La Iglesia nos regala, una vez más, una Cuaresma, cuarenta días de preparación para la gran fiesta de los cristianos: la Pascua, la celebración del amor de Jesús, que es más grande que el pecado y que la muerte.
Otra vez se nos anuncia que tenemos una nueva oportunidad de convertirnos, de acoger la gracia de Dios, de vivir en su amistad.
Esto significa que no está todo perdido en mi vida ni en la historia de la humanidad. Dios sigue llamándonos y ofreciéndonos su amistad, suplicándonos que le abramos la puerta para entrar en nuestra vida y llenarnos de bendiciones.
No importa cuál sea nuestra situación actual ni los pecados que cargamos en nuestras conciencias. El Señor nos vuelve a invitar a su amistad, vuelve a ofrecernos una nueva oportunidad.
Como decía santa Teresa de Jesús: «Él no se cansa de perdonarnos, no nos cansemos nosotros de recibir su perdón». A ver si un día podemos decir como ella: «Bendito sea el Señor, que tanto me esperó. Antes me cansé yo de ofenderle que él de perdonarme».
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