José Manuel Montesinos interpreta este hermoso canto compuesto por él. Así explica lo que quiere transmitirnos: Este canto expresa la búsqueda de Dios, que se deja encontrar y se esconde ante el alma del cristiano. De este modo se propicia una maduración espiritual por parte de la persona, que así va evolucionando desde una etapa más infantil hasta la adultez de fe, esperanza y amor.
La experiencia se describe como un “juego” por parte de Dios. El lenguaje para hablar del proceso de fe siempre es insuficiente. Otros grandes poetas místicos han recurrido a imágenes de bodas, de caza, de navegación… en este caso el autor recurre, humildemente, a utilizar la experiencia del juego del escondite.
Dios quiere ser encontrado y se deja ver, pero enseguida exige una entrega en serio y que somete al cristiano a una profunda revisión de las reglas de juego.
Hay que estar dispuesto a derribar todo lo construido hasta un determinado momento, pues si no es imposible pasar a una nueva fase de más autenticidad.
me vas entrando dentro.
Tú: aquí…, ahí…, allí…, así
me sacas a tu encuentro.
¡Corre, corre, que te pillo!
Veo, veo… Cojo y ciego.
Mi Dios travieso, mi Dios travieso…
Ven, ven, ven, ven… ¡Ven! (BIS)
Oh Dios, oh Dios.
1. Si ayer me echaste hielo, hoy me inflamas.
Ensayas dardos, tiras a mi pecho.
Te comes cada ficha de mis damas.
Revuelves el castillo recién hecho.
2. Ahora, ¿qué perdón darás al fallo?
Ahora, di… ¿de qué irá tu juego?
Ahora, ¿dónde caerá tu rayo?
Ahora, ¿dónde prenderá tu fuego?
3. Te escondes y me das una sorpresa;
te guardas una pista del misterio
y esperas que la ponga yo en la mesa.
¿Me gastas una broma o vas en serio?
Mi Dios travieso, mi Dios travieso…
Ven, ven, ven… ¡Ven!
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