El título que este poema lleva en los manuscritos antiguos es «Coplas hechas sobre un éxtasis de harta contemplación». Fue escrito durante la estancia de san Juan de la Cruz en Ávila como vicario y confesor del monasterio de la Encarnación (1572-1577), antes de la detención que le llevó a la cárcel.
«En estas coplas, san Juan nos habla, con sorprendente sencillez y claridad, del éxtasis místico, de la contemplación plena, de la “summa ciencia”, del saber de mayor poder y excelencia, del estado de máxima perfección al que puede llegar persona alguna, mientras habite entre nosotros en este mundo» (I. Verdú Berganza).
Estas coplas están compuestas por un estribillo inicial y ocho estrofas, que dicen así:
Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde entraba,
porque, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y su ciencia tanto crece
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer,
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que le puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Y, si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
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