sábado, 27 de abril de 2024
La venerable María de Jesús de Ágreda (1602-1665)
Nacida en Ágreda en una familia muy religiosa. Su padre y dos hermanos se hicieron franciscanos, y ella, su madre y su hermana, concepcionistas en un convento que fundaron en su propia casa. Cuando la hicieron abadesa, construyó el convento actual, que se inauguró en 1633.
La iglesia conventual tiene tres retablos barrocos del siglo XVII, dedicados a santa Beatriz de Silva (fundadora de las concepcionistas), san Miguel y san Francisco de Asís. En un lateral se conserva una urna con los restos incorruptos de la venerable. En el museo se conservan cuadros, escritos y otros objetos de la venerable.
Fue consejera de Felipe IV (la visitó 3 veces y se escribieron más de 600 cartas, en las que aconsejaba al rey sobre todo tipo de cuestiones, no solo personales, filosóficas y espirituales, sino también políticas, diplomáticas e incluso militares).
Se la considera evangelizadora en Nuevo México, Arizona y Texas (USA), aunque nunca abandonó su monasterio. Tenía un gran celo por “salvar almas para el Señor” desde su más tierna edad.
«Paréceme que un día, después de haber recibido a nuestro Señor, me mostró Su Majestad todo el mundo, y conocí la variedad de cosas criadas; cuán admirable es el Señor en la universidad de la tierra; mostrábame con mucha claridad la multitud de criaturas y almas que había, y entre ellas cúan pocas que profesasen lo puro de la fe, y que entrasen por la puerta del bautismo a ser hijos de la santa Iglesia. Dividíase el corazón de ver que la copiosa redención no cayese sino sobre tan pocos. Conocía cumplido lo del Evangelio, que son muchos los llamados y pocos los escogidos… Entre tanta variedad de los que no profesaban y confesaban la fe, me declaró que la parte de criaturas que tenían mejor disposición para convertirse, y a que más su misericordia se inclinaba, eran los del Nuevo México y otros reinos remotos de hacia aquella parte. El manifestarme el Altísimo su voluntad en esto, fue mover mi ánimo con nuevos afectos de amor de Dios y del prójimo, y a clamar de lo íntimo de mi alma por aquellas almas».
Entre 1622 y 1625 se hizo presente al menos 500 veces en los territorios de los actuales estados de Nuevo México, Texas y Arizona en Estados Unidos. Los indígenas la llamaban «la dama de azul», por el manto celeste de concepcionista. Dos procesos inquisitoriales de 1631 y 1650 no encontraron explicación, pero la declararon inocente.
Conocida por sus escritos, especialmente la “Mística ciudad de Dios” (obra sobre la vida de la Virgen y su presencia en la historia de la salvación). Estos son otros títulos: “Escala ascética”, “Ejercicios cotidianos y doctrina para hacer las obras con mayor perfección”, “Conceptos y suspiros del corazón para alcanzar el verdadero fin del agrado del Esposo y Señor”, “Leyes de la esposa”, “Vida de la Virgen María”, etc.
«Después que María santísima se hubo despedido de los apóstoles les pidió que oraran junto con ella y así lo hicieron. En esta quietud descendió del cielo el Verbo humano en un trono de gloria, acompañado por todos los santos y ángeles, y se llenó de gloria toda la casa. La Madre adoró al Señor y le besó los pies, y postrada ante ellos, su Hijo santísimo le dio la bendición y en presencia de las cortes angélicas le dijo: “La hora de dejar esta vida mortal ha llegado, pasarás de este mundo a la gloria del Padre”. Luego los ángeles comenzaron con cánticos y música. María se reclinó en su lecho, […] cerró sus ojos y expiró. La enfermedad que le quitó la vida fue el amor, sin otro achaque ni accidente alguno. Aquella alma purísima pasó desde su cuerpo a la diestra y trono de su Hijo santísimo, y luego se encaminaron al cielo».
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