Tal como teníamos programado, el sábado 24 de febrero tuvimos una jornada de convivencia para disfrutar del arte, la historia y la espiritualidad en el valle del Tera. Doy gracias a Raquel Gil Ropero por las fotos, en las que podrán descubrir algunas de las preciosas obras de arte que pudimos disfrutar en los distintos pueblos que visitamos.
TERA. En el museo numantino se encuentran restos fósiles de dinosaurios hallados en esta población, famosa principalmente por su producción de mantequilla (con denominación de origen, proveedores tradicionales de la casa real) y de embutidos. Entre sus edificios, destacan la iglesia románica-gótica de la Virgen del Carmen (con interesantes canecillos historiados en el ábside, en los que hay figuras humanas y animales, y dos pilas bautismales románicas) y la casa-palacio del marqués de Vadillo (singular conjunto de edificios de los siglos XV y XVI, entre los que destacan el palacio y la ermita de santa Constanza, rodeados por una muralla de piedra). En una vivienda de la plaza Mayor se conservan seis estelas medievales empotradas en el muro. Hoy tiene unos 90 vecinos censados.
Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre (1646-1729), primer marqués de Vadillo, era descendiente de los Salcedo (uno de los 12 linajes de Soria) y sobrino del primer conde de Gómara. Nació y creció en la zona de Almarza. Después de casarse, ocupó importantes cargos en la corte durante los reinados de Carlos II y Felipe V, siendo durante 50 años corregidor de Plasencia, Salamanca y Córdoba, y regidor de Jaén y Madrid. En todos los lugares restauró puentes y edificios públicos, mandó empedrar calles, abrió fuentes, organizó el abastecimiento de trigo a la población, colocó faroles para iluminar las vías de noche, instauró fábricas, persiguió a los ladrones y creó instituciones al servicio de los más pobres, por lo que en todos los sitios pedían al rey que repitiera en sus cargos cuando terminaba su oficio. Ocupó otros cargos, pero el último (hasta su muerte) y más importante fue la superintendencia general de Hacienda. Uno de sus sucesores introdujo las vacunas de la viruela en Soria y Navarra en 1801.
En el interior del templo dimos las explicaciones de la historia y las tradiciones del Valle.
En el precioso ábside románico se ve una pila bautismal de hace 900 años, que hace de base al altar, además de preciosas tallas de la Virgen del Carmen, san Antón y santa Bárbara.
Virgen del Carmen de Tera.
Imagen de santa Bárbara en Tera.
Imagen de san Antonio, abad, en Tera.
Imagen de san Antonio de Padua en Tera.
En este muro de la iglesia de Tera se ven cuatro imágenes de la Virgen María: la Dolorosa, dos representaciones de la Inmaculada y la Virgen de Fátima. Hay otra preciosa Inmaculada del siglo XVI a un lado del presbiterio y otros cuadros e imágenes.
Cuadro de escuela cuzqueña, llevado a Tera por algún "indiano". Representa al arcángel san Miguel, vestido con ropas de un cacique indígena mezcladas con las de un soldado europeo.
Interesante retablo hispano-flamenco del siglo XV, dedicado a san Miguel arcángel. Está situado en una capilla lateral de Tera. El altar es de cerámica talaverana del siglo XVI.
Arquitectura de la capilla lateral, donde está el retablo de san Miguel.
Pila bautismal de Tera.
ROLLAMIENTA. Tiene una preciosa parroquia dedicada a san Sebastián y una ermita-humilladero a la salida del pueblo. Hoy no llegan a 40 vecinos, aunque en verano recibe mucha gente, ya que tiene unos paisajes preciosos.
Interior de la parroquia de Rollamienta. En el centro, el retablo dedicado a san Sebastián.
Retablo dedicado a la Virgen de la Natividad en Rollamienta.
Virgen del Carmen en Rollamienta.
Imagen de Cristo y sagrario en Rollamienta.
Pila bautismal románica de Rollamienta.
Ermita humilladero de Rollamienta.
VILLAR DEL ALA. Tiene un yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce en el que aparecieron cerámicas, puñales y otros objetos, además de una estatua-menhir datada en torno al 2500 a. C. (hoy en el museo numantino). Entre sus edificios, destacan la iglesia del Salvador, las ruinas de la casa del molino (restos de un antiguo monasterio) y la ermita de san Martín en el despoblado de Aza. Tiene menos de 50 habitantes. En las afueras del pueblo hay un impresionante mirador, desde el que se disfrutan hermosas vistas del valle.
ALDEHUELA DEL RINCÓN. Las casas de piedra y paredes encaladas son una buena muestra de la arquitectura serrana. La iglesia parroquial está dedicada a san Juan Evangelista. El edificio actual es del siglo XVIII, pero conserva una hermosa pila bautismal románica. El pueblo está rodeado de bosques. Cuenta con unos 30 habitantes.
Interior de la iglesia de Aldehuela, con la imagen del titular en el retablo central. José Luis y Milagros, que viven en Soria pero tienen casa en el pueblo, nos abrieron el templo y nos obsequiaron con galletas y moscatel.
Retablo central, con san Juan en la hornacina principal y san Nicolás de Tolentino en el ático.
Sagrario renacentista en Aldehuela. En la puerta está representado Cristo resucitado y en los laterales, san Pedro y san Pablo.
Retablillo de la Inmaculada. Aldehuela.
Retablo de san José en Aldehuela.
El grupo en el templo de la Aldehuela, mientras hacíamos un momento de oración. En la pared se ve un curioso cuadro de la Santísima Trinidad del año 1706, con el mundo dividido en meridianos y paralelos en medio.
Pila bautismal románica en Aldehuela.
SOTILLO DEL RINCÓN. Las pinturas rupestres y los yacimientos de Avieco y El Puntal nos recuerdan la ocupación prehistórica del lugar. Arquitectónicamente, destacan la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora y la ermita del Santo Cristo, con dos grandes cruces de piedra en su exterior. También conserva varios caseríos de estilo colonial, construidas por los indianos que hicieron fortuna en América. Tiene unos 150 habitantes (unos 200 contando los de Aldehuela del Rincón y los de Molinos de Razón). Tiene fábricas de embutidos artesanos, chocolates, miel (especialmente miel de biércol, considerada una de las mejores del mundo) y derivados apícolas.
Ángel vive en Soria, pero cuida con primor la iglesia de Sotillo y quiso estar con nosotros para enseñarnos todos los tesoros que conserva en su interior.
El retablo central de Sotillo está rematado con una escultura de gran tamaño, que representa a san Pedro. En el centro del retablo hay una preciosa imagen de la Virgen María del siglo XIII o XIV. En el retablo de la izquierda hay otra imagen de gran dulzura del siglo XV, que representa a la Virgen María con el Niño Jesús en brazos.
Retablo central de Sotillo.
Uno de los retablos laterales de Sotillo, del siglo XVII, recoge una preciosa escultura de Cristo en la Cruz.
Retablo lateral de Sotillo. En el centro hay una escultura de santa Águeda. A nuestra izquierda, san Roque. A nuestra derecha, san Antón. En el ático, san Clemente (proveniente de una antigua ermita en ruinas). Varios santos más sobre la mesa del altar.
Otro retablo lateral de Sotillo está dedicado a María Inmaculada.
Un retablo lateral de Sotillo está dedicado a san Ramón Nonato y a san Sebastián (por cierto, encontramos imágenes de san Sebastián y de la Virgen del Carmen en todos los templos. Dos devociones muy arraigadas en la zona).
San Sebastián de Sotillo es una escultura renacentista trabajada con mucho detalle.
Imagen procesional de Cristo en la Cruz. Sotillo.
Pila bautismal románica de Sotillo.
VALDEAVELLANO DE TERA. El castro cercano a la ermita de Las Espinillas (de forma casi circular, amurallado, con cinco torreones) nos recuerda que el territorio de este municipio ha estado habitado al menos durante los últimos 3000 años. Además del templo parroquial, conserva las ermitas de la Soledad y de la Virgen de las Espinillas (y el recuerdo de otras dos desaparecidas: la de la Magdalena y la de san Pedro). Tiene unos 200 habitantes y varios alojamientos rurales, hostales, además de un albergue juvenil, un camping y el Espacio Valdeavellano (un centro para la formación de funcionarios y encuentros de asociaciones, con salón de actos, aulas, biblioteca, aula informática y otros servicios).
La Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Paz, del s. XIII fue totalmente reconstruida en el s. XV y reformada en el s. XVIII. Cuenta con curiosas ménsulas góticas reconvertidas en capiteles y un precioso retablo central de principios del siglo XVI, con 15 bellas tablas de autor desconocido (con claras influencias de Berruguete) enmarcadas en arquitectura plateresca y la calle central muy transformada. El camarín es del s. XVII y recoge la imagen de vestir de la patrona (traída de Toledo por pastores trashumantes en el siglo XVIII). El templo cuenta con otros seis retablos laterales, así como varias pinturas (entre las que destaca un olio de gran tamaño de la Virgen de Guadalupe), esculturas y algunas bulas pontificias.
En Valdeavellano nació el político Ramón Benito Aceña (1830- 1916), que trajo el ferrocarril a la provincia, fue mecenas de las excavaciones de Numancia y construyó con sus fondos familiares el monumento que hay en la zona arqueológica y el museo numantino. Es el titular de la popular plaza de Herradores en la capital soriana. Descendiente del pueblo era también el jurista y alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván (1918-1986).
Celebración de la misa en Valdeavellano. En el altar estamos D. Martín (el párroco), D. Julián (vicario de pastoral) y un servidor, además de tres monaguillos, aunque solo se aprecia a uno en esta fotografía.
Los fieles durante la misa, que fue muy sentida y participada.
Retablo del Santo Cristo en Valdeavellano.
Retablo de la Virgen de Fátima en Valdeavellano.
Retablo de la Virgen y san Blas en Valdeavellano.
Ermita de la Virgen de las Espinillas, en Valdeavellano de Tera.
Cartel anunciando la convivencia.
La comarca del VALLE DEL TERA Y EL RAZÓN (“El Valle” para los lugareños) tiene una gran riqueza natural, histórica y artística. Es una zona lluviosa y fría, con más de 100 días al año en los que las temperaturas bajan a los cero grados centígrados.
Se encuentra a los pies de las sierras del Urbión y Cebollera, lindando con La Rioja, y es conocida como “la pequeña Suiza soriana”. Está regada por varios ríos, arroyos y fuentes. El riachuelo Razoncillo desemboca en el Razón, el cual, a su vez, va a parar al río Tera que, fuera del valle, llega hasta el Duero.
Los bosques de robles, hayas, sauces y fresnos, salpicados con sabinas, pinos y acebos, bordean praderas y dehesas, donde pastan numerosas vacas y caballos, además de algunas ovejas y cabras. Abundan las plantas aromáticas, como el té de roca, el tomillo, la malva y la manzanilla, así como las setas de diversas variedades.
Tradicionalmente, ha sido una zona de pesca y caza. En los ríos siguen abundando los barbos, bogas, truchas y angulas, además de cangrejos, nutrias, patos y otras aves acuáticas. En los bosques se pueden encontrar numerosos jabalíes, corzos, venados, perdices, codornices, palomas torcaces, liebres y conejos; sin que falten los lobos, zorros, águilas, ardillas, gatos monteses y tejones.
Los dólmenes prehistóricos nos indican que la zona estuvo habitada desde hace milenios. Hace unos 3000 años, los castros amurallados de Valdeavellano y de Villar del Ala fueron asentamientos de pueblos indoeuropeos, pertenecientes a la denominada “cultura de Hallstatt”. Más tarde, hacia el 600 a. C. se asentaron en la zona los celtíberos de tribus arévacas. Hacia el 200 a C., el territorio fue conquistado por los romanos, que también han dejado sus huellas, lo mismo que los visigodos y los musulmanes.
El territorio fue reconquistado por los cristianos hace unos 1000 años y en un documento del año 1016 aparece como perteneciente a la corona de Navarra, siendo la frontera con el reino de Castilla, al que se incorporó un siglo después. Alfonso VII, rey de León y Castilla, lo cedió a la Orden hospitalaria de San Juan (los “cruzados” de los arcos de San Juan de Duero en Soria) y posteriormente pasó a formar parte de los 150 pueblos que componían la “comunidad de villa y tierra de Soria”, dependiendo de la parroquia de san Agustín de la capital.
En los diversos censos que se conservan desde los siglos XIII al XVIII, la población es estable en el valle. En Valdeavellano de Tera, por ejemplo, en torno a 24 familias (con una media de 30 nacimientos y 30 fallecimientos anuales, contando cada familia con una media de 7 miembros), subiendo a 200 familias en el siglo XIX y comenzando entonces un progresivo declive, debido a la emigración, principalmente a Argentina y otros países americanos. Actualmente cuenta con unos 200 habitantes.
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