de que lo necesitamos. Necesitamos el silencio y hay muchas personas que nunca hacen silencio en su vida; necesitamos la reflexión y hay muchas personas que no reflexionan en su vida; la oración, que no significa repetir fórmulas aprendidas, sino abrir el corazón. Hay personas que no sienten esa necesidad y a mí me resulta siempre un interrogante. ¿Cómo se puede vivir sin oración, sin espiritualidad, sin Dios? Es una pregunta para la que yo mismo no tengo respuesta.

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