Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 13 de noviembre de 2023

Versión poética del Cantar de los Cantares. Traducción de fray Luis de León (siglo XVI)


Traducción poética realizada por fray Luis de León en el s. XVI. Es una de las mejores que se han hecho a lo largo de los siglos, ya que conserva las ideas originales, así como las maneras de expresión propias del hebreo y la forma poética.

El autor explicó que solo quería transmitir la riqueza del texto bíblico, dejando a los lectores que hicieran su propia interpretación, aunque él respetaba las que habían hecho los santos padres y otras personalidades en los siglos anteriores.

Esta traducción le llevó a estar encerrado en la cárcel más de cuatro años, ya que sus enemigos le acusaron de despreciar la Biblia latina (la Vulgata) y de traducir desde el hebreo sin licencia. 

CAPÍTULO 1

Dice la esposa:

Bésame con tu boca a mí, mi amado;
son mas dulces que el vino tus amores.
Tu nombre es suave olor bien derramado
y no hay olor que iguale tus olores;
por eso las doncellas te han amado,
conociendo tus gracias y dulzores.
Llévame en pos de ti, y correremos;
no temas, que jamás nos cansaremos.

Mi Rey en su cuarto me ha metido,
donde juntos los dos nos holgaremos;
no habrá allí descuido, no habrá olvido,
los tus dulces amores cantaremos.
En ti se ocupará todo sentido,
de ti, por ti y en ti nos gozaremos;
que siendo sin igual tu hermosura,
a ti solo amará toda dulzura.

Morena soy, mas bella en lo escondido,
oh, hijas de Sion, y muy hermosa,
porque allí en lo interior no ha podido
estropearme el sol, ni dañar cosa.
A tiendas de Quedar me he parecido,
que lo que dentro está, es cosa preciosa:
velo de Salomón, que dentro encierra
la hermosura y belleza de la tierra.

Mi color natural bien blanco ha sido,
que aquesta tez morena me causara
el sol, que andando al campo me ha herido.
Fuerza de mis hermanos me forzara,
de aquellos que mi madre ha parido,
que las viñas de ellos yo guardara.
Guardé sus viñas con mucho cuidado,
y la mi propia viña no he guardado.

Dime, amor de mi alma, ¿dó apacientas
tu hermoso ganado y tu manada?
¿adónde haces tu siesta, dónde asientas?
¿dónde tienes tu albergue, y tu majada?
Que no es justo, mi Esposo, que consientas
que entre tantos pastores yo ande errada;
que en la tierra donde hay tantos pastores,
¿cómo podré yo hallar los mis amores?

Responde el esposo:

Si no sabes, bellísima pastora,
el valle, do apaciento mi ganado,
toma tus cabritos y a la hora
seguirán el camino más hollado;
caminando por él vendrás dó mora
el tu dulce pastor, y desposado;
allí podrán pacer los tus cabritos
entre los de los otros pastorcitos.

A la yegua de mi carro preciada
pareces en el brío, esposa mía:
bella, gentil, lozana, bien tallada
y lleno ese tu rostro de alegría;
tu mejilla está de perlas adornada
y el cuello con collar de pedrería;
zarcillos de oro fino te daremos
y un esmalte de plata les pondremos.

Dice la esposa:

Cuando estaba el rey mío en su reposo,
mi nardo dio su olor muy mas crecido.
Manojuelo de mirra es mi Esposo,
por eso entre mis pechos le he metido;
racimo de Ciprés muy oloroso,
que en viñas de Engadí se ha cogido.
Para mí quiero yo los sus olores,
pues sé que están en él los mis amores.

El esposo:

¡Oh, cómo eres hermosa, amiga mía!
¡Oh, cómo eres muy bella y muy graciosa!
tus ojos de paloma en la alegría.

La esposa:

¡Oh, dulce Esposo mío, que no hay cosa
que iguale a tu belleza y gallardía!
¡No hay cosa acá en la tierra así olorosa!
Nuestro lecho es florido, y la morada
de cedro y de ciprés está labrada.

CAPÍTULO 2

Esposa

Yo soy rosa del campo muy hermosa,
y azucena del valle muy preciada.

Esposo

Cual entre las espinas es la rosa,
así entre las doncellas es mi amada.

Esposa

Como es ver un manzano -extraña cosa-
entre robles y encinas, estimada,
así es a mí la vista de mi esposo,
que entre todos los hombres es gracioso.
Debajo de su sombra he deseado
sentarme, y me senté, y así he cogido
la hermosa y dulce fruta que él me ha dado;
la cual por su dulzor bien me ha sabido.

A la casa del vino me ha llevado
y su divino amor allí he sentido.
Cercadme de manzanas y de olores,
que herida y muy enferma estoy de amores.
La mano izquierda de mi amor yo quiero
para me reclinar, y esto me place.
presto, no se detenga, que me muero,
y con la su derecha, que me abrace.

Esposo

¡Oh, hijas de Sión! aquí os requiero
por cabra y corzo, que en el monte pace,
no despertéis mi amada, que ya duerme,
hasta que ella de suyo se recuerde.

Esposa

Voz de mi amado es esta; vedle, viene,
los montes y el collado atravesando;
ninguna sierra o monte le detiene,
las cabras y los corzos, semejando.
Vedle cómo ya llega y se detiene,
detrás de mi pared está acechando.
¿No veis cómo se asoma al agujero,
ya se quita y se pone muy ligero?
Me ha hablado mi amado y mi querido:

Esposo

Levántate del lecho, amiga mía,
vente conmigo, que el invierno es ido
y las flores nos muestran ya alegría;
el campo está muy bello y muy florido,
y el tiempo del podar se descubría;
voz de la tortolilla ha ya sonado,
despierta con su voz nuestro cuidado.

La higuera muestra ya el fruto sabroso,
las viñas que florecen, dan su olor;
levántate, que el tiempo es deleitoso,
y ven, paloma mía; ven, mi amor.
Gocemos de este campo tan hermoso,
que en aquellas peñas de mayor altor,
en unos agujeros escondidos
haremos nuestro albergue y nuestros nidos.

Descúbreme tu vista amable, y bella,
muéstrame tus facciones tan hermosas,
suene tu voz suave, hermosa estrella.

Esposa

Cazadme, dije yo, aquellas raposas,
las raposas pequeñas, que gran mella
hacen en mi viña las rabiosas;
a todas las tomad, haced que huyan,
antes que la mi viña me destruyan.
Mío es el esposo, mío, y muy amado,
y yo soy toda suya, y él me quiere.
De aquel que entre las flores su ganado
apacienta, seré mientras viviere.
Cuando las sombras huyan por el prado,
vendrás a mí, mi amor , si te pluguiere,
como la cabra o corzo bien ligero,
saltando por los montes, que te espero.

CAPÍTULO 3

Esposa

En mi lecho, por las noches he buscado
al que mi alma adora, y no le hallando,
torné a buscarle con mayor cuidado,
y saltando del lecho, suspirando,
entré por la ciudad, y he rodeado
las plazas y las calles caminando.
De tanto caminar, cansada estaba,
mas nunca pude hallar al que buscaba.

Halláronme los guardias, que rondando
andaban la ciudad en noche oscura;
y yo acerquéme a ellas, preguntando:
¿habéis visto a mi amado, por ventura?
Y desque un poco dellos alejando
me voy, hallé a mi amor y mi hermosura.
Túvelo yo abrazado y bien asido,
y en casa de mi madre lo he metido.

Oh, hijas de Sión, yo os ruego y pido,
por la cabra y el ciervo y el venado,
no hagáis bullicio alguno, ni ruïdo,
porque no despertéis mi dulce amado,
que sobre el lecho mío se ha dormido.
Esperad que él despierte de su grado;
juntaos aquí conmigo y velaremos,
y este su sueño dulce guardaremos.

Compañeras

¿Quién es esta, que sube del desierto
como columna bella y muy hermosa,
que el humo del incienso ha descubierto,
hasta dar en las nubes, olorosa?
El cielo de su olor lleno está cierto.
¡Oh, cómo es la su vista hermosa cosa!
la mirra y los perfumes olorosos
en ella muestran ser muy mas preciosos. 

Cercad bien con los ojos aquel lecho
del gran rey Salomón, tan adornado;
sesenta fuertes hombres muy de hecho
le tienen todo en torno rodeado,
hombres de gran valor y fuerte pecho,
y en armas cada cual bien enseñado.
Todos tienen al lado sus espadas
por temor de la noche y empuñadas.

Una morada bella ha edificado
para sí Salomón, de extraña hechura;
el su monte del Líbano ha cortado,
para de cedro hacer la cobertura;
de plata las columnas ha labrado
y el techo de oro fino, y la moldura
y el estrado, de púrpura adornado,
y en medio de él mi amor está asentado.

Esposa

Hijas de Sión, salid a porfía,
veréis a Salomón, rey coronado
con la corona rica, que en el día
de su gozo, su madre le había dado,
cuando con regocijo y alegría
conmigo desposó mi lindo amado.
Salid, veréis la cosa más hermosa
que el mundo tiene acá, y la más graciosa.

CAPÍTULO 4

Esposo

¡Oh, cómo eres hermosa, dulce amada! 
y tus ojos son bellos y graciosos,
como de una paloma muy preciada,
entre esos tus copetes tan hermosos;
tu cabello parece una manada
de cabras y cabritos, que gozosos
del monte Galaad vienen bajando,
el pelo todo liso y relumbrando.

Los tus hermosos dientes parecían
un rebaño de ovejas muy preciado,
las cuales de lavarse ya venían
del río, el vellón viejo trasquilado,
tan blancas, tan parejas, que se veían
paciendo por el campo y por el prado:
estéril entre todas no la había,
dos cordericos cada cual traía.

Hilo de carmesí bello y polido
son tus labios, y tu hablar gracioso;
tus mejillas a mí me han parecido
un casco de granada muy hermoso;
y ese blanco cuello liso y erguido,
castillo de David, fuerte y vistoso;
mil escudos en él están colgados,
las armas de los fuertes y estimados.

Tus pechos son dos blancos cabritillos
mellizos, que paciendo
están entre violetas tiernecillos,
en medio de las flores revolviendo.
Mientras las sombras huyen
y el día viene reluciendo,
voy al monte de mirra y al collado
del incienso, a cogerle muy preciado.

Del todo eres hermosa, amiga mía,
no tiene falta alguna tu hermosura,
del Líbano desciende, mi alegría,
vente para mí, y esa espesura
del Hermón y de Amán, que te tenía,
déjala de seguir, que es muy oscura,
donde se crían osos y leones
en las oscuras cuevas y rincones.

El corazón, Esposa, me has robado
en una sola vez que me miraste,
con el lazo de tu cuello le has atado.
¡Cuán dulce es el amor, con que me amaste!
mas sabroso que el vino muy preciado.
¡Oh cuán suave olor, que derramaste!
panal están tus labios destilando,
y en leche y miel tu lengua está nadando.

Tu vestido y arreo tan preciado
en su olor al del Líbano parece;
eres un huerto hermoso y bien cerrado
que ninguno le daña, ni le empesce;
fuente sellada, que quien la ha gustado
en el tu dulce amor luego enternece;
jardín todo plantado de granados,
de juncia, mirra, y nardos muy preciados.
Donde también el azafrán se cría,
canela, y cinamomo muy gracioso,
y toda suavidad de especiería,
y áloe, con todo lo oloroso.

Fuente eres de los huertos, alma mía,
pozo de vivas aguas muy sabroso,
que del Líbano bajan sosegadas
y en este pozo están muy reposadas.
Ya vuela, cierzo; ea, no aparezcas
por mi hermoso huerto, que he temor
que con tu dura fuerza me le empezcas,
llevándome mis frutos y mi olor.
Ven, ábrego, que ablandes y enternezcas
mis plantas y derrames el su olor.

Esposa

Venga a mi huerto y coja sus manzanas, 
mi amado, y comerá las muy tempranas.

CAPÍTULO 5

Esposo

Vine yo a mi huerto, hermana-esposa,
y ya cogí mi mirra y mis olores,
comí de mi panal la miel sabrosa,
bebí mi vino, leche y mis licores.
Venid, mis compañeros, que no es cosa
que dejéis de gustar tales dulzores:
bebed hasta embriagaros, que es suave
mi vino; el que más bebe, más le sabe.

Esposa

Yo duermo, al parecer, muy sin cuidado,
pero mi corazón está velando:
la voz de mi querido me ha llamado.

Esposo

Ábreme, amiga mía, que esperando
estoy como paloma ante tu puerta:
ábreme, que está el cielo lloviznando;
mi cabello, mi cabeza está mojada
de gotas de la noche, y rociada.

Esposa

Todas mis vestiduras me he quitado,
¿cómo me vestiré, que temo el frío?
y habiéndome también los pies lavado,
¿cómo me ensuciaré yo, amado mío?
Con su mano, mi Esposo ha probado
a abrir mi puerta con gran brío,
por entre los resquicios la ha metido,
el corazón en mí se ha estremecido.
Levantéme yo a abrirle muy ligera,
de mis manos la mirra destilaba.
Abríle, mas mi amor ya ido era;
busquéle, mas hallarle no he podido;
llaméle, pero no me ha respondido.
Halláronme las guardas, que en lo oscuro
de la noche velaban con cuidado,
hiriéronme también los que en el muro
velaban, y aun el manto me han quitado.
Oh, hijas de Sión, aquí os conjuro,
digáis, si acaso viéredes mi amado,
cuán enferma me tienen sus amores,
cuán triste y cuán amarga, y con dolores.

Compañeras

¿Quién es ese al que tú tanto amaste,
oh, hermosa sobre todas las mujeres,
aquel por quien así nos conjuraste?
Dinos las señas de él, si las supieres,
que aquel que con tal pena tú buscaste,
hermoso debe ser, pues tú le quieres.

Esposa

Mi amado es blanco, hermoso y colorado;
bandera entre millares ha llevado.
Su cabeza es de oro muy acendrado,
son crespos y muy negros sus cabellos,
los ojos de paloma de mi amado
son grandes, claros, graciosos y muy bellos,
de paloma que en leche se ha bañado,
tan lindos que hiere con ellos,
en lo lleno del rostro están fijados;
del todo son hermosos y acabados.
Como jardín de plantas olorosas
de confección suave, sus mejillas;
sus labios son violetas muy hermosas,
que destilan mirra y otras maravillas;
reiletes son de oro muy preciosas
sus manos, cuando él quiere descubrillas;
su vientre blanco de marfil labrado,
de zafiros muy ricos adornado.
Columnas son de mármol bien fundadas
en basas de oro fino muy polido,
sus piernas, fuertes, recias y agraciadas;
y su semblante grave y muy erguido
como plantas de cedro, que plantadas
en el Líbano están, me ha parecido;
su paladar manando está dulzura,
y todo él es deseo y hermosura.
Tal es el mi querido, tal mi amado,
tales son sus riquezas, sus haberes,
por este tal os he yo conjurado,
porque en él solo están los mis placeres.

Compañeras

¿Dónde fue ese amado tuyo tan preciado,
oh, hermosa entre todas las mujeres?
dinos dónde, que todas nos iremos
juntas contigo, y te le buscaremos.

CAPÍTULO 6

Esposa

Mi amado al huerto suyo ha descendido, 
al jardín de las plantas olorosas;
su ganado en mi huerto ha metido,
para apacentarlo allí entre las rosas,
a solo aquel mi amado yo he querido,
y él también a mí sola entre sus cosas;
a él solo amo yo entre los pastores,
que el ganado apacienta entre las flores.

Esposo

Como Tarsis, mi amada, eres hermosa,
y como Jerusalén, graciosa y bella,
como escuadrón de gente eres vistosa,
y fuerte, mil banderas hay en ella.
Vuelve a mí tu mirada, dulce Esposa,
tu vista me hace fuerza solo en verla,
tu cabello parece a las manadas
de cabras, que de Galaad salen pintadas.
Una manada, linda mía, de ovejas,
me han tus hermosos dientes parecido,
que trasquiladas ya las lanas viejas,
de bañarse en el río han subido,
tan blancas, tan lucientes, tan parejas,
cada cual dos corderos ha parido;
tus mejillas un casco de granada
entre esos tus copetes asentadas.
Sesenta reinas, todas coronadas,
y ochenta concubinas te servían,
las doncellas no pueden ser contadas,
que número ni cuento no tenían;
mas una es mi paloma, y humilladas
todas a mí perfecta obedecían;
única a su madre aquesta fuera,
que otra semejante no pariera.
Las hijas que la vieron la llamaron
la bienaventurada y la dichosa,
reinas y concubinas la loaron
entre todas por bella y por graciosa;
todos los que la vieron se admiraron
diciendo, ¿quién es esta tan hermosa,
que como el alba muestra su frescura
y como luna clara, su hermosura?
Como el sol entre todas se ha escogido,
fuerte como escuadrón muy bien armado.
Al huerto del nogal he descendido,
por ver si daba el fruto muy preciado,
mirando si la viña ha florecido,
y el granado me daba el fruto amado.

Esposa

No sé cómo me pude ir tan ligera,
que mí alma allá en un punto me pusiera.
Carros de Aminadab muy presurosos
los mis ligeros pasos parecían,
y los que me miraban, deseosos
de verme, oh Sunamita, me decían,
vuelve, vuelve esos ojos tan graciosos,
ten tus ligeros pies, que así corrían;
decían, Sunamita, qué miraste,
que como un escuadrón te adornaste.

CAPÍTULO 7

Compañeras

Qué bellos son tus pasos y tu andar,
los tus graciosos pies y tu calzado;
llevas una aljorca por collar,
de mano de maestro bien labrado;
tu ombligo es una taza circular,
llena de un licor dulce, muy preciado;
montón de trigo es tu vientre hermoso,
cercado de violetas y oloroso.
Tus pechos son belleza y ternura,
dos cabritos mellizos y graciosos;
y torre de marfil de gran blancura
tu cuello; y los tus ojos tan hermosos,
estanques de Esebón de agua pura,
que en puerta Batrabín están vistosos;
tu nariz es una torre muy preciada,
del Líbano a Damasco está encarada;
y tu cabeza al Carmelo, levantado
sobre todos los montes, parecía;
y tu cabello rojo y encrespado,
color de fina púrpura tenía.
El Rey en tus regueras está atado,
que desasirse de ahí ya no podía.

¡Oh, cuán hermosa eres y agraciada,
amiga, y en deleites muy preciada!
Una muy bella palma, muy crecida,
parece tu presencia tan preciada;
de unos racimos dulces muy ceñida,
que son tus lindos pechos, desposada.

Dije, yo subiré en la palma erguida,
asiré los racimos de la amada,
racimos de la vid dulces y hermosos
serán tus pechos lindos y graciosos.
Un olor de manzanas parecía
el huelgo de tu boca tan graciosa,
y como el suave vino bien olía
tu lindo paladar, oh linda Esposa;
cual vino que al amado bien sabía
y a las derechas era dulce cosa,
que despierta los labios ya caídos,
y gobierna la lengua y los sentidos.

Esposa

Yo soy enteramente de mi Esposo,
y él en mí sus deseos ha empleado.
Ven pues, amado dulce y muy gracioso,
salgamos por el campo y por el prado;
moremos en las granjas, que es sabroso
lugar para gozar muy sin cuidado.

Muy de mañana nos levantarémos,
y juntos por las viñas nos irémos.
Verémos si la vid ya florecía
y el granado nos muestra ya sus flores,
si el dulce fruto ya se descubría.
Allí te daré yo los mis amores,
la mandrágora allí su olor envía,
y allí las frutas tienen sus dulzores;
que yo todas las frutas, dulce amado,
para ti solo te las he guardado.

CAPÍTULO 8

Esposa

¡Quién como hermano mío te me diese,
que el pecho de mi madre hayas mamado!
Donde quiera que yo hallarte pudiese,
mil besos, mil abrazos te habría dado,
sin que me despreciase el que me viese,
sabiendo que en un vientre hemos andado;
en casa de mi madre te entraría
y allá tu dulce amor me enseñaría.
Del vino que adobado yo tenía,
haría que bebieses, que es preciado,
y el mosto de granadas te daría.

La mano izquierda de mi amado
bajo la mi cabeza ya ponía
y con la su derecha me ha abrazado.
Oh, hijas de Sión, no hagáis ruïdo,
porque mi dulce amor está dormido.

Compañeras

¿Quién es esta, que sube recostada
del desierto, y echada la su mano
sobre su amado tiene, delicada?

Esposa

Allí te desperté, bajo el manzano
adonde te parió tu madre amada;
allí sintió el dolor, que no fue vano.

Esposo

Sobre tu corazón ponme por sello,
amada, y sobre el brazo y en tu cuello.
Así como la muerte es el amor,
duros como el infierno son los celos;
sus brasas son un fuego abrasador,
que son brasas de Dios y de sus cielos;
muchas aguas no pueden tal ardor
apagar, ni los ríos con sus hielos.
Quien este amor alcanza, ha despreciado
cuanto haber este mundo le ha enviado.

Esposa

Pequeña es nuestra hermana, aún no tenía
pechos; mientras le nacen ¿qué haremos,
cuando se hable de ella, vida mía?

Esposo

Una pared muy fuerte labraremos,
y un palacio de plata yo le haría;
y las puertas de cedro le pondremos;
y dentro del palacio ella encerrada,
estará muy segura y muy guardada.

Esposa

Yo soy bien fuerte muro, Esposo amado,
y mis pechos son torre bien fundada.

Esposo

Bien segura estará, puesta a mi lado.

Esposa

No hay donde pueda estar mejor guardada,
que luego que a tus ojos he agradado,
quedé yo en paz, temida y aceptada;
y así con tal Esposo estoy segura,
que no me enojará de hoy más criatura. 

En Bal-hamon su gran viña tenía
Salomón, entregada a los renteros,
cada cual por los frutos que cogía,
de plata le traía mil dineros;
más me rentará a mí la viña mía,
que me la labraré con mis obreros;
mil dan a Salomón y ellos ganaban
doscientos, de los frutos que sacaban.

Esposo

Estando tú en el huerto, amada Esposa
y nuestros compañeros escuchando,
haz que oiga yo tu voz graciosa,
que a tu querido Esposo está llamando.

Esposa

Ven pronto, amigo mío, que tu Esposa
te espera, ven corriendo, ven saltando,
como cabras o corzos corredores,
sobre los montes altos y de olores.

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