Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 12 de julio de 2015

Tel Aviv y Jafa


Tel Aviv es la segunda ciudad más grande de Israel, su centro comercial y financiero, famosa por la bolsa y su mercado de diamantes, además de ser el lugar de entrada en Tierra Santa para todos los que llegan en avión.

Fundada de nueva planta en las afueras de Jafa por familias judías en 1909. Allí Ben Gurión declaró el nacimiento del nuevo estado de Israel en 1948 y la convirtió en su primera capital. Sigue siendo la sede de la mayoría de las embajadas extranjeras y del aeropuerto. 

Principal centro del turismo laico (arquitectura de vanguardia, museos, playas, mercadillos, centros comerciales, anticuarios, clubes nocturnos, restaurantes, teatros, artistas callejeros, etc.). 

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por la concentración de edificios representativos de la arquitectura «Bauhaus».

Jafa (en hebreo, Yafo) es hoy un colorido barrio al sur de la ciudad, con una historia de varios miles de años. Fue un asentamiento de los hicsos, de los egipcios, de los filisteos, de los judíos en tiempos del rey David, de los asirios, babilonios, persas, griegos, romanos... 

Perdió importancia con la fundación de Cesarea Marítima en tiempos de Herodes, la recuperó durante la Edad Media y decayó  definitivamente con la ampliación del puerto de Haifa a principios del s. XIX. 

Su puerto fue usado en tiempos del rey Salomón. Allí se embarcó el profeta Jonás para huir de la llamada del Señor. Allí San Pedro resucitó a Tabita (Hch 9,36-43) y tuvo la visión que le llevó a bautizar en Cesarea Marítima a Cornelio, el primer cristiano proveniente del paganismo (Hch 10,1-23). 

Se conserva un precioso convento e iglesia de los Padres Franciscanos en honor de San Pedro, con Santos españoles representados en las vidrieras, ya que fue edificada por el antiguo Patronato Español. Muy original es el púlpito, en forma de árbol, que eleva su tronco y ramas desde el suelo hacia las alturas.

Aquí termina nuestro viaje. Desde aquí regresará cada uno a sus lugares de origen. Dejamos Israel, pero seguimos peregrinando hacia la patria definitiva: la del cielo, donde podremos vivir en paz y armonía en la nueva Jerusalén.



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