lunes, 3 de octubre de 2022
San Francisco de Borja
El 3 de octubre se celebra la fiesta de san Francisco de Borja. Su padre era el duque de Gandía, nieto del papa Alejandro VI Borja. Su madre era nieta del rey Fernando el Católico. Los duques ocupaban el nivel más alto en la escala nobiliaria, solo por debajo de los reyes.
Nació en Gandía (Valencia) en 1510, y fue educado por los mejores preceptores de la época en los deportes caballerescos, en la literatura y en la música, como correspondía a un noble del Renacimiento.
Con dieciocho años fue enviado a la corte. El emperador Carlos V y su esposa Isabel de Portugal le manifestaron un afecto singular. En 1529 fue nombrado marqués de Lombay y se casó con Leonor de Castro (la camarera favorita de la emperatriz).
Se convirtió en hombre de confianza del emperador y en amigo íntimo del príncipe Felipe (el futuro rey Felipe II). Cuando el emperador estaba fuera de España (lo que sucedía a menudo), le encargaba del cuidado de la emperatriz.
Con la emperatriz y con su esposa leía los evangelios, las cartas de san Pablo, las homilías de san Juan Crisóstomo y otros textos clásicos. Daba lecciones sobre cosmografía y otras materias al emperador. Compuso obras de música religiosa, que alcanzaron bastante resonancia (aunque solo se conservan algunos motetes y una misa). Tuvo ocho hijos.
En 1539 murió repentinamente la emperatriz Isabel. El emperador le pidió que guiara el cortejo con el féretro de su esposa hasta Granada, para enterrarla en el panteón real. Antes del entierro, tuvo que abrir el féretro para comprobar que correspondía efectivamente a la emperatriz. Al ver su cuerpo en descomposición, se prometió no volver a servir a nadie que pudiera morir.
Carlos V lo nombró virrey de Cataluña, por lo que tuvo que trasladarse con su familia a Barcelona. Pacificó el territorio y realizó obras públicas. Su gobierno fue muy apreciado.
Su padre murió en 1543 y él heredó el título de duque de Gandía, por lo que se trasladó a vivir allí. Los tres años siguientes ordenó sus estados y construyó en Gandía y en Lombay varias obras de beneficencia. Entre ellas, el primer colegio de los jesuitas en España para seglares.
En 1546 murió su esposa y él decidió renunciar a todos sus títulos en favor de sus hijos, para consagrarse al servicio de Dios. Después de una conversación con el beato Pedro Fabro (uno de los primeros compañeros de san Ignacio de Loyola) se comprometió a entrar en la Compañía de Jesús.
San Ignacio le escribió una carta, admitiéndole oficialmente en la Orden, pero le pidió que conservase su propósito en secreto, mientras arreglaba los asuntos domésticos y se sacaba el grado de doctor en teología.
Casó a sus hijos, obtuvo el título de doctor en teología, renunció a sus títulos y propiedades y marchó a Roma. Allí fue acogido por los nobles, por el papa y por los representantes del emperador con toda la pompa de la época, y se hizo jesuita.
Regresó a España, donde fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa en Vergara, para la cual el papa concedió indulgencia plenaria. Nadie quiso perderse el acontecimiento, por lo que acudieron unas veinte mil personas, algo inusual para la época.
El que había sido duque de Lombay y de Gandía, virrey de Cataluña y grande de España se ocupó en barrer, limpiar el convento, acarrear leña y ayudar en la cocina, además de predicar de pueblo en pueblo. Podemos imaginar lo que impactó a sus contemporáneos y cuántas puertas se abrieron a partir de entonces a los jesuitas.
San Ignacio le nombró comisario general de la Compañía de Jesús en España y Portugal. Así que fundó colegios de jesuitas en casi todas las ciudades. También fue llamado para asistir en los últimos momentos a la reina doña Juana la Loca y visitó varias veces al emperador Carlos V en su retiro de Yuste.
Santa Teresa de Jesús lo encontró en dos ocasiones y él la apoyó decididamente. Además, se escribieron varias cartas.
En 1558 fue llamado a Roma, como consejero del segundo general de la Compañía, el padre Diego Laínez. Cuando este tuvo que partir para Trento en calidad de teólogo pontificio, nombró a Francisco de Borja vicario general de la Compañía de Jesús. Al fallecer Laínez en 1565, Francisco fue elegido como tercer general de la Orden.
Sus dotes de gobierno, sus conocimientos y amistades con los principales hombres de estado de su tiempo, así como su prestigio, permitieron que la Compañía se extendiera por toda Europa y América, e incluso en el lejano Oriente.
El papa le encomendó algunas misiones en las cortes europeas, para organizar una liga contra los turcos. Su salud se quebrantó en el viaje. Al regresar a Italia, pasó el verano de 1572 en Ferrara, donde su primo, el duque Alfonso, intentó reponerlo. Finalmente, lo tuvo que llevar a Roma en litera, donde murió ese mismo año.
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