Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 10 de noviembre de 2023

San León Magno. El misterioso intercambio entre nuestra pobreza y la riqueza de Dios


El 10 de noviembre celebramos la fiesta del papa san León Magno, que sirvió a la Iglesia de Roma con gran sabiduría y sensibilidad en el s. V. Se conservan muchos sermones y cartas escritos por él, así como varias oraciones litúrgicas, entre las que destaca la que compuso para el ofertorio de la misa de Navidad, que se sigue rezando en varias ocasiones durante el año litúrgico y dice así, en la traducción española:

«Acoge Señor nuestras ofrendas en este misterioso encuentro entre nuestra pobreza y tu grandeza: nosotros te ofrecemos los dones que tú mismo nos has nos has dado, y tú danos en cambio a ti mismo».

San León explica que, en Navidad, se produce un misterioso intercambio entre nuestra pobreza y la riqueza de Dios. Él asume lo nuestro (nuestra carne, nuestra debilidad) y nos da lo suyo (su vida eterna, su fortaleza).

Algo parecido sucede en cada eucaristía. Nosotros ofrecemos a Dios Padre nuestro pan y nuestro vino y él nos da en cambio a su Hijo Jesucristo.

El precioso canto italiano del vídeo recoge esa oración. Esta es la letra en italiano.

Accogli Signore i nostri doni
in questo misterioso incontro
tra la nostra povertà
e la tua grandezza.
Noi ti offriamo le cose
che tu stesso ci hai dato
e tu, in cambio, donaci
donaci te stesso.

De él escribió el papa Benedicto XVI:

El papa san León vivió en tiempos sumamente difíciles: las repetidas invasiones bárbaras, el progresivo debilitamiento de la autoridad imperial en Occidente y una larga crisis social habían obligado al obispo de Roma a asumir un papel destacado incluso en las vicisitudes civiles y políticas. Esto no impidió que aumentara la importancia y el prestigio de la Sede romana.

San León Magno supo estar cerca del pueblo y de los fieles con la acción pastoral y la predicación. Impulsó la caridad en una Roma afectada por las carestías, por la llegada de refugiados, por las injusticias y por la pobreza. Se enfrentó a las supersticiones paganas y a la acción de los grupos maniqueos. 

Vinculó la liturgia a la vida diaria de los cristianos: por ejemplo, uniendo la práctica del ayuno con la caridad y la limosna, sobre todo con motivo de las cuatro témporas, que marcan en el transcurso del año el cambio de las estaciones. En particular, enseñó que la liturgia cristiana no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino la actualización de realidades invisibles que actúan en la vida de cada uno.

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