Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 21 de julio de 2015

Sinagoga caraíta de Jerusalén


El sábado les hablé de varias sinagogas que he visitado estos días en Jerusalén. Ya estoy de vuelta en España. Dejé aparte la sinagoga «caraíta» porque merece una entrada aparte.

La sinagoga «caraíta» es la más antigua de la ciudad. Aunque ellos afirman que es anterior, fue construida en el s. X de acuerdo con los principios de este grupo, que se separó del judaísmo rabínico en el s. VIII, ya que solo acepta la Tanaj (la Biblia hebrea) como principio de vida, pero rechaza como innovaciones las enseñanzas de los rabinos contenidas en la mishná y en el talmud.

Hoy en día solo vive una familia de este grupo en el barrio judío de la ciudad vieja en Jerusalén (hay otras familias en otros barrios y van allí a rezar). 

El encargado fue muy amable y acogedor al permitirme la entrada. Se detuvo en numerosas explicaciones sobre los elementos fundamentales del judaísmo y sobre su manera de practicar la religión, especialmente sobre los preceptos del «sabath», que ellos se glorían de observar rígidamente.

El edificio está construido bajo el nivel del suelo, ya que los caraítas consideran que las sinagogas no pueden tener ventanas y la luz solo puede entrar por unos lucernarios del techo, para que se cumpla lo que dice el salmo 130, que inicia con las palabras: «desde lo hondo a ti grito, Señor, Señor escucha mi voz». En la foto de arriba se ve la entrada a la casa del guardián y al patio, desde el que se desciende por una escalera empinada hasta la sinagoga.

Para poder entrar en el espacio sagrado, primero hay que cubrirse la cabeza, lavarse cuidadosamente las manos y descalzarse, dejando fuera los zapatos, para cumplir con el mandato de Dios a Moisés cuando se le apareció en la zarza ardiente.

Desde 1948 hasta 1967 la ciudad amurallada de Jerusalén estuvo en manos de los jordanos, que no permitían el acceso a los judíos. Después de la guerra de los seis días, los judíos encontraron todo su antiguo barrio destruido. Solo se salvó esta sinagoga, ya que estaba bajo tierra y quedó sepultada por los escombros de los otros edificios. Los caraítas lo consideran un signo de la protección de Dios hacia ellos, que serían los «verdaderos» judíos.



Interior de la sinagoga. Las sillas a la derecha están reservadas a las mujeres, que pueden seguir el culto detrás de la celosía. Los hombres se sientan en el suelo.



Caraítas durante el culto. Aquí están sentados, pero pasan gran parte del mismo postrados con el rostro en tierra.



Detrás de las cortinas se conserva el arca que contiene los rollos de la «Torá» (el Pentateuco).


Vista de las naves del interior desde la entrada.


En encargado abrió el arca para que pudiera comprobar que el rollo de la «Torá» cumple con todas las normas (escrito a mano sobre piel, sin vocales, etc.) Aunque es antiquísimo, sigue en uso.

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