Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 15 de diciembre de 2020

Sucedió en Nazaret


Estamos preparándonos para celebrar la Navidad, y es bueno que recordemos que toda nuestra historia cristiana (la Navidad, la Pascua, la vida de la Iglesia...) comenzó en Nazaret, cuando un enviado de Dios se encontró con una muchacha de unos catorce años. El mensajero se llamaba Gabriel y la destinataria del mensaje se llamaba María.

Nazaret se encuentra a unos ciento cincuenta kilómetros al norte de Jerusalén. Hoy es la capital de Galilea y la ciudad con mayor número de población árabe en Israel. Está llena de iglesias cristianas, de mezquitas, de negocios, de hoteles y de restaurantes. Incluso una parte de la ciudad (Natzrat Illit), con ayuntamiento independiente, está habitada mayoritariamente por judíos. En total, supera ampliamente los cien mil habitantes.

Pero hace dos mil años era un pueblecillo desconocido para casi todos. De hecho, no aparece ni una sola vez en el Antiguo Testamento, ni en los escritos de Flavio Josefo, ni en el Talmud, ni en otros textos antiguos.

Las excavaciones arqueológicas han encontrado los restos de unas cincuenta casas-cuevas, donde los hombres compartían el espacio con los animales domésticos. Los poetas y los pintores sitúan e acontecimiento en palacios ricamente amueblados, galerías con columnas y cuidados jardines. A María también la pintan vestida y enjoyada como una princesa del Renacimiento. Pero la realidad fue mucho más prosaica.

Allí no había sillones ni reclinatorios ni alfombras, tampoco torres ni castillos. Dios no necesita de decorados tan elegantes para realizar su obra. Manda a su mensajero a un lugar pobre y desconocido, a una muchacha sencilla, del pueblo. Allí comenzó la historia de nuestra salvación.

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